En la gran conversación que lleva adelante la humanidad, todos tenemos la opción de tomar lo pensado por otros como un insumo activador de nuestro pensamiento, o sólo actuar como una máquina “traga-traga”. El acto de desarrollar un pensamiento personal, basado en una confrontación de la información que recibimos con nuestro propio raciocinio y experiencias, es un acto de creatividad. A través de él me Creo a Mí Mismo como ser independiente, como individuo autovalidador de mis verdades. Sólo a partir de ello puedo aportar a la creatividad afuera, es decir, puedo investigar y descubrir algo nuevo en el mundo y para el mundo, nuevo dentro de los límites posibles para el ser humano. A partir de ser un sujeto que se crea a sí mismo, me convierto potencialmente en un ser creativo. La creatividad –finalmente– tiene que ver con el acto de creación, desde el más cotidiano hasta el acto mayor y todo abarcante: el de La Creación del Universo.
A lo largo de la historia del pensamiento ha existido una fascinación por la capacidad creativa, considerándosela una facultad distintiva a través de la cual los individuos y las sociedades pueden expandir sus posibilidades más allá de lo existente, elevándose por sobre sí mismos y por sobre su estatura media. A través de ella se producirían los nuevos aprendizajes, los descubrimientos originales, y se abrirían nuevas direcciones para la humanidad. Todo ello es cierto. En un nivel práctico, la creatividad tiene la cualidad de mejorar la calidad de nuestro pensamiento y nuestras condiciones de vida, pues contiene un “modo de operar” de la mente que mejora la calidad del pensar. Pero la creatividad es a su vez una facultad al servicio de comprender el sentido de la vida y realizar su finalidad. En un sentido trascendente, la creatividad recupera la experiencia de lo divino, al reinstalar al Ser de seres como un Creador.
Ahora bien, junto a esta cualidad “suprahumana” asignada a la creatividad, se le ha vinculado también al mundo de la locura. Con ello se da la paradoja de que la subnormalidad de la locura se homologa a la supranormalidad asignada al genio.
Más que intentar resolver esta paradoja, tomémosla como constatación, y en tanto tal, como señal de que nuestra normalidad no es creativa, y que de ella podemos salir tanto por arriba como por debajo. La locura contendría una forma de creatividad, sólo que el sujeto que la manifiesta suele ser presa del sufrimiento y la autodestructividad. Y allí vinculamos en una nueva paradoja la creación con la destrucción.
Tras este pequeño paseo por lo supra y lo sub normal, regresemos a nuestra normalidad. Debemos enfrentar el hecho de que la creatividad, aunque la consideramos una facultad potencial de todo ser humano, queda sin realizar, encerrada entre los muros de nuestra normalidad.
Y aquí una hipótesis de trabajo: nuestra normalidad es una construcción mental a partir de una práctica educacional distorsionada, tanto en la educación de padres a hijos como en la educación formal.
Y ello es así porque el modo de educar instalado en ambos modelos –el institucional y el familiar– consiste en los procesos de traspaso de información, y de fomentar la imitación. Esto desde un concepto de traspasar una forma de hacer las cosas, en vez de constituir un proceso de descubrimiento de la forma de hacer las cosas, a partir de toda la libertad de exploración de otras formas de hacer las cosas. Es esto lo que impide un proceso activo de razonamiento por parte de quienes ‘van llegando al mundo’ que los conduzca a comprender y validar por sí mismos la verdad de los conocimientos recibidos. Por esta vía las nuevas generaciones adquieren una suerte de “cerebro prestado” que opera como un modelo de estímulo-respuesta mental, impidiendo que se manifieste el propio cerebro, con su capacidad analítica y reflexiva. Sólo unas pocas personas, como adultos, acceden a una posición en que se les pide y permite analizar y reflexionar, pero aún en ellos sus posibilidades ya están constreñidas debido a las pautas en las que ya se formó su propia mente.
Es importante comprender que este modo de realizar el traspaso del conocimiento acumulado –por información e imitación del modelo– introduce esta consecuencia negativa, porque si aceptamos que es así, estaremos disponibles para saber que esta es una situación posible de transformar, esto es, de cambiar la forma de educar, sin atentar contra su finalidad. Afortunadamente el sistema educacional ya se ha abierto a transformaciones metodológicas en esta línea, pero sigue con la dificultad de «romper la cadena» de los educadores formados en la “vieja escuela”. Aquí es donde se hace significativa la existencia de aprendizajes de Creatividad, pues ellos favorecen una apertura mental que puede conducir a un cambio en el educador, rompiendo el círculo vicioso.
