El cazador, el zorro y el león

Una parábola zen contada por Yogi Sarveshwarananda Giri:

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El hombre era extremadamente pobre, trabajaba fuerte y diligentemente pero nunca devengaba mucho dinero, escasamente le alcanzaba hasta final de mes. Una noche tuvo un sueño particularmente vívido que le indicaba que debía ir a un bosque donde encontraría la respuesta a sus problemas.

Se despertó inspirado y partió para el bosque. En un pequeño claro vio un zorro que yacía lisiado bajo la sombra de una enorme roca. La pobre criatura había perdido sus patas traseras y tan solo tenía las delanteras. No podía cazar, ni moverse o protegerse pero se veía extraordinariamente saludable y bien alimentado. Al hombre le dio curiosidad pues el bosque era un lugar cruel y, usualmente ningún animal así de lisiado podría sobrevivir por más de unas pocas horas, por lo que decidió quedarse a la distancia y observar.

Después de un par de horas a través de los árboles apareció un león enorme que llevaba en su boca un trozo grande de carne sangrienta. La bestia acababa de cazar una buena presa y el camino lo llevó hacia donde yacía el zorro desprotegido y vulnerable; el león pasó al lado del zorro y le dejo caer el pedazo de carne enfrente.

El hombre lo comprendió todo; supo que el universo le proporcionaría todo lo que necesitaba. Su comprensión lo emocionó pero deseaba estar seguro de que lo que había visto no era sencillamente una casualidad. Entonces, al día siguiente regresó para ver si esto volvía a suceder. Esperó, tenso con nerviosismo a medida que el león se acercaba nuevamente a través del bosque con un trozo grande de carne. La bestia nuevamente dejé caer un trozo de carne enfrente al zorro. El hombre casi salta de su escondrijo para abrazar la criatura pero recordó que aun cuando el león era altruista podría verlo como un buen trozo para compartir con el zorro por lo que se quedó silenciosamente en su escondite.

El hombre regresó a casa y cerró la puerta. Se encarceló y esperó a que el universo previera. No fue a trabajar, ni salió de compras y muy pronto no tuvo nada que comer en casa. Pasó una semana y nada. Pasaron dos semanas más y ya estaba casi muerto de hambre y muy molesto comenzó a ver el comportamiento indiferente del universo. Esa noche soñó nuevamente y en el sueño una voz retumbante resonó desde el cielo “¡Oye idiota, imita al león y no al zorro!”.

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