El debate académico sobre la emancipación de la mujer en Sendero Luminoso

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El rol que cumplieron las mujeres senderistas durante el conflicto armado y el modo en que esta participación ha impactado en el lugar que estas ocupan en la sociedad peruana, especialmente respecto de su relación de subordinación frente al hombre, es un tema que ha merecido la atención de numerosos investigadores sociales desde principios de los 90, atención que se vio multiplicada tras la captura de Abimael Guzmán, líder del Partido Comunista Peruano-Sendero Luminoso (PCP-SL), en 1992. Concretamente, la pregunta que ha ocupado a estos estudios ha sido la siguiente: ¿la participación que tuvieron las mujeres en Sendero Luminoso durante el conflicto armado puede interpretarse como una muestra del avance del proyecto emancipatorio y de igualdad de la mujer en el Perú?, es decir, ¿puede decirse que las senderistas alcanzaron una posición dentro del partido que las hizo mujeres más libres y más empoderadas? Recordemos que cuando Abimael Guzmán fue capturado estaba acompañado por cuatro mujeres: Elena Iparraguirre, su segunda esposa y número dos del partido; Maritza Garrido Lecca; María Pantoja y Laura Zambrano Padilla (Lévano 1998). Todas ellas tuvieron distintos niveles de responsabilidad en el partido, pero no solo ellas, sino muchas otras mujeres de distintos entornos sociales participaron activamente en el proyecto senderista[1] ocupando puestos de liderazgo, dirigiendo operativos, tomando las armas y matando al igual que los hombres.

Esta otra imagen de mujer que dieron las senderistas significó para muchos una desestabilización de las nociones tradicionales de género. Así, por ejemplo, según la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (2003), el conflicto armado trajo al escenario social de la época nuevos modelos de feminidad, entre ellos el de la mujer “guerrera”, una mujer que podía ser tan violenta, determinada y líder como cualquier hombre del partido:

Un segundo ícono [surgido durante el conflicto armado] es la mujer «guerrera». Son las mujeres del PCP-SL y de los otros grupos subversivos. Representan nuevos modelos de feminidad asociados a la esfera pública y a la participación política. Se ha generado una imagen de mujeres guerreras, masculinas y despiadadas. Ostentar cargos políticos de primer nivel jerárquico fue un cambio en relación a la participación de las mujeres en los partidos tradicionales (de derecha y de izquierda). (p.82).

La idea del surgimiento de un nuevo modelo de subjetividad femenina se constituyó en el disparador de numerosos estudios que buscaron vincular el proyecto senderista con el proyecto emancipatorio de la mujer peruana que, hasta ese momento, se suponía como una preocupación solo de movimientos feministas y organizaciones populares de mujeres. Sin embargo, tal como han demostrado estos estudios (Barrig 1993, Kirk 1993, Coral 1999, Henríquez 2006, CVR 2003), Sendero Luminoso sí se preocupó por elaborar un discurso dirigido al público femenino que abordó de manera directa el problema de su subordinación frente al hombre. Para el partido era muy importante la politización de la mujer, su organización y movilización (López, 2012); por ello, su discurso llamaba a la militancia femenina bajo la promesa de su emancipación y del logro de su igualdad frente al hombre:

El PCP-SL dirigía mensajes específicos a estos grupos de mujeres profesionales con expectativas frustradas [mujeres cuyas expectativas profesionales contrastaban con su ocupaciones laborales y sus magros ingresos] alentando su incorporación a la lucha armada y la instalación de un nuevo orden –que se suponía les haría justicia–. De alguna manera el PCP-SL canalizaba el odio y frustración derivados no sólo de la discriminación social y racial, sino también de género (CVR, Capítulo 2, Tomo VIII, pp. 56-57; las cursivas son mías).

