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Las olas de locura están barriendo los Estados Unidos, ya que las personas aquejadas por la realidad buscan consuelo en tonterías pseudocientíficas. Así es como podría responder un escéptico con mentalidad científica a la oleada de cobertura mediática de personas que recurren a la astrología, las cartas del tarot y las lecturas psíquicas como alternativas o complementos a la psicoterapia convencional.
“La gente está depositando su confianza -y su dinero- en estas prácticas, que ven como vías de iluminación”, informa Sanam Yar en The New York Times. Los partidarios de estas alternativas suelen ser jóvenes, mujeres y adinerados, señala Yar.
Algunos psicoterapeutas incorporan estas prácticas no convencionales a su terapia o, en todo caso, no desaniman a sus pacientes a seguirlas. “No lo enseño, pero no digo que no se pueda llevar esto a la sala”, dijo a Yar la psicóloga californiana Charlynn Ruan. “Eso sería desautorizar y ser arrogante”.
Nicolle Osequeda, terapeuta de Chicago, dijo que “apoya el uso de cualquier método seguro que sus pacientes encuentren útil.” El psicólogo neoyorquino Jonathan Kaplan dijo que si “alguien sigue una terapia psicológica basada en la evidencia mientras medita con cristales mientras Mercurio está retrógrado, me parece bien”. La Asociación Americana de Psicología favorece las terapias “basadas en la evidencia”, señala Yar, pero no tiene una política oficial sobre los tratamientos alternativos.
En The New Yorker, la periodista Christine Smallwood informa de que el interés por la astrología está aumentando, especialmente entre los millennials. “El cambio comenzó con la llegada del ordenador personal, se aceleró con Internet y ha alcanzado nuevas velocidades gracias a las redes sociales”, escribe Smallwood. El colapso financiero de 2008 y la elección de Donald Trump también pueden haber contribuido a la tendencia.
“En tiempos de crisis, se suele decir, la gente busca algo en lo que creer”, dice Smallwood. Añade que “a diferencia de la terapia, donde un cliente puede pasar meses o incluso años descubriendo las raíces de un síntoma, la astrología promete llegar a las respuestas más rápidamente.” Una encuesta de 2017 reveló que el 30% de los estadounidenses cree en la astrología, pero el número de personas con un interés al menos casual podría ser mucho mayor.
“En su penetración en nuestro léxico compartido”, comenta Smallwood, “la astrología es un poco como lo fue en su día el psicoanálisis. A mediados de siglo, se podía oír hablar del id, el ego o el superego en una fiesta; ahora es habitual escuchar a alguien explicarse por medio de los signos solares, lunares y ascendentes.”
En Cosmopolitan, la escritora Gina Tomaine explica por qué, cuando se sentía “fuera de sí”, consultó a una trabajadora social que hacía lecturas de tarot. Las cartas del tarot “siempre han tenido profundas raíces en las aplicaciones psicológicas”, dice Tomaine. “El psicoanalista Carl Jung explicó que las cartas eran una forma fácil de representar los ‘arquetipos de la humanidad’ -o rasgos universales como la fuerza, la ambición y la pasión- en psicología, lo que las convertía en herramientas ideales para la terapia y la salud mental”.
Seguramente, los escépticos están horrorizados por la actitud de aceptación de pacientes y psicoterapeutas hacia la pseudociencia. Pero deberían recordar que muchos prominentes científicos de la mente han sido bastante tolerantes con las prácticas ocultas. Uno de ellos es el ya mencionado Carl Jung. Otro es Jerome Frank, profesor de psiquiatría en Johns Hopkins y pionero en la investigación de los efectos de la psicoterapia.
Las investigaciones de Frank le convencieron de que el marco teórico específico de una determinada terapia tiene poco que ver con su eficacia. El factor más importante es la capacidad del terapeuta para inducir el efecto placebo, convenciendo a los pacientes de que van a mejorar. Muchos pacientes responden a los terapeutas y a las terapias con estatus científico, señaló Frank, pero otros pueden preferir un curandero, un brujo o un chamán a un psiquiatra formado en Harvard. Frank expuso esta perspectiva en su influyente libro de 1961 Persuasión y curación: Un estudio comparativo de la psicoterapia.
En el último medio siglo, los investigadores han realizado innumerables descubrimientos sobre el cerebro, la mente y las enfermedades mentales. Y los psicólogos y psiquiatras han introducido muchos tratamientos supuestamente nuevos y mejorados para el malestar mental, sobre todo la terapia cognitivo-conductual y los antidepresivos como los ISRS. Pero las investigaciones sugieren que estos tratamientos aparentemente científicos siguen obteniendo la mayor parte de su eficacia del efecto placebo.
En un estudio masivo de 2002 sobre las psicoterapias, incluida la terapia cognitivo-conductual, un equipo dirigido por el psicólogo Lester Luborsky descubrió que todas son aproximadamente igual de eficaces. Según Luborsky, los estudios que favorecen una terapia en particular tienden a mostrar un “efecto de lealtad”, un sesgo previo de los investigadores hacia esa terapia.
Otros análisis sugieren que los medicamentos para las enfermedades mentales, aunque beneficien a algunas personas a corto plazo, podrían acabar perjudicando a más personas de las que ayudan. Thomas Insel, ex director del Instituto Nacional de Salud Mental, dijo recientemente: “No creo que hayamos movido la aguja en la reducción de los suicidios, la reducción de las hospitalizaciones, la mejora de la recuperación de las decenas de millones de personas que padecen enfermedades mentales”.
La investigación sobre el cerebro y la mente, he argumentado en este blog y en otros lugares, aún no ha producido teorías verdaderamente persuasivas sobre las enfermedades mentales ni tratamientos para ellas. Como afirma un ensayo reciente en una revista psiquiátrica británica, “todavía no es posible citar un solo hallazgo neurocientífico o genético que haya sido de utilidad para el psiquiatra en ejercicio en el manejo de las enfermedades [mentales], a pesar de los intentos de sugerir lo contrario”.
Este fracaso ayuda a explicar por qué la gente sigue recurriendo al psicoanálisis freudiano, aunque no resista el escrutinio científico, y a una terapia mental aún más antigua, el budismo. Y explica por qué muchas personas en apuros recurren a la astrología, las cartas del tarot y otros métodos pseudocientíficos. Ojalá encuentren el consuelo que buscan.