Archivo por meses: diciembre 2009

Escena A: El paradero

Terrible día el de hoy en la academia, mis maestros son insoportables y estar rodeado de tanta gente no es algo para lo que yo haya sido concebido (gente que no me ve a mi sino que ve a una pizarra emborronada y vuelta a emborronar). Ya debería haberme acostumbrado a este ritmo de clases y clases y descansos y salidas nocturnas al paradero de Salaverry a tomar un carro que me lleve a mi distrito de origen (aún vivo en Comas y aunque quisiera cambiarme de distrito mis padres no me lo permitirían). No hace mucho fueron publicados los resultados del Fondo de Becas, algunos conocidos míos entraron a la universidad – yo podría haber estado entre ellos, pero no tuve la resolución para dejar el colegio, dejar al grupo de debate, dejar a mis amigos, dejar a mi hermanita; simplemente no pude. Son las 7: 30, la mayoría ya ha salido de la academia pero mi tutor es algo más exigente con los “fijos”, aunque yo no crea que vaya a ingresar en este examen, él tiene cierta confianza desmedida en mí, 7: 45 y yo ya no quiero saber nada más de Educación Cívica. Miro hacia atrás, Carmela me sonríe con cierta familiaridad (somos muy buenos amigos, lástima que a espaldas de mi “hermanita”, somos “amigos con derecho a roce” como le dicen en España, amigos cariñosos como les dicen acá), si estuviese a su lado conversaría, pero estoy seguro que mi tutor nos separaría – como lo ha hecho ahora mismo -, 8:00 pm y los alumnos empezamos a recoger nuestros libros, al fin volveremos a casa.

Tomo la delgada mano de Marcel y empezamos a caminar por la Av. Arequipa, hace mucho frío y me gusta que tenga a alguien a mi lado para que me ayude a soportarlo. Los autos, las personas, las putas madrugadoras, los hombres de cuchillos caídos – ¿vamos al centro de España?,… ¿no?,… ¿la hora?,… claro, vamos a casa – apuramos el paso, una ligera llovizna nocturna nos sorprende y ella se acurruca en mi hombro, se siente tan bien tener a alguien con quien compartir el frío y la noche. Los vendedores ya se han retirado de sus puestos y solo quedan las luces de las farolas para alumbrar nuestro camino, hace mucho frío, demasiado, le paso el brazo por encima del hombro y ella se acurruca de mejor manera. Mi celular vibra, mi hermanita dice si nos podremos ver mañana sábado, Marcel me pregunta quién era, le digo que nadie, mi “hermanita” entiende que debo estudiar y Marcel no es celosa, todo marcha bien bajo la lluvia y llegamos al paradero de Salaverry.

La cola es bastante larga – es curioso pero para tomar el bus para Puente Piedra uno debe de hacer cola (la demanda es mucha) y esperar un buen rato – delante nuestro hay una pareja, un muchacho que viste de terno y lleva un horrenda mochila de tela (el conflicto por su elegante ropa, su extraña mochila y su curioso semblante adormilado me causa mucha gracia) y que abraza a una muchacha por la espalda, la muchacha voltea y me mira, lleva gafas de marco grueso, es de color canela y lleva un saco largo negro con una capucha muy similar al estilo esquimal pero que no impide ver su bonita figura, dice: ¿Me guardas la cola?, asiento con mi cabeza y se marcha, el muchacho le sigue y empieza a imitar a un mono, ella le dice cálmate monito y él sonríe.

Aquella noche compartimos el bus con esa pareja, Marcel me contó un tiempo atrás que tenía una casa en una zona cercana al centro de Puente y que la casa de Jesús María no le pertenecía a ella sino a su tía y que debido al viaje de su tía al interior ella tuvo que volver a la casa de más al norte. Ellos se sentaron delante de nosotros y charlaron un rato, por la charla pude saber que ella se llamaba Yaku y él, Aibraham. Ambos vivían al norte al igual que nosotros y luego de un rato ella se recostó en su hombro y se quedó dormida, mientras ello Marcel me hablaba de presentarme a sus padres y irme a vivir a su casa, yo solo afirmaba con mi cabeza sin mostrar ningún interés, ella se percató de mi desatención y se recostó contra el cristal, estaba cansada y yo sólo quería volver a ver aquellas gafas de marco grueso. Leer más »