Ahora, más de veintitrés años después de la caída (al menos oficial) del PCP-SL, la pregunta por la emancipación de la mujer en Sendero Luminoso sigue resonando, quizás no con la misma fuerza que tuvo en los 90, pero sí con la insistencia de lo que no ha sido resuelto todavía, porque, en efecto, una revisión de la producción académica disponible muestra que no se ha llegado a un consenso sobre el tema. Existen interpretaciones diversas, muchas de ellas irreconciliables entre sí.  Algunas de ellas, la mayoría, plantea que el proyecto emancipatorio no existió porque, a pesar de que el discurso senderista proponía la liberación de la mujer de la “opresión marital”, incluso las mujeres con más liderazgo en el partido estuvieron subordinadas a la figura de Abimael Guzmán. Por ejemplo, una de las primeras investigaciones sobre el tema, la de Maruja Barrig (1993), señala lo siguiente:

El ‘Presidente Gonzalo’[2] les ha permitido a las mujeres un poder que al interior de su organización las equipara con los hombres y hacia el mundo externo, las visibiliza como un peligro, ellas inspiran temor. El costo, sin embargo, es altísimo y contradictorio con el pretendido feminismo de Sendero. A la dominación de “la familia, el clan y la religión” que Sendero señala como fuentes de opresión femenina, el Partido les propone otra sumisión a un hombre todopoderoso e infalible” (p.101, las cursivas son mías).

Del mismo modo, Henríquez (2006) describe a las senderistas como “mujeres dispuestas a ser el apoyo incondicional y mantenerse en la sombra [de Guzmán]” (p.20), mientras que Guzmán es descrito como un “gran patriarca que cuenta con mujeres dispuestas a cumplir distintos roles” (p.20). Tal sería el caso de Augusta La Torre (primera esposa de Guzmán), Elena Iparraguirre (segunda esposa), Edith Lagos (que murió por el partido a los 18 años en un enfrentamiento en 1982) y muchas otras. Se trataba, pues, de una “adhesión incuestionable al partido y al jefe” (p.21). Se ha utilizado incluso una metáfora religiosa para explicar esta sujeción femenina: “Guzmán es como el Papa: no abriga temor de competencia por parte de mujeres. Ellas son sus leales soldados de infantería. ¿Compite el Papa con las monjas? Nadie se atrevería a pensarlo” (Kirk 1993:49). En esta línea de análisis está también el informe de la CVR (2003), según el cual la participación de las mujeres en puestos de liderazgo en Sendero “no era expresión de la valoración de su capacidad política y programática, sino más bien de su capacidad implementadora de la línea directriz de «Gonzalo»” (p.56). Desde esta perspectiva, las mujeres de Sendero tuvieron un control solo ilusorio pues, en realidad, estaban dentro de una organización patriarcal, instrumentalizadas por la figura del líder-jefe del partido.

Asimismo, se ha señalado que hubo contradicciones evidentes entre el discurso y la práctica senderistas en relación a la mujer. Tal como está extensamente documentado en el informe de la CVR (2003), Sendero Luminoso y las Fuerzas Armadas cometieron una serie de delitos contra los derechos humanos: muchos hombres y mujeres fueron reclutados a la fuerza, hubo numerosas violaciones sexuales practicadas contra hombres, mujeres y niños, abortos forzados y, además, muchas mujeres, especialmente campesinas, fueron obligadas a realizar labores de cocina y limpieza para los camaradas durante el conflicto armado[3]. Así, pues, muy pocas de las declaraciones emancipatorias de Sendero se vieron realmente refrendadas por sus acciones; por esta razón, hay investigaciones que han señalado que el proyecto emancipatorio de Sendero no fue más que un recurso discursivo y retórico que tenía el único fin de atraer militantes femeninas (Hernández 1993, López 2012).