Este artículo sobre creatividad no aspira –siendo consecuente con su espíritu– a ser “ilustrado”. Lo que se propone en cambio es sugerir conexiones y aportar un boceto de una matriz, que invite a relacionarse de una nueva manera con las ideas, y por lo mismo, con el modo de estar en el mundo, comprenderlo y comprenderse.
No soy, por fortuna, una autoridad en la materia. Y digo por fortuna, pues la tendencia automática del siquismo educado bajo la fórmula del aprendizaje repetitivo es a aceptar automáticamente el pensamiento de las autoridades sobre cualquier materia, en particular de aquellas autoridades con las que las personas se sienten identificadas. Frente a eso, mi invitación es a que los lectores hagan como yo he hecho en general en mi proceso de descubrir el mundo: tomen las ideas ofrecidas como piezas de un juego, y jueguen con ellas. Denlas vuelta, digan primero «no» a cualquier afirmación, para poder después libremente decir sí, o reafirmar el no, o partir -desde el sí y el no- en una nueva dirección.
Otro principio desde el que escribo es que las ideas son gotas en la corriente de un gran río en el que todos podemos bañarnos, pues es un regalo contenido en lo creado. Los conceptos e ideas escritas en el río del conocimiento no son en verdad de un autor, pues finalmente no son más que variaciones de los grandes temas de la humanidad, a lo largo de los tiempos. La posibilidad y el mérito de todo ser humano no es aprender, sino hacer propias las ideas, pensar por sí mismo, bañarse en el río del conocimiento y no sólo contemplarlo. Personalmente, he intentado ejercer ese derecho y cumplir con ese deber. He activamente explorado y confrontado las ideas y visiones con las que me he ido encontrando a lo largo de mi vida, y me he ido quedando con las que he ido haciendo mías. Invito a ustedes a que hagan otro tanto con las ideas que hoy les presento de modo que, confrontándolas con sus actuales ideas, y desapegándose de la fuerza de la autoridad o del miedo con que se apropiaron de ellas, pasen a generar su propio concepto de la realidad, y su propia realidad como seres creativos. La misión de cada quien –y quiero citar aquí al matemático y místico ruso Pedro Ouspensky, quien sostiene que no existe pensamiento equivocado, sino sólo pensamiento parcial– es, a partir de la parcialidad que limita nuestro pensamiento actual, avanzar en la ampliación de éste en la búsqueda de múltiples miradas, para ir construyendo la más amplia posible de las miradas, y la mayor comprensión de la que seamos capaces sobre el mundo, la vida, y nuestra vida personal. Es esta comprensión el camino que nos llevará a las puertas del Ser, pues nos saca de la esclavitud de definirnos a partir de una forma de ser, lo que es la fuente de todos los malentendidos.
Considero finalmente necesario argumentar aquí por qué presento la facultad creativa como una cualidad al alcance de cualquier persona. Esta convicción parte por asumir que si hoy no somos naturalmente creativos, es porque hemos perdido nuestra condición natural, y nos hemos convertido en cambio en personas ‘normales’, es decir, normados. Suscribo a los pensadores místicos que sostienen que nuestra naturaleza verdadera corresponde a la que poseíamos antes de la expulsión del Paraíso, y frente a la cual nuestra condición actual está “degradada”. Finalmente afirmo –junto con ellos– que esta degradación es remontable, que nos es posible la recuperación de nuestro siquismo natural en su plena dignidad. Es a partir de esta potencialidad de recuperar nuestra dignidad síquica natural que todos podemos ser creativos, debido a que en esa dignidad original está contenida la creatividad como atributo. Nuestra dignidad natural no se circunscribe a una norma, porque la confianza en el mundo y en el creador no hace necesario normar la singularidad individual.