Escena D: El sueño

He llegado a casa bastante cansado, la academia es insoportable, tantas horas encerrado no es una actividad que yo realizaría si no estuviese obligado. Afortunadamente hoy presente mi pedido de tolerancia a la encargada del turno mañana, no vivo cerca a si que es lo mínimo que se le puede conceder a un “fijo”. Saludo a mi anciana abuela mientras se lava la boca, saludo a mi madre que empieza a calentar mi comida, voy al cuarto de los padres y saludo a mi padre quien trabaja en el ordenador, finalmente busco a mi hermanito, probablemente esta en casa de mis tíos jugando o lavándose la boca junto a mi abuela. Voy a mi dormitorio, dormitorio que es sala y comedor todo junto a la vez, me desnudo y me visto con la ropa de casa (un polo blanco con algunas manchas y un pantalón de tela azul). Mi madre coloca la comida caliente encima de la mesa y yo recojo el plato y lo coloco sobre mis piernas cruzadas mientras me siento en el sillón, pruebo un poco, la comida de mi casa nunca es mala, pero tampoco es lo suficientemente buena, termino y llevo el plato al fregadero. Me lavo la boca con el gastado cepillo verde y un poco de la pasta de dientes a la que mi madre le confía mi salud bucal, me enjuago la boca, y paso a despedirme de mis padres, primero mi padre, luego mi madre y finalmente me acomodo en mi cama, mi cuerpo esta muy cansado y quiere ya descansar, más juego un rato con mi hermano y le quito a Soledad (un perro de peluche del que asumimos que es hembra aunque su rostro de peluche diga lo contrario), el grita un poco y se la devuelvo, ahora si debo irme a dormir, buenas noches mundo, mi celular hace mucho que no suena, no importa, me digo aunque yo mismo no lo crea, no importa, buenas noches.

” ¿Tu carné?,… ¿mi carné?,… Sí, tu carné,… listo aquí está su ticket, gracias…
Apúrate monito, apúrate, que vamos a perder la cola,… voy, si, ya voy. Me acerco y abrazo por la espalda a la muchacha de lentes de marco grueso, ella sonríe, recojo una bandeja para ella y una bandeja para mi, ella recoge los cubiertos, recojo su plato y el mío, ella coloca los vasos de bebidas en la bandejas y las servilletas, ella sonríe, yo estoy serio,… ¿comemos afuera?,…. claro, vamos, ahí hay un espacio (señalo un espacio vacío al frente del comedor), nos sentamos y empezamos a comer, ella me charla sobre lo que pasó en su casa, yo charlo sobre realidad nacional, mis clases, mi casa, cualquier cosa, yo charlo sobre cualquier cosa, ella sonríe, yo estoy serio y de cuando en cuando esbozo en mi rostro una sonrisa…
Ella saca un recipiente de su bolso y lo destapa, unas galletas de color canela se asoman cada vez más mientras ella termina de abrirlo, una nota escrita sobre un papel con temática de Naruto: Para el Yachayo más soberbio que conozco. Wayri Yaku. Las hice yo misma, me dice, están buenas, le digo…”

Me levanto con una fuerte jaqueca, hay algo que no esta bien en todo esto, hay algo que no encaja, me recuesto contra la pared de mi cuarto y empiezo a pensar, mi cuarto esta muy desordenado, eso es, el orden, ese sueño no esta en orden, pienso, no esta en orden, así no sucedieron las cosas, mucho antes de comer en el pasto ella me dio las galletas, mucho antes de que yo le abrazara por la espalda, mucho antes de que Jenny pidiera el carné, el incidente de las galletas fue mucho tiempo atrás, ¿Yaku?, ¿Ernesto?, un cisura se dibuja entre las escenas y un simiesco peluche femenino que pone: Eres especial, cae a mi lado, mi celular suena, un mensaje, “buenas noches, te quiero”. Hoy tampoco podré dormir. Leer más »