Sin embargo, hay también estudios que sostienen que la participación de las mujeres en Sendero Luminoso supuso un tipo de emancipación para ellas y fue un referente importante para los movimientos feministas del país. Para Kirk (1993), por ejemplo, la imagen de la senderista como “una mujer carente de visión política y usada como un instrumento por estos hombres violentos, psicópatas y sedientos de sangre” (p.9) está lejos de ser verdad. Esta investigadora recogió las experiencias de dos jóvenes ex senderistas (Flor y Betty) y lo que ella encontró fue que estas mujeres “estaban lejos de ser subordinadas, lejos de ser estúpidas” (p.9). De hecho, dice Kirk, “muchas [mujeres senderistas] eran bastante inteligentes, y habían pensado por mucho tiempo y en profundidad acerca de las consecuencias personales y políticas que subyacían a su decisión de unirse a Sendero Luminoso” (p.9). Según esta interpretación, el papel que jugaron las senderistas durante el conflicto armado no puede reducirse al de mujeres embaucadas o engañadas por hombres; por el contrario, Kirk sostiene que el perfil de la mujer senderista puede funcionar como una especie de modelo para el feminismo, pues encarna una serie de rasgos que este movimiento considera deseables para las mujeres: “[la mujer senderista] es un alter ego, una fotografía en negativo de la mujer ideal imaginada por las feministas actuales: independiente, decidida, quizá con un doble papel en la vida: madre de día, subversiva de noche” (p.10). Kirk reconoce que Sendero Luminoso fue una organización jerárquica que tuvo como cabeza a un hombre, Abimael Guzmán; sin embargo, sostiene que los movimientos feministas peruanos no pueden rechazar o dejar de reconocer la existencia de las mujeres de Sendero, mujeres que, a su juicio, “estuvieron comprometidas con una causa que consideran satisface sus deseos de un mundo más justo, que incluye igualdad para todos” (p.11).

En la interpretación de Kirk (1993), las mujeres tienen, pues, una agencia real y no ilusoria dentro del partido y también sobre sus propias vidas, no son objetos ni títeres de los hombres. Quizás la mujer senderista que encarna mejor esta visión ―la mujer decidida, fuerte, determinada, política, modelo para el feminismo peruano―es Elena Iparraguirre. Han sido muy difundidas declaraciones suyas en las que sostiene que ella abandonó a su familia ―esposo e hijos― por unirse al partido y que lo hizo de manera absolutamente consciente. Ante la pregunta de si fue una decisión difícil, ella responde: “Fue doloroso. Me tuve que amarrar el corazón con las tripas para hacerlo. Pero no fue difícil” (Ronclagliolo 2007). Antes, en otra entrevista, había declarado algo parecido: “Me rebelé contra el papel que le impone la sociedad a la mujer y me até el corazón con mis tripas y salí sin voltear atrás” (EFE, 2006).

Además de estas declaraciones, hay un poema que Elena Iparraguirre dedica a sus hijos y en el que les explica  por qué los abandonó. Este poema la describe como una mujer que supo anteponer los intereses de la revolución a sus roles de madre y esposa; una mujer fuerte que vence sentimentalismos por una causa que ella sabe superior porque involucraba no solo su bienestar y el de los suyos, sino el de todos los peruanos. Esta capacidad de entrega la hizo otra persona, ya no una mujer, esposa y madre, sino un “soldado”:

 ¿Por qué yo salí de un portazo sin mirar atrás?

Porque hacía frío al frente y yo tenía una cobija

Porque había hambre abajo y yo sabía cocinar

Porque volaban vampiros y yo los podía cazar

Porque había tanto que hacer para volver el mundo al revés

Que bajo el sol rojo me hice soldado y volví a nacer[4]

 Silva Santisteban (2015) también propone interpretar el papel de las mujeres senderistas en el conflicto armado como parte de una búsqueda de agencia y empoderamiento por parte de ellas. Según esta investigadora, al tomar las armas, estas mujeres buscaron “posicionarse de manera autónoma como peruanas en un espacio androcéntrico como es el espacio político nacional” (p.58). La violencia fue, pues, utilizada por estas mujeres como un instrumento político que les permitía participar de la vida nacional como nunca antes lo habían hecho y poder modificar las estructuras de dominación que las afectaban a ellas mismas en su condición de mujeres. Su objetivo era entonces doble: estaban luchando por la causa del partido ―la lucha de clases―, pero, al mismo, tiempo, estaban librando una batalla personal por su propio reconocimiento: “[las mujeres senderistas] reconocen que era necesario pelear en estos espacios masculinos y dejar clara su competencia o resistencia al mismo nivel que los hombres” (Silva Santisteban 2015: 77). Se trató pues de militar para competir de igual a igual con los hombres en la búsqueda de un reconocimiento como sujetos sociales y políticos.

