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Según un informe del Banco Mundial, casi un tercio de sus informes en PDF sobre políticas públicas no se han descargado nunca. Otro 40% de los informes del Banco Mundial se han descargado menos de 100 veces.

Pero a las dos semanas de su lanzamiento, el informe de Civica Northstar 2023 GovTech trends Perspectives*, fue descargado casi 120.000 veces en todo el mundo.

“Este nivel de participación de los lectores nos sugiere que las tendencias y el desarrollo tecnológico realmente tocan la fibra sensible de nuestro público”, afirma Harold de Neef, Director de Grupo de Producto e Innovación de Civica y autor principal del informe.

Civica, líder mundial en GovTech, se centra en software y tecnología de ayuda al sector público. El Northstar de Civica, por ejemplo, es un laboratorio de innovación centrado específicamente en investigar cómo la GovTech puede mejorar la vida de ciudadanos, pacientes y estudiantes.

De hecho, el equipo esperaba haberse “equivocado un poco más” con la versión inaugural del informe del año pasado, que se publicó justo después de que comenzara la pandemia, explica de Neef a GovInsider. “No queríamos ser ‘demasiado seguros’ o ‘demasiado obvios’ con las tendencias que predecíamos para el año siguiente”.

Desde prepararse para las ondas de la inminente crisis del coste de la vida hasta abordar la falta de confianza de los ciudadanos, siga leyendo para conocer las nuevas y audaces predicciones de Civica sobre el estado de GovTech en 2023.

Generar confianza ciudadana para maximizar el bien público

De Neef teoriza que parte de la razón por la que el informe recibió tanta atención fue que se dirigía específicamente a los lectores de la Administración, en lugar de hablar de las tendencias tecnológicas en general.

Por ejemplo, todo el mundo sabe que los datos son el camino a seguir, pero el gran problema al que se enfrenta el sector público es que la gente no siempre confía los datos a su gobierno.

“Damos nuestros datos a Uber, a los desarrolladores de aplicaciones, a nuestros bancos y a las empresas de reparto de comida, pero no queremos compartir esos datos con nuestras autoridades locales o nuestros médicos”, señala de Neef.

De ahí que la realidad actual para el sector público no sea tanto una cuestión de qué hacer con los datos, sino de cómo obtener los datos adecuados y poder utilizarlos en primer lugar.

“Esto de la confianza no es tan obvio como debería en el sector público. Mucha gente desconfía de su gobierno, y por eso una de nuestras tendencias es la confianza”.

Y esta confianza tiene que estar presente no sólo entre la gente y sus gobiernos, sino también entre los gobiernos y otras organizaciones, dice de Neef. Y es que la capacidad de cruzar diferentes fuentes de datos aumenta exponencialmente las posibilidades de bien público.

Sobre el terreno, esto podría traducirse en la recopilación de la siguiente información:

  • Un alumno y sus hermanos suelen llegar tarde al colegio y no van bien en clase.
  • Algunos miembros de su familia acuden con frecuencia a urgencias.
  • También se ha informado de comportamientos antisociales en su barrio.

“Juntando las tres cosas, existe la posibilidad de que un niño o un adulto de ese hogar esté en riesgo de sufrir maltrato doméstico, y se puede enviar a alguien para que le preste el apoyo adecuado”, explica de Neef. Pero esto sólo puede ocurrir cuando ciudadanos, gobiernos y organizaciones se confían mutuamente sus datos.

La Asociación de Essex hizo precisamente esto. Este programa piloto se desarrolló entre 2017 y 2020 y reunió datos de ayuntamientos, policía y organizaciones sanitarias y de voluntariado comunitario de Essex (Reino Unido).

El proyecto exploró cómo las organizaciones podrían utilizar de forma segura y ética el poder de los datos y el aprendizaje automático para ayudar a abordar algunos de los problemas sociales más desafiantes del mundo, como el abuso doméstico, la obesidad, la falta de vivienda o los ancianos que viven solos.

El resultado fue el Essex Centre for Data Analytics, una plataforma pública que ofrece recursos y apoyo para fomentar el intercambio de datos por el bien público.

Resolver las carencias tecnológicas con tecnología

El informe Perspectives* también destaca la crisis del coste de la vida, que ha primado sobre casi todo lo demás.

“No se trata de una tendencia tecnológica, pero es tan grande que hemos querido olvidarnos de la tecnología por un segundo, porque esto va a repercutir en la toma de decisiones y el gasto público casi tanto como lo hizo Covid-19”, prosigue de Neef.

Esto es especialmente importante si se tiene en cuenta la brecha digital existente, es decir, la distribución desigual del acceso a las tecnologías digitales y el dominio de las mismas. Los que dominan las tecnologías digitales y tienen acceso a ellas pueden llevar vidas muy diferentes y tener oportunidades y acceso a la información que los que están al otro lado de la brecha no tienen.

El término “brecha digital” puede significar cosas muy distintas para personas diferentes. Puede tratarse de personas que no pueden permitirse la tecnología o utilizarla debido a sus discapacidades, de personas mayores que no se sienten tan cómodas con el uso de la tecnología o de quienes no tienen acceso a ella porque viven en zonas remotas.

Sin intervención gubernamental, la brecha digital agravará las desigualdades socioeconómicas y frenará el crecimiento económico. El 60% del PIB mundial depende actualmente de las tecnologías de la comunicación digital, pero un tercio de la población mundial -2.700 millones de personas- sigue desconectada de Internet.

Para hacer frente a esta situación, deben ocurrir dos cosas principales. La primera es ampliar las infraestructuras de conectividad a las personas que viven fuera de las ciudades.

La segunda es hacer que la gente, incluidos los ancianos o los discapacitados visuales, se sienta más cómoda con la tecnología. Esto puede hacerse con la propia tecnología, afirma de Neef. Las tecnologías inteligentes que simplifican interfaces de usuario más complejas, como Alexa o Siri, ayudarán a salvar las distancias que la mayoría no percibe.

Por ejemplo, se prevé que en 2023 el 14,4 % (3,53 millones) de las personas del Reino Unido sufrirán pobreza energética, es decir, la incapacidad de permitirse calentar sus propias casas. Maryhill Housing, en Escocia, instaló monitores de temperatura, humedad y niveles de CO2.

Sin necesidad de que los inquilinos aprendan mucho sobre la tecnología, esta automatización ayuda a que los sistemas de calefacción sean más eficientes, al tiempo que permite a Maryhill Housing identificar fácilmente a los inquilinos vulnerables que puedan estar luchando contra la pobreza energética.

La tecnología también puede ayudar a colmar las lagunas en la atención a ancianos y discapacitados, y desempeñar un papel importante en el cambio del sector sanitario hacia la atención preventiva.

El Distrito Sanitario Local de Sídney, por ejemplo, inauguró en 2020 su primer hospital virtual en Nueva Gales del Sur. Gracias a él, los pacientes de edad avanzada pueden ser controlados y atendidos las 24 horas del día, los 7 días de la semana, desde la comodidad de su propio hogar, y sus cuidadores pueden estar tranquilos, al tiempo que se reducen los costes sanitarios y se amplía la capacidad de los hospitales.

“Hay muchos ejemplos de cómo la tecnología inteligente está transformando la vida de ciudadanos de todo el mundo”, continúa de Neef. “Pero gracias al uso de las últimas tecnologías, ahora podemos y debemos encontrar formas nuevas y más inteligentes de ofrecer a los ciudadanos los mejores servicios públicos que necesitan y merecen para el futuro”.