Hace muchos años, en otro continente, un paciente me explicó las razones por las que no podía contarle a su pareja que le había sido infiel. Se basaba, paradójicamente, en una lección de su profesor de ética en la universidad. En dicha clase, el maestro había explicado que para transmitir una información perturbadora o disruptiva se deben dar dos condiciones: la primera es que la persona a la que está destinada tenga derecho a conocerla. La segunda, no menos importante, es que tenga la capacidad de asimilarla. Fue esta segunda condición la que lo persuadió de omitir el relato de lo sucedido aquella noche, y de inventar una mentira para explicar su ausencia.
He recordado esta sesión a raíz de la incesante difusión de audios que exponen el pantano de corrupción sobre el que se ha construido nuestra sociedad. Porque está claro que no se trata tan solo del Poder Judicial y sus conexiones con políticos y empresarios. Como lo expone la serie brasileña El Mecanismo, el sistema se articula en torno a este universo paralelo, en donde la ley es aquello que debe ser violado, una y otra vez. De hecho, el protagonista de la serie, que puede verse en Netflix, descubre el funcionamiento del mecanismo que explica todo en una situación banal: un empleado de la empresa de agua de Curitiba, el Sedapal de allá, le dice que una sencilla reparación puede tardar un mes o un día, según. Ya entienden.
Si aplicamos las dos condiciones éticas a las que se acogió mi paciente para tomar su decisión de escamotear la verdad, al incesante flujo de audios propalados, principalmente, por lo que IDL-Reporteros ha llamado Corte y Corrupción, nos encontramos con que la primera no admite dudas: todos tenemos derecho a saber cómo funciona el “mecanismo” de la Justicia en nuestro país, pues nos afecta a todos. Pero, ¿tenemos la capacidad de asimilarlo?Existe una cantidad formidable de material, según vemos ya, y los responsables de transmitirlos nos anuncian que vienen muchos más. Hay un desafío en términos cuantitativos que implica un riesgo de saturación. A fuerza de escucharlos, vamos perdiendo el asombro y se diluye la indignación. Ese hastío, esa rutina, juegan en contra del impacto de las revelaciones.
Los corruptos y sus partidarios, en la política y en la prensa, son de ese parecer. Todos esos audios generan angustia, confusión, caos. También desaliento. Por lo tanto, hay que terminar con esto de una vez, dicen. Sin proponérselo, nos proporcionan la respuesta a la segunda pregunta. Si ellos lo quieren parar, esa es la razón más potente por la que esto debe continuar. La caída en picada de la aprobación de Keiko Fujimori lo demuestra de modo fehaciente. Los audios están haciendo mucho más que revelar la corrupción del PJ: están poniendo a cada uno en su lugar. Eso es lo que los aterra. Y eso es lo que más necesitamos ahora. Resistir el fogonazo de la verdad y asumir las consecuencias.
Cada cierto tiempo, como en los relatos mitológicos de todas las culturas, se abre un periodo en el que la verdad, como escribí en un tuit, irrumpe y desgarra el velo opaco de la falsedad. El reto consiste en aprovecharlo antes de que lo clausuren. Estamos en plena lucha. Tenemos de un lado a todos aquellos a quienes esta maraña de revelaciones de corrupción que emerge con los audios del Callao, pone a la defensiva. Esto los torna más agresivos y, paradójicamente, vulnerables. Salaverry recibiendo a Chávarry en el Congreso, en momentos en que la ciudadanía los repudia a ambos, es un gesto de desprecio a la voluntad popular, pero también un reconocimiento de que corren malos tiempos para los corruptos. Por lo tanto, tienen que apoyarse entre ellos.
Aunque el cáncer no se limita al fujiaprismo –Rosa María Palacios nombra en su artículo dominical en La República a congresistas de APP y el Frente Amplio con sentencias de cárcel, refugiados en la impunidad congresal-, es obvio que esta alianza de facto es la más afectada por este reflector enfocado en las sentinas del Poder Judicial. Es por eso que son ellos los que más se agitan y dan manotazos contra los responsables de estas revelaciones. Sus ideólogos se desgañitan, intentando parar esta marea inesperada. Llegando al extremo de pedir a gritos que salgan de una vez todos los audios, porque ya no soportan la angustia de saber si les va a caer un ladrillo en la cabeza. Al método del serrucho, como suele ser el dilema de las separaciones en las parejas, prefieren el del hachazo.