Como puede verse a partir de esta breve revisión bibliográfica, la pregunta por la agencia y el empoderamiento de la mujer en Sendero Luminoso no parece estar abriéndose camino a un consenso académico, sin embargo, en lo que sí coinciden todas las investigaciones revisadas es en que la participación de la mujer en Sendero implicó su ingreso a un espacio tradicionalmente masculino –lo público, la política, la guerra– y una postergación de sus roles tradicionales de género como madre, esposa, mujer-amante, hija, etc. ¿Puede considerarse que es esto una forma de liberación para la mujer? ¿Puede ser la mujer “soldado” un referente para el feminismo de nuestra época? ¿Qué opinan ustedes?

Referencias

BARRIG, Maruja

1993    “Liderazgo femenino y violencia en el Perú de los 90”. En Debates en Sociología, N° 18.

COMISIÓN DE LA VERDAD Y LA RECONCILIACIÓN

2003    “Violencia y desigualdad de género”. En Informe Final, Capítulo 2, Tomo VIII. Lima. Disponible en <http://cverdad.org.pe/ifinal/>

CORAL, Isabel

1999    “Las mujeres en la guerra: impacto y respuestas”. En STERN, Steve (ed.). Los senderos insólitos del Perú. Guerra y sociedad 1980-1995. Lima: Instituto de Estudios Peruanos (IEP) y Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga (UNSCH).

EFE

2006    Entrevista completa y desarrollada de Elena Iparraguirre a la Agencia EFE. (Con motivo del llamado Megaproceso a Abimael Gusmán y otros, en octubre del 2006). Disponible en < www.pucp.edu.pe/PepmNu >. Consulta: 12 de julio de 2015.

HENRÍQUEZ, Narda

2006    “Las armas como promesa de emancipación: las mujeres en Sendero”. En Cuestiones de género y poder en el conflicto armado en el Perú. Lima: CONCYTEC.

KIRK, Robin

1993    Grabado en piedra. Las mujeres en Sendero Luminoso. Lima: IEP (Colección Mínima, 29).

LÉVANO, César

1998    “La captura bajo una nueva luz”. En Caretas, N°1533, Lima. Disponible en <http://www.caretas.com.pe/1998/1533/captura/captura.htm>.

LÓPEZ, Fiorella

2012   Feminismos desde las fronteras: repensando la emancipación femenina y la revolución en el Partido Comunista del Perú – Sendero Luminoso. Tesis para optar el grado de magíster en Estudios Culturales. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú.

RONCAGLIOLO, Santiago

2007    La cuarta espada. La historia de Abimael Guzmán y Sendero Luminoso. Buenos Aires: Debate.

SILVA SANTISTEBAN, Rocío

2015    “Mujeres, memoria y violencia. Testimonios de la CVR de dos mujeres combatientes del conflicto armado peruano 1980-2000”. En: Perú: Medios, memoria y violencia. Conferencias en Hamburgo. Lima: Universidad Antonio Ruiz de Montoya.

 

Cómo citar este artículo:

 

Arrunátegui, Carolina. “El debate académico sobre la emancipación de la mujer en Sendero Luminoso”. En La palabra incómoda. Blog PUCP. Enero 2016. Disponible en http://blog.pucp.edu.pe/blog/lapalabraincomoda/?p=18

 

 

 

 

 

[1] Según Kirk (1993), la tercera parte de los acusados de actos terroristas atribuidos a Sendero Luminoso son mujeres. Ellas fueron ocho de los diecinueve miembros del Comité Central del Partido. El mismo senderismo ha declarado que las mujeres representaron el  40% de sus militantes. Asimismo, tanto mujeres campesinas, maestras y universitarias –con grados académicos, incluso– fueron senderistas (Henríquez 2006), lo que muestra que estas provinieron de distintos extractos económicos, sociales y culturales.

[2] Alias de Abimael Guzmán

[3] Esta información puede encontrarse en el Tomo VI, Sección cuarta: “Los crímenes y violaciones de los derechos humanos” del Informe Final de la  CVR (2003).

[4] El poema ha sido tomado de Roncagliolo (2007: 184).

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