A los defensores de la libertad

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Ha corrido mucha tinta y se han dicho muchas cosas en esta extensa campaña electoral presidencial de 2011. Me parece que se ha escrito y hablado todo. En mi momento personal de recopilar reflexiones, no puedo evitar escribir esta nota final, dirigida no a los liberales peruanos, sino a todo aquél que se sienta custodio y defensor de la libertad. Libertad amenazada, qué duda cabe, por la posibilidad de que resulte vencedor el comandante Ollanta Humala.

 

A pocas horas de la histórica elección de segunda vuelta de 2011, los peruanos nos confrontamos con la posibilidad amarga de abrir el paso al proyecto geopolítico del “Socialismo del Siglo XXI”, proyecto liderado y encarnado en el mandatario marxista-socialista Hugo Chávez. Con lo cual, habremos traicionado el legado de nuestros padres fundadores, que se resistieron a convertir al Perú en una colonia venezolana, hace doscientos años.

Lo impensable, se hace factible por las inesperadas traiciones que ha sufrido la causa de la libertad latinoamericana en esta hora límite. Odios personales, envidias, racismo encubierto y simple revanchismo y hasta despecho político, han configurado un escenario increíble en el cual el país que más ha despegado económicamente en los últimos veinte años en América Latina, se vea envuelto en la amenaza de instaurar un régimen que eche por tierra los cimientos que han permitido precisamente ese crecimiento que se ha visto reflejado también en la reducción de la pobreza y la desigualdad.

Esto no se ha destacado porque, empezando por los liberales peruanos, que eran los llamados a reivindicar, como éxitos propios, las reformas estructurales de los noventa y las acertadas políticas macroeconómicas de la primera década de este siglo. Sin importar quienes eran los operadores circunstanciales, llámense Fujimori, Toledo o García Perez, lo importante es que eran las ideas liberales – que nuestros adversarios denostaron bajo el membrete de “neoliberalismo” – las que habían sostenido las políticas públicas que nos llevaron a esta expectante posición en el escenario latinoamericano. En vez de eso, muchos liberales tomaron el camino de hacerle el juego al socialismo criollo y se sumaron al desprestigio de unas políticas que habían dado resultado, con los normales elementos por mejorar y ajustar seguramente, pero que claramente marcaban el camino a seguