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Dr. Manuel Jalón

En los últimos días, la televisión y la prensa han aireado los resultados de una encuesta sobre los placeres mejor valorados por los españoles.

El primer lugar lo ocupa el sexo. Supongo que con cierta dosis de encantamiento y no del sexo de la encuesta, así, a secas, como mera función fisiológica. Pero lo que más me ha extrañado no ha sido la enunciación de los placeres preferidos, sino la ausencia en la relación de dos placeres inherentes y esenciales a la condición humana, el placer de ser libres y el placer de crear.

De la liberta, como de la salud, sólo nos percatamos de su verdadera supremacía, cuando nos faltan.

La creación va precedida de la liberta. Sin libertan, no hay creación.

Pero libertad y creación se ejercen en una actividad tan corriente como es el juego.

La esencia del juego radica precisamente en la libertad de los jugadores para ir creando jugadas, dentro de sus reglas, con la pretensión de conseguir el éxito.

Si no existe libertad, no existe juego.

De ahí que el niño disfrute más arrastrando una caja de cartón, que se figura un tren, por los lugares que imagina y decide, que contemplando un tren eléctrico de trayectoria conocida e invariable.

Las satisfacciones que proporcionan los juegos las conocen muy bien sus adictos.

Todos recordamos como de niños dejábamos todo por nuestros juego infantiles.

Basta, también, ver en la mesa de cartas o dominó en una taberna, la manifiesta y con frecuencia ostentosa satisfacción con la que los jugadores colocan la ficha o la carta que han elegido y el ambiente festivo y casi sagrado que reina en la mesa. Quizás sea su único ejercicio de libertad a lo largo de la semana.

La amplia variedad de opciones que proporciona el fútbol y su ritmo característico, son claves de la satisfacción de jugarlo y también del público que lo contempla, de su éxito social.

El público, así como los mismos jugadores cuando son ajenos a una jugada, se imaginan las alternativas posibles en cada momento, dentro de las reglas del juego, juzgando las elegidas e imaginando sus posibles consecuencias.

El ritmo de sus secuencias, la velocidad con la que se desarrolla el juego, permite un cómodo desarrollo de esta actividad mental.

Por esos carece de interés los juegos de los que desconocemos las reglas.

No comprendo como la práctica de juegos y especialmente la pasión que despierta el fútbol a nivel nacional, no tiene una correspondencia placentera digna de mención.

El placer de crear tampoco figura en esa relación.

Es verdad que cada vez crean menos, para más personas. Porque dentro de la sociedad en que vivimos, donde el beneficio económico es el objetivo general de sus actividades, se trata de producir el máximo de productos y servicios, de calidad uniforme, al costo más bajo, para el mayor número de usuarios, y esto supone, facilitado por automatismos mecánicos, electrónicos e informáticos, repetir siempre unas mismas operaciones estandarizadas, sin apenas lugar para la creatividad del individuo. es más, en este contexto, la creatividad es peligrosa.

El labrador, el artesano -en vías de extinción- tenían la necesidad y satisfacción de ser creativos para ir respondiendo a las eventualidades del tiempo y de los medios y materiales disponibles, como la madera, por ejemplo, siempre son texturas y matices diferentes.

La creación consciente proporciona el placer de acariciar, desde el primer momento, y durante todo el proceso creativo, las consecuencias y cambios favorables que según el creador imagina, han de suceder cuando culmine su obra, para él, su entorno o el colectivo hacia el que destina su creación.

Y creación puede haber en un plato de cocina, un mueble, el arreglo de un jardín, la reparación de un fontanero, un poema o en un lance de amor.

Es precisamente el placer de visionar las ventajas o excelencias de la obra terminada lo que permite superar las dificultades y sacrificios que siempre conlleva toda creación.

Y siendo cada vez menos las actividades creativas son cada vez mayores las necesidades y posibilidades de crear.

Hay la teoría de ser la sociedad, en constante evolución, quien estimula y promueve realmente la creatividad de las personas para resolver sus necesidades cambiantes. Y, precisamente, en tiempo que nos han tocado vivir están aconteciendo hechos son precedentes, que inciden en la necesidad de crear. A nivel global, la difusión de las grandes necesidades de partes importantes de la población, sida, hambre, paro, cambios climáticos, secuelas de las guerras, etc y, por otro lado, la disponibilidad permanente y casi inmediata, por encima de las fronteras, de información humanística y tecnológica de todas las ramas del saber, que constituyen una especie de sinergia universal. pero claro, la competitividad es también mucho más amplia y profunda ya que son muchas las personas que buscan unos mismos objetivos y las prestaciones exigidas a las nuevas soluciones son cada vez mayores y más perfectas.

Si nos vamos al otro extremo, la creación en la vida cotidiana de cada uno, las facilidades que encontramos en cualquier actividad y la disponibilidad de mayor tiempo libre, nos obligan a ser más creativos si no queremos caer en la rutina -convertirnos en robots-, el aburrimiento, perder nuestra propia estima o la estima de los demás y, situaciones límites, perder la alegría e incluso el interés por seguir viviendo.

Creo que en nuestra capacidad de ser libres y creativos es donde Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Si es posible llegar a conocer un atributo de Dios, debe ser el de Dios Creador del Universo y la Tierra, de nosotros mismos. ¿Y por qué no, de Dios, Suprema Libertad?

De niño creía que el Mundo era el juguete de Dios y que también nos permitía jugar a nosotros, con el agua y la tierra con los pájaros…

Y lo sigo creyendo. Dentro de sus posibilidades y limitaciones, el hombre sobre la Tierra, tiene libertad y capacidad para conseguir, enderezar o torcer su armónico desarrollo.

Y como ocurre en cualquier juego, son reprochables quienes quebrantan sus reglas -al menos la ley natural en nuestro caso- o hacen trampas. Y deben ser gratos al Dios Creador quienes juegan con El, limpia y esforzadamente. El premio, pasar a disfrutar de plena libertad y capacidad creadora, libre de las limitaciones humanas. La misma Biblia nos da un indicio de que pueda ser así. Sí Ángeles pretendieron llegar a ser como dios, es porque gozaban de la correspondiente libertad y capacidad creadora. El placer de crear creo que es el place más divino.

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