Lo anterior no obsta a que sea también posible dar “más creatividad” a nuestro siquismo degradado o condicionado, a partir de ejercicios de creatividad, y más ampliamente, a partir de la incorporación de paradigmas más abarcantes. Este desarrollo de hacernos más creativos dentro de los parámetros de nuestra naturaleza degradada nos coloca en el límite de ella, y nos muestra que hay algo aún más allá. Se dice que quien comprende algo es porque supo hacerse preguntas. La respuesta –como bien dijo Bob Dylan– está soplando en el viento. Es cada ser humano el que tiene que realizar el camino, formularse las preguntas, encontrar las respuestas, procesarlas, comprenderlas, y hacerlas propias.
Cuando alguien siente que ha comprendido algo y piensa que vale la pena compartirlo, lo arma de una cierta manera propia. Este texto responde a eso. Lo he estructurado en tres secciones que presentan niveles de desarrollo posible de la creatividad, que postulo vinculados unos a otros, a la vez que representan una distinta profundidad y potencia en torno al mencionado objetivo, yendo de menos a más. Los tres niveles, que son a su vez tres “metodologías” para el desarrollo de la creatividad, los conceptualizo así:
1.- El desarrollo de la creatividad a partir de técnicas de aprendizaje creativo
2.- Creatividad a partir del cambio de paradigma
3.- Creatividad a partir del viaje por el interior de uno mismo
El vínculo entre los niveles se da a mi entender porque el límite de cada uno preanuncia el siguiente nivel. El primer nivel de aprendizaje para el desarrollo de la creatividad corresponde a lo que en general se conoce como textos especializados en aprendizaje de creatividad, y constituyen en general «técnicas» para conseguir pensamiento creativo. Ello implica aprender creatividad con una metodología de aprendizaje no-creativo, cual es la de seguir técnicas. Sin embargo, junto con tener un valor funcional en sí mismas, y constituir una frontera dentro del paradigma de la modernidad, pueden ser a su vez el puente hacia la percepción de los límites de nuestro paradigma actual, y por lo mismo una invitación a conocer nuevos paradigmas. El segundo nivel marca mi postulación de que la creatividad se puede desarrollar a partir del conocimiento y adquisición de un paradigma o mapa mental más amplio que el que poseíamos previamente, convirtiéndonos con ello en personas con una mirada más amplia y profunda sobre el mundo, sobre los fenómenos y sus interrelaciones. Todo ello nos da un nivel general de creatividad superior, que luego se podrá dirigir hacia una aplicación específica. Esto lo ilustramos con la presentación de un bosquejo del paradigma holístico, que supera al paradigma mecanicista, y con una breve referencia a que la democracia desde el paradigma holístico genera la posibilidad de un concepto de democracia más creativo. El tercer nivel está concebido como el desarrollo de la creatividad a través de realizar un viaje por el interior de uno mismo, lo que requiere de mapas de viaje interior. Aquí damos un paso más respecto de las anteriores modalidades de desarrollo de la creatividad, pues postulamos un proceso de transformación personal como vía para un desarrollo más pleno de la capacidad creativa. Con ello ésta deja de ser una adquisición teórica para constituirse en un patrimonio vivencial. Los paradigmas de este tercer nivel guían hacia una integración de la personalidad, con lo que no sólo adquirimos una visión del mundo más amplia y profunda, sino que nos transformamos nosotros mismos en personas más amplias y profundas. Estos viajes están vinculados a las enseñanzas de la sicología, el desarrollo personal, y las tradiciones espirituales o místicas. Todos estos mapas de viaje tienen como propuesta el que somos capaces de vivirnos desde un espacio más amplio y abarcante de nosotros mismos. La sensación de presencia y habitación más amplia posible de nosotros mismos es la que permite la máxima creatividad posible a nuestra condición humana, iluminada por la divinidad. Finalizamos este texto con una breve reflexión sobre el vínculo entre la Creatividad y las Utopías.
EDUARDO YENTZEN PERIC
Este texto fue publicado en la revista Polis nº6, Utopías y sueños colectivos, de la Universidad Bolivariana
15 noviembre, 2007 at 2:13 pm
articulo muy interesante
11 agosto, 2008 at 8:26 pm
Desgraciadamente los profesores siguen un mismo paradigma docente estan viciados por los años y años de monotonía que heredan a sus alumnos desgraciadamente no hay interès por evitar el status quo espero que puedan sugerirme algunas actividades específicas para el pensamiento cretivo infantil