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memorias personales en uso y desuso

Sueño (que viene cuando quieres dormir)

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Hace unos días revisé el almacenamiento de una computadora que ya no uso. Computadora que tiene información y que me recuerda otra vida, otro tiempo, otros nombres y otra yo. Tuve que recurrir a esa computadora, color rosita (!) y pequeña, porque necesitaba archivos que no tengo (ya me di por vencida) y que de algún modo me podrían hacer trabajar menos, en estos días en que duermo poco, procrastino poco y leo (lo que quiero) poco.

De ese tiempo, recuerdo a través de lo que quedó en fotos. Son otros tiempos, quizás ajenos desde ese mismo horizonte en que todo asoma de golpe. Ahora me dedico a tomar de la mano mis propios recuerdos, nombres de cuatro letras llenan mi vida inmediata, reniego y río, me preocupo y olvido (no porque quiera, sino porque de verdad olvido cosas, supongo será lo que trae la edad consigo…).

Tengo sueño, pero también reniego. Extraño cosas que tenía y que nunca regresaron a mí, y me extraña haber sido tonta más de un par de veces, el haber creído, el haberme quedado de frío esperando. Extraño el pronunciar nombres y huirlos en el anonimato puesto que ya no tienen eco  (inserte aquí el nombre de su preferencia) y más aún, en esa computadora vi las fotos de mi rostro, allá cuando los cumpleaños los medía en veintes o treintas y esperaba… oh, Dios sabe cuánto. Allá cuando un solo correo electrónico significaba la esperanza a cuestas, cuando un café representaba la vida misma. Cuántas cosas fueron las que me escribieron esas personas, y sin querer, se guardaron en ese almacenamiento huído de mi memoria. Cuántas aventuras les hice vivir, tratando de anidar una historia que valiera la pena. Ahora no se si era por tonta, pero fui sincera siempre. Hasta cuando decidí mandar todo a la mierda, sincera siempre…

He abrazado mi propia experiencia y aprendí a dormir tranquila, aunque siempre me levante con sueño. Aprendí que podía enojarme sin temer y reir por intervarlos, si así quería. Aprendí a cocinar ligero, a cuidar de otros, a contar historias y recordé con más ahínco a mi abuela que fue como mi mamá. Y también a mi otra abuela. Y también recuerdo los tiempos del cole en que trataba de buscar sentido a mucho (y como no le hallé sentido, me fui de ese recuerdo). Huí de sitios que ya no me gustan, comida que ni me antoja, canciones que ni se. Lo que sí se es que extraño leer, mucho.

Increíble las vueltas de tuerca de esta vida que sigue –  sin parar.

Sábado con cenizas de viernes

 

Carta(s)

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Siendo que voy a comenzar a leer algunos libros hechos de las correspondencias ajenas , me vino a la mente el recuerdo de la vez en que comencé a escribir cartas y cómo… cómo extraño hacerlo. Cuando quise hacerlo formalmente, recuerdo que me abastecí de toda la papelería Kimberly ofrecida por ese entonces (tiempo ausente de redes sociales): textura, color, tamaño exacto… con hojas porosas y suaves, hojas que parecían arrancadas de árboles y llenas de otoño. Mi estación preferida.

Ciertamente las cartas que más tiempo tomaron en ser escritas, han terminado rotas, o quizás acaso las he digitalizado, para perderse en el olvido. Recuerdo un momento sin embargo,  donde la tarde me evoca pasillos y luces tenues. Su nombre era J. (pensaba que sería de él hasta que encontré una foto suya en esta vorágine de red social que engulle la nostalgia de aquel tiempo en que nadie sabía de nadie.. y solo quedaba soñar). J. nunca estudió conmigo, nunca llevamos la misma clase pero me gustaba verlo jugar fútbol. Algo raro en mí, los que me conocen saben que no me gusta ese deporte. Excepto cuando es el pretexto perfecto para que mi papá se emocione o para lanzar algún par de insultos inadvertidos que se quedan en la emoción de la cancha y en el recuerdo de la gente que me cae mal (¡já!).

Gracias a J., me despejé del primer interés romántico no correspondido en E., ciertamente por algún tiempo. J. tenía los ojos ligeramente hundidos. Me gustaba ver cómo el sol caía sobre su torso pues ello lo hacía ver más alto y (según yo) erguía  su caminar haciéndolo más elegante. Quizás el arrastraba el paso pero, vamos, tenía 19. Me gustaba a escondidas, sin saber que de verdad me gustaba.

Cuando llegaba la tarde, esperaba verlo por el pasillo y quizás robarle el saludo o acaso una breve mirada. Siempre tuvo una mirada agradecida, un saludo fugaz pero alegre y un hastaluego que me hacía esperar un reencuentro hasta el día siguiente. Yo tenía 19 años y que poco me interesaba el fútbol o las cosas que a él le interesaban probablemente. Pero J. siempre me hacía sonreír en silencio.

El último día en que supe de él – no recuerdo porqué, pero sabía que era la última vez que lo iba a ver- me puse a escribir la que yo creo, fue mi primera carta de amor. Seria y formal. Aunque ahora ya no tengo muchos detalles de ese recuerdo, lo que sí se quedó conmigo fueron mis nervios al momento previo. Era de tarde, él sostenía una pelota de lado. El juego había terminado. Quería decirle lo que sentía, o al menos algo parecido. No lo sé. ¡Qué traidora la memoria!

Esto es para tí. Solamente quería dártelo. Eso era todo.

Me fui rápidamente. Me escondí entre las escaleras, los pisos y algún sitio en el que yo no fuera  localizable. Recuerdo su rostro teñido de asombro, su sorpresa al recibir mi carta, el no saber qué decir.

De pronto, a pesar de mis esfuerzos, alguien me vio.

J. te está buscando. ¿Dice que le escribiste algo?

Me llené de nervios e ideas miles. Es increíble que teniendo yo ahora más de cuarenta, recuerde ese momento y el miedo y vergüenza que me invadieron y poseyeron por un gran lapso de tiempo. Mientras la luz se escondía, regresé a mi puesto usual (tenía un trabajo a medio tiempo) y mi compañera de espacio me dijo también que J. me había estado buscando. Pero añadió:

Me dijo que te dijera (sic) que todo está bien. Y que te dijera muchas gracias.

Luego pregunté si estaba molesto, si había dicho algo más, cómo sabían lo de la carta, etc. En realidad solo hice preguntas para distraerme de la alegría de saber que mi remitente había dicho gracias. Fue increíble.

Ahora en que veo su foto, puedo decir que entre aquellos ojos hundidos, entre la misma silueta que recuerdo y la sonrisa que siempre tenía al saludarme… puedo decir que los primeros momentos de todo son eternos. J. es un recuerdo espléndido, ahora tendrá mi misma edad probablemente. Fue la primera persona a la que le escribí bonito y largo. Y lo curioso es que ni su nombre ni su apellido han huido de mi memoria, aún.

Después de muchos años, he escrito mucho más. He enviado cartas a escondidas, cartas que no merecieron mi tiempo y también cartas que llegaron a destino pero que no debí escribir. De todo, en esta viña del señor.

 

Y cuando lo vi por primera vez…. esto pensé:

(ruidito de fondo mientras termino de escribir estas líneas, pues debo regresar a la realidad).

 

En dónde sea… (quizás)

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Qué dificil volver, regresar y sentarme a recordar, a escribir… como si el tiempo se hubiera detenido y seguido, ambas cosas a la vez. Con tantos deseos en mente y corazón, con tantas ideas, desazones, ira y frustración. Ya no recuerdo mucho de aquella de mí, aquella que vivía de esperar (no esperanzas, o quizás sí…). Hice mucho de lo que anhelaba hacer, y héme aquí, solitaria (pero quizás no sola). Mientras estas líneas caen, me confunden las tildes y el estilo, la redacción de lo que pudiera ir cayendo en esta brevedad de tiempo. Evidentemente, mucho de ello (nerviosismo, duda, quehacer..) porque dejé de leer como quería, dejé de escribir como quería… escribía a entes ajenos, experiencias lejanas, a sueños sin materializar y empecé a caminar sobre suelo firme.

