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LA INDIFERENCIA UN FENÓMENO QUE DESVASTA LA SOCIEDAD – PERÚ
Créditos a las tesis de
José Fernando Velásquez V. y Andrea Mojica Mojica. (2008 ,2014) Colombia.
Cuánta indiferencia podemos observar en el déficit de conocimiento de realidad para desarrollar propuestas, cuánto sesgo, cuánta moda, cuánto cliché; ignoramos la realidad.
Cómo puede hacer una mujer carente de redes primarias, de entorno, de identidad, de pasado, me pregunto, ya conocerán cuál es la caracterización y perfil de este sector tan olvidado y abatido?, acaso sabrán que más de 80% ni siquiera terminó la primaria, que su servicio solo fue de trata?, que difícilmente bastaría capacitarlas, son procesos y esos procesos tienen periodo de duración , para independizarlas , hay que educarlas y prepararlas y mientras eso sucede, reincorporaremos en un entorno peligroso, hostil? Si luchamos por su independencia y queremos reagruparlas a su red primaria habría primero que ubicarla, fortalecerla, prepararla, es por eso que se requiere de un periodo provisional, temporal , para lograr ese objetivo, vivimos en un país que se enmarca en leyes, y principios y uno de ellos la defensa del Interés superior del niño, y ese niño tiene derecho a un entorno saludable, sin violencia, con identidad, a un espacio seguro y una vida digna, alegremente no se da como panacea soluciones institucionalizadas sin embargo no podemos anular las herramientas.
Si buscamos independizar, hay que bien enfocar esa intervención , sabían el 99.9% de niños y niñas que no cuentan con una red segura están expuestos a la violencia sexual?, difícilmente una madre podrá salir a trabajar y dejar a su niño en casa, a ese sector más vulnerable provee las herramientas de cuidado para sus seres queridos, los centros de acogida diurna , son alternativas que brindan seguridad emocional a la madre y al niño, pues hay que adicionarle controles y filtros, condiciones , un trabajo de fortalecimiento familiar multidisciplinario.
Desde una perspectiva política, el desarrollo de las sociedades modernas se cimentan en la participación activa de los ciudadanos que desempeñan un rol primordial en la relación entre la sociedad civil y las instituciones gubernamentales. El funcionamiento de los estados se nodula a los procesos de participación ciudadana, que articulan representación, gobernabilidad y legitimación como formas de garantizar la transparencia de las acciones políticas y el bienestar común.
Sin embargo, en el actual panorama político carecen de las condiciones suficientes para garantizar el ejercicio de una participación ciudadana activa y comprometida.
Más allá de los crecientes niveles de abstención electoral, de la compra-venta de votos y de la manipulación de los votantes, la indiferencia frente al sufrimiento o la afectación del bienestar común parece consolidarse como una actitud generalizada que cuestiona la cohesión social y la viabilidad de los vínculos.
La negación del otro como índice de una ciudadanía incompleta interroga los cimientos de la humanidad en cuanto fin compartido y plantea la pregunta por la indiferencia en el lazo social, la cual se constituye en un objeto de estudio y en motor de políticas públicas destinadas a fomentar la unidad y el compromiso colectivo.
La lucha contra la indiferencia en el plano de lo público y los efectos dramáticos de este panorama político en la subjetividad hacen necesaria una reflexión sobre los resortes de dicho fenómeno.
El énfasis ahora lo ubicaré en una característica de la indiferencia: aquello que hace que lo humano llegue a ser irrelevante para otro ser humano, se puede observar en los diferentes espacios y escenarios, pasó a ejemplificarlo:
Primero, ustedes pueden experimentar la indiferencia cuando piden un servicio en uno de los call centers o en cualquiera de los sistemas burocráticos de las entidades oficiales o en otras, por ejemplo las entidades prestadoras de servicios de salud o financieros. Allí encontramos una voluntad bien establecida para eludir lo que puede tener de personal, el pedido que ustedes hacen. Los que atienden no tienen nada que escuchar de las condiciones singulares de aquél a quien interpelan.
