Un reciente intercambio de correos electrónicos con compañeros de mi promoción del colegio, me suscitó una reflexión sobre lo que hoy soy. Pero especialmente, sobre todo, lo que ya no soy.

Con el tiempo he perdido facultades y capacidades. Puedo resumirlas en tres.

1) La capacidad de levantar pesos grandes y de correr distancias largas.

2) La capacidad de preocuparme por enseñar a quien no quiere aprender (de hecho, ya no enseño, sólo me limito a incentivar a que aprendan los demás).

3) La capacidad de tolerar, de manera prolongada (más de 10 minutos) “charlas” que considero realmente idiotas y pelotudas (en vivo, por internet o por mail).

La (1) me ha convertido en un limitado deportista.

La (2) me hizo un menos buen maestro que hace dos décadas.

Y la (3) me ha trasformado en un pésimo amigo para varios de mis amigos de antaño que no entienden que ya salimos del cole hace tres décadas o para algunos(as) nuevos(as) que recien me conocen pero que confunden amabilidad y disponibilidad a interactuar con vocación de sicólogo.

He sufrido otras pérdidas. Personas, alejamientos, amores, ilusiones, sueños, objetos, lealtades. Pero estas tres, quizás son las que más me marcan hoy. Y todas ellas, absolutamente todas, me hicieron más fuerte.

Decía Machado que lo nuestro es pasar. Me alegra que mi pasar me haya enseñado a saber decir adios y a no mirar atrás demasiado.