Just by my home is an entrance to the sewers they used in the Warsaw uprising. I grew up knowing people died down there. Warsaw was once a battleground; then it became a morgue. It’s a city littered with ghosts. And that never left me.
Paweł Pawlikowski
En 1960, en Polonia, Anna (Agata Trzebuchowska), una joven huérfana y monja noviciada, es instruida por la abadesa de su convento a conocer a un familiar suyo, su tía Wanda (Agata Kulesza), antes de tomar sus votos religiosos. Así comienza Ida (2013), una película más de la colección de piezas maestras producidas por el Paweł Pawlikowski, y digna de ser catalogada como una obra de arte de principio a fin.
La trama de Ida, de aparente sencillez, termina por desenvolverse en un drama complejo que aborda diversos ámbitos como el personal, social y político. Contar una historia en la Polonia soviética de los 60, con heridas de la Segunda Guerra Mundial aún presentes, sería una tarea compleja para cualquier cineasta que no sea Pawlikowski. Y es que, al ser este el primer film del director polaco en su país natal parece también ser el redescubrimiento de historias personales y nacionales que rememoran una época de tristeza y dolor.
Ida puede ser entendida de distintas maneras por sus diversos temas. Los horrores de la segunda guerra mundial, el nazismo, el holocausto judío, la era soviética en Polonia y el papel de la religión son tópicos complejos que son abordados de manera directa y con gran sensibilidad. Pero, más importante que estos temas, Ida demuestra también ser una película sobre el ser humano. A lo largo del metraje los personajes tienen que recordar y enfrentarse a su pasado lo que motiva cambios en sus concepciones e ideas.
De manera sencilla, pero contundente, la obra de Pawlikowski consigue transmitir profunda emoción sin necesidad de actuaciones exageradas o diálogos ridículos. Al contrario, se apoya en el blanco y negro y una fotografía brillante para provocar soledad y melancolía. Ahí es donde la genialidad del guión y la actuación destacada de sus protagonistas componen una obra maestra que debe ser vista y comentada.
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