Segundo: ahora el ejemplo es gráfico: la pintura expresionista que todos conocen, llamada “El grito”, pintado por Eduard Munch en 1893. Una forma humana reducida que se tapa las orejas, abre grande la boca, y grita. De acuerdo a lo que he estudiado, este grito refleja la angustia personal o la protesta contra las injusticias sociales y las desigualdades económicas que acompañaron la Revolución industrial. En ese paisaje singularmente dibujado, como lo describe Lacan, hay una ruta que fuga al fondo, y en ella hay dos paseantes, dos sombras humanas elegantes, presas de sus propias convenciones y normas burguesas, que exhalan una atmósfera de represión moral. Ellas son la imagen que subraya la indiferencia frente a ese otro ser que sufre.
Tercero: Un testimonio. Para Elie Wiesel, escritor rumano sobreviviente de los campos de concentración y quién obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 1986, la sociedad que le tocó vivir estaba compuesta por tres sencillas categorías: los asesinos, las víctimas y los indiferentes. De su conferencia de fin del milenio en Washington Los peligros de la indiferencia, extraigo los siguientes párrafos.
Cuarto: la indiferencia la vivimos día a día, cuando somos cómplices de la corrupción, normalizando conductas y minimizando las responsabilidades, justificando bajo filosofías del mal menor, roba pero deja algo, cuando somos testigos de la violencia y pasamos de largo, cuando tenemos que elegir y nos ausentamos, cuando vemos un indigente o un enfermo de salud mental y no planteamos respuestas del estado para esta población. Solo nos individualizamos y proponemos alternativas en búsqueda de intereses propios y no colectivos.
Freud esbozó algo interesante respecto a la indiferencia y el amor. El concebía que entre las posibles antítesis que pueden darse en las relaciones entre los hombres, había una particular, que era la indiferencia. El afirmó que lo contrario del amor no es el odio sino la indiferencia. “El amor es susceptible de tres antítesis. Aparte de la antítesis “amar-odiar”, existe la de “amar – ser amado”, y la tercera, “el amor y el odio, tomados conjuntamente, se oponen a la indiferencia”.
El sujeto puede inscribirse en una versión fraudulenta del privilegio de ser “víctima”, al punto de llegar a la irresponsabilidad, y al impedimento para que el sujeto se implique en su proceso. La posición de “víctima”, puede llegar a ser un lugar peligroso donde el padecimiento, el temor, incluso la belleza, pueden fascinar e intimidar al otro y retenerlo. Hacerse a este nombre, “víctima”, es transformar el Nombre propio, el que se tenía antes, en algo que debe conducirse según lo determine el discurso-
Gramsci decía:
Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son cobardía, no vida. Por eso odio a los indiferentes.
La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera potentemente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad; aquello con que no se puede contar. Tuerce programas, y arruina los planes mejor concebidos. Es la materia bruta desbaratadora de la inteligencia. Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, permite la promulgación de leyes, que sólo la revuelta podrá derogar; consiente el acceso al poder de hombres, que sólo un amotinamiento conseguirá luego derrocar. La masa ignora por despreocupación; y entonces parece cosa de la fatalidad que todo y a todos atropella: al que consiente, lo mismo que al que disiente, al que sabía, lo mismo que al que no sabía, al activo, lo mismo que al indiferente. Algunos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero nadie o muy pocos se preguntan: ¿si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad, habría pasado lo que ha pasado?
Odio a los indiferentes también por esto: porque me fastidia su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos: cómo han acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone diariamente, qué han hecho, y especialmente, qué no han hecho. Y me siento en el derecho de ser inexorable y en la obligación de no derrochar mi piedad, de no compartir con ellos mis lágrimas.
Cc.JFVV , AMM.