De esta manera, piensan, podrán hacer un mejor control de daños. Pero el periodismo responsable, como el de IDL-Reporteros, no trabaja así. En el propio Gobierno, en el entorno más cercano al Presidente Vizcarra, el Premier Villanueva está en una cura de silencio e invisibilidad, sobre todo después de que su intento de enfriar el referéndum anunciado por su jefe, fracasó. Cada vez es más claro para quién trabaja el primer ministro, y esto es algo que el Presidente no puede seguir minimizando, aunque se entiende que no quiera abrir tantos frentes a la vez.
Por otro lado, tenemos al propio Vizcarra, quien nos ha sorprendido decidiendo acatar el mandato popular de enfrentarse a la podredumbre. No con discursos retóricos sino con acciones. No solo nombrando comisiones, sino tomando decisiones con efecto inmediato, como lo ocurrido con el CNM. Ver que Gustavo Gorriti es ovacionado en la Feria del Libro da esperanza. A la feria acuden peruanos de todos los sectores y son estos quienes lo aclaman. El fiscal Domingo Pérez, enfrentándose públicamente al mentiroso Fiscal de la Nación, nos recuerda que no todo está perdido en el Ministerio Público, tal como lo hizo la heroica fiscal Rocío Sánchez.
En suma, el Perú no será otro país pasado este momento de verdad. Pero es razonable esperar que este momento valioso deje secuelas que algún día fructificarán.
JORGE BRUCE en EL FACTOR HUMANO (Fuente: La República /Columna de opinión)
16 Ago 2018 | 6:30 h
Emociones muy encontradas
Escribo estas líneas apenas terminada la final del Mundial. Feliz por el triunfo de Francia, sin duda el mejor equipo del torneo. Por otro lado, Croacia, un país que existe desde hace treinta años, hizo una competencia conmovedora. Su demostración de pundonor, espíritu de lucha y sentido de la épica, enamoraron al mundo.
Mientras tanto, al otro lado del planeta, un país llamado Perú enfrenta un tsunami de emociones encontradas. Un diluvio, para seguir con las metáforas de fenómenos naturales, de audios infames exhibiendo la corrupción que gangrena el Poder Judicial, en conexión con la política y los negocios. Es, por supuesto, una decisión patriótica la de los periodistas que han hecho públicos esos materiales incriminatorios, así como la de aquellos servidores públicos que se los hicieron llegar.
Los psicoanalistas sabemos que negar la realidad solo trae más síntomas y agrava la enfermedad social. Pero también estamos conscientes de los afectos que estas escuchas movilizan. Se ha hablado mucho del asco que genera esta impudicia, esos diminutivos, esa jerga de la corrupción que tanto contrasta con los discursos pomposos, trufados de leguleyadas de personajes tan siniestros como el juez Hinostroza o el miembro del CNM Guido del Águila. Asimismo, la inmediata respuesta de políticos como Alan García o los representantes de Fuerza Popular, intentando desesperadamente parar la difusión de estas revelaciones. Para lo cual no dudaron en amenazar a los periodistas de IDL Reporteros, con Gustavo Gorriti a la cabeza, o Panorama con Rosana Cueva. Peine perdue, se dice en francés: por las puras, diríamos nosotros, coloquialmente. Los periodistas se plantaron y continúan haciendo su trabajo.
De lo que se ha hablado menos, en términos de las reacciones afectivas ante esta nueva demostración de nuestra miseria institucional (la primera de esta envergadura fue la de los vladivideos), es del miedo y desaliento que todo esto genera. Pese a que todos sospechábamos o sabíamos que este es el Perú realmente existente, es muy angustiante, además de frustrante, escuchar las conversaciones de esos corruptos que manejan los organismos encargados de administrar justicia.
Los juristas –cosas que se aprenden en esa escuela permanente que es el consultorio– le llaman a estas decisiones difíciles la teoría de la fruta prohibida. ¿Hay derecho a difundir esos audios? No solo el juez, todos tenemos la capacidad de ponderar si es mejor ignorar lo que está ocurriendo a nuestras expensas o saberlo. El bien común está claramente por encima de cualquier otra consideración. Nuestro desafío consiste en sublimar el asco, la angustia, la frustración y la rabia en una respuesta ciudadana adecuada. El Presidente parece haber comprendido que se le ha presentado una oportunidad única de librarse del cepo fujimorista. Nos corresponde apoyarlo en el empeño de luchar, haciendo lo necesario, por difícil y arriesgado que sea, para erradicar la corrupción que nos socava como república.