¿Qué me podría decir? ¿Conseguí lo que quise? ¿Es que todo fue simplemente una vuelta de tuerca (volveré a leer ese libro)?

Además de mi propia vida (de la que siempre intenté mantener al margen estas líneas y este espacio) no puedo decir mucho. Si nos encontramos por ahí, podrán ver que todo ha seguido su marcha y destino.

E. apareció por momentos, y como estaba (d)escrito, se fue. Quisiera decir, me dejó, pero la verdad no se deja lo que nunca se tuvo o a donde nunca se llegó. Pero me atrevo a decirlo, la vida hubiera sido…

No lo sé. Supongo que maravillosa.

Mis líneas con A. murieron así como se fue el tiempo pensando y entreniendo el vacío con libros y prosas sin mucho ritmo. Escribí, le escribí y fue eterno en ese espacio incomprendido, espacio que creé, ideas asidas de ausencia , de porqués, de azul tenue y teñido de deseos. Hubo alegrías quizás, pero qué sé yo. El tiempo marchó y nunca fui un verbo, nunca fui la decisión. Sería una ironía decir que no espero que algo suceda (ello por mis lecturas, por Gorki, Tolstoi.. hasta por Cheburashka! já!) al final de todo este camino de vida. ¿Qué diría al verme?

Pienso..

Estoy haciendo planes, estoy cambiando. Estoy (…) 

Y diría..

Sí, pero no estás conmigo.

Mientras escribo estas líneas también recuerdo tantas historias cruzando, sin embargo en este momento solo recuerdo esta que canción que vengo escuchando, yo frente a una computadora, hacia afuera la universidad. La tarde caía y yo solamente esperaba verlo. Bah, otros tiempos allá solo pensaba…

If I could, then I would..

Ello hasta que fui la decisión en la vida de alguien más. Pero de ello habrá tiempo. Por ahora, a retomar toda esa literatura epistolar que dejé de leer. Y que me llama a gritos.

Ruidito de fondo mientras cierro este primer nuevo número.

 

 

 

 


Vida, 2009 (old post)

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Vida

Si hablamos de la vida, la vida es una, dicen. La vida se orienta según los sueños, se
hace pequeña cuando las alegrías escasean, cuando se está más triste se hace más
solemne a fuerza de sentirla huir y cuando más vivimos es cuando menos nos damos
cuenta. La vida es una suerte de reloj de arena que corre rápido y es esquiva si se la mal-
trata. Allí es cuando aprendemos a caernos y con ayuda quizás, a levantarnos. Al inicio
sólo nos importa seguir un rumbo acostumbrado, explorando así cualquier forma de
dejarla pasar. Prueba de ello en el día y la noche… o quizás en esa lucha incansable
mañanera, donde azotamos el tiempo contra la pared y deseamos seguir soñando sabe
dios cuánto tiempo más..

La vida está definida según el mundo que habitamos. Los autores escriben acerca de la
literatura de la vida y en un desvelo de nocturnidad apartan el día a la vida y la muerte a
la noche. Los hombres de estudio se dedican a investigar la vida, sobre la vida (una
breve alusión al creacionismo y Darwin) en la vida, con la vida. Dicen que somos nada
sin vida. Y sin vida nos hallaremos anclados en el vacío de lo ignorado, en lo prohibido,
en el agujero negro, en la soledad. Sin vida nada somos, por tanto nuestra existencia
significa tener vida.

¿En qué momento se hizo la vida un verbo? Yo vivo, I live, Você vive…

Acaso el hacerse a un lado de la vida no fuera sólo un hecho sino un sentimiento. Acaso
soñar que se vive no es también vida en realidad…
En fin, yo vivo, tu vives, todos intentamos vivir…