He repasado toda la tarde en mi mente lo del fallo de La Haya y he llegado a concluir que, considerando que la delimitación estipulada implica darle a Perú todo el triángulo externo, además de parte del interno, desde lo estrictamente territorial se habría obtenido más del 70% del área solicitada. Repensándolo, quizás no es una migaja como inicialmente consideré. Lamentablemente, la parte cercana a Tacna, que es lo que motivó el reclamo, sigue muy corta. Las 80 millas sobre la que discurre la frontera marítima siguiendo al paralelo (tesis chilena) deja en la práctica la explotación pesquera más importante en manos de pescadores de Chile.
Añado algo que debo decir, y lo diré solo una vez. Me duelen Tarapacá y Arica (incluyendo la traición de los que nos dejaron peleando una guerra que no era nuestra), como me duele el trapecio de Leticia entregado a Colombia o el Acre absorbido por Brasil o la mitad del Lago Titicaca que pasó a manos de ese invento nefasto de Simón Bolívar que convirtió en país sobre la base del Alto Perú. Por cierto también me dolió el kilómetro cuadrado de Tiwinza en su momento y si les soy más sincero, hasta me duele el propio Guayaquil. Todo esto me duele. Pero soy pragmático y considero que no podemos seguir atados al pasado. Hacerlo nos castra, aunque creamos que nos hace más peruanos, en realidad nos vuelve peruanos inútiles al país.
El mejor país por construir no está ni puede estar en la historia pasada, ni siquiera invocando monumentos imponentes o culturas milenarias. Lo que me hace seguir adelante y querer a este mi país, es la ilusión que tengo cada mañana al despertarme y cada noche al acostarme, cual es, pensar que su mejor rostro está por venir, adelante, en el tiempo futuro. Quiero un país del que me pueda enorgullecer por lo que hacemos para que sea desarrollado, no por lo que me cuentan los libros de historia.
Porque aun tengo tiempo de dar un granito de arena, como tantos otros peruanos, para hacer una mejor historia del Perú si trabajamos a futuro, aun en medio de nuestros enfrentamientos y luchas, de nuestros desencuentros y rivalidades. Estoy seguro que sí es posible y no por un fallo de un tribunal o la rivalidad con un vecino, sino por el cambio de mentalidad, de chip, para orientarnos al desarrollo.
Ojalá que hoy, que cerramos la frontera final, sea el inicio de ese cambio que tiene que darse, antes que en los mapas, en el mapa mental de cada uno de nosotros. ¡Viva el Perú!