El poder de las preguntas

[Visto: 440 veces]

Este 2016 va a ser un año electorero para los peruanos. Y, como todos los años, los medios de comunicación van a jugar un papel muy importante en este proceso. Muchas de las decisiones electorales que tomaremos van a estar mediadas por el cóctel de discursos e imágenes que desde ya nos están haciendo llegar la televisión, la radio, los periódicos y la infinidad de sitios web que circulan en Internet. Lo que sabemos de nuestros candidatos presidenciales es lo que los medios nos dicen de ellos; en este sentido, estos no solo nos están informando sino que, en muchos casos, le están dando forma a nuestra opinión. Entonces, no cabe duda de que los medios merecen toda nuestra atención este 2016, pero no siendo simples receptores de información (no basta con estar informados), sino, principalmente, evaluando y confrontando la información que estamos recibiendo.

Algo que, en mi opinión, no deberíamos pasar por alto es cómo se llevan a cabo las entrevistas periodísticas. Estas cumplen un rol político muy influyente en coyunturas electorales pues muchos electores deciden si simpatizan o no con un candidato dependiendo de la impresión que se llevan de él cuando es entrevistado. En estos casos, con frecuencia la atención se concentra en el candidato y al periodista se le pierde de vista porque todavía está muy arraigada la idea de que este es una especie de sujeto “neutral” que está ahí simplemente cumpliendo su trabajo y haciendo las preguntas necesarias para “informar” y hacer conocer al elector la “verdad”. Sin embargo, la neutralidad es un ideal al que todo periodista correcto aspira, pero al que lamentablemente no se puede acceder de forma plena porque siempre se actúa desde una posición subjetiva que está cargada de creencias y de intereses, personales y de grupo. Un periodista correcto intenta domeñar con todos los recursos de los que dispone este impulso, esta necesidad de actuar en función del interés propio o de quienes representa; por ello, a veces tenemos la suerte de ser testigos de labores periodísticas admirables que realmente parecen ser “imparciales” y “veraces” por lo próximas que están al ideal de objetividad. Pero hacer esto es difícil y ocurre muy poco (en este momento solo hay un nombre en mi cabeza). Lo que sí ocurre todo el tiempo es que los intereses de los grupos empresariales a los que los periodistas pertenecen terminan suprimiendo sus consciencias y esta supresión se hace evidente en dos niveles: en lo que dicen, es decir, en el contenido de su discurso; y en cómo lo dicen, es decir, la forma o la estructura de su discurso.

Hace poco, por ejemplo, me topé con una entrevista que la periodista Sol Carreño le hizo a la actual candidata presidencial Verónika Mendoza en junio de 2012 en el noticiero Cuarto Poder. El diálogo giró en torno al oficio que esta última había presentado al alcalde de la provincia de Espinar (Cusco) en enero de ese año, en el que le daba a conocer los resultados de un informe preparado por el Ministerio de Salud, el cual concluía que parte de la población de Espinar –el 2.2% para ser exactos– estaba contaminada por exposición a metales pesados. A raíz de este oficio, Verónika Mendoza fue acusada de azuzar a la población de Espinar en contra del proyecto minero Xstrata Tintaya que operaba en la zona y se la responsabilizó de los hechos ocurridos en mayo de 2012, fecha en la que fallecieron dos comuneros que participaron de un enfrentamiento con la policía en Espinar.

La entrevista constituye un testimonio más de cómo un sector de la prensa del país está totalmente alineado con los intereses mineros y con el poder político. Carreño deja bien clara su posición frente al conflicto de Espinar cuando señala que “la minería no beneficia a unos cuantos ricos nada más. Ese es un discurso trasnochado. La minería beneficia a millones de peruanos” (7:49 min) o cuando dice, dirigiéndose a Mendoza: “La verdad, yo comprendo que usted lo vea desde ese punto de vista [el conflicto de Espinar], pero otras personas lo vemos diferente, es decir, […] tampoco se puede aceptar que se secuestren fiscales, que se quemen camionetas y que se quemen instalaciones de las empresas […]” (4:38 min). Más aún, el uso del verbo “ver” en primera persona plural (“vemos”) hace evidente que Carreño, lejos de tratar de posicionarse como una entrevistadora “neutral”, se alinea abiertamente con los intereses mineros y con aquellos que se oponen a Mendoza. Este tipo de posicionamientos de la prensa ya ha sido criticado anteriormente desde varios lugares y desde múltiples voces. Por tanto, lo que resulta revelador de esta entrevista no es su contenido. Lo que me interesa resaltar más bien son algunos aspectos formales o estructurales de la interacción que normalmente no se toman en cuenta cuando asumimos una posición crítica en relación al vínculo entre la prensa y el poder.

Uno de estos aspectos estructurales es el modo en que están construidas las preguntas que le hace Sol Carreño a Verónika Mendoza. Puede observarse un patrón. Varias de ellas son “preguntas negativas”. Se llaman así porque, típicamente, inician con la partícula negativa “no”.  Este tipo de preguntas, más que preguntar, transmiten la posición o el punto de vista del interrogador y constituyen una forma solapada de hacer aseveraciones (Wang 2009). Por ejemplo, Carreño le dice a Mendoza: “¿No midió usted el alcance de decir esto [que los metales pesados encontrados en Espinar podían resultar mortales para la población]?” (1:58 min), “¿No le parece a usted que hubiera sido mucho más leal tratarlo directamente y buscar formas de diálogo previo a alertar a alguien que pudiera tomar mal su informe?” (3:30 min), “¿Usted no reconoce una responsabilidad política personal en lo que ha pasado en Espinar?” (28 s). Al hacer estas preguntas, Carreño no está pidiendo información, sino que está haciendo afirmaciones que resultan amenazadoras para la imagen de Mendoza, está diciendo: “Usted no midió el alcance de decir esto”, “Hubiera sido mucho más leal tratarlo directamente y buscar formas de diálogo previo […]”, “Usted tiene una responsabilidad política personal en lo que ha pasado en Espinar”. Como puede verse, las preguntas negativas cumplen una función retórica y son muy útiles cuando se quiere hacer afirmaciones sin asumir responsabilidades, pues siempre cabe la posibilidad de decir que uno está solo haciendo una pregunta, no afirmando nada.

El otro aspecto formal de esta interacción que es interesante mirar es la manera en que se distribuyen los turnos, es decir, los momentos en los que Mendoza y Carreño toman la palabra. Primero, hay que decir que cuando interactuamos los hablantes hacemos “proyecciones” sobre lo que está diciendo nuestro interlocutor y podemos prever con cierta facilidad el momento en el que va a terminar su intervención para poder iniciar la nuestra. Este mecanismo de proyección que los hablantes desarrollamos de manera natural evita interrupciones que puedan ser interpretadas por el otro como una invasión de su espacio discursivo. En el caso de la entrevista que nos ocupa, Mendoza hace uso de este mecanismo de proyección y monitorea constantemente el habla de Carreño, de modo que toma el turno solo cuando esta ha acabado su intervención; en contraste, en varias ocasiones, la periodista toma el turno sin que Mendoza se lo haya cedido. No es que no sea capaz de prever el final de las intervenciones de Mendoza, es simplemente que hay una voluntad de interrumpirla. Esta es también una manera de ejercer poder porque, con ello, Carreño controla y restringe las intervenciones de la congresista e impone en la conversación su punto de vista.

Podemos ver entonces que en ciertos contextos institucionales la estructura conversacional refleja y construye relaciones sociales y de poder. Ciertos aspectos estructurales de los diálogos pueden ser utilizados, como acabamos de ver, en función de intereses políticos y económicos. Entonces, la idea de esta aproximación estructural al diálogo institucional es hacer visibles estos mecanismos de control y ejercicio de poder, y pensar en formas alternativas de interacción que las contrarresten y que nos lleven a entablar diálogos institucionales realmente más democráticos en el marco de conflictos como el de Espinar o de procesos electorales como el que enfrentaremos este 2016.

 

Referencia:

Wang, Jinjun (2009). “Las preguntas y el ejercicio del poder”. En: Discurso y Sociedad. Revista Multidisciplinaria de Internet, ISSN 0957-9265, Vol 3(1), 175-201<http://www.dissoc.org/ediciones/v03n01/DS3(1)Wang.pdf>

 

Cómo citar este artículo:

 

Arrunátegui, Carolina. “El poder de las preguntas”. En La palabra incómoda. Blog PUCP. Enero 2016. Disponible en http://blog.pucp.edu.pe/blog/lapalabraincomoda/2016/01/04/el-poder-de-las-preguntas/

 

 

 

 

 

 

 

 

Puntuación: 0 / Votos: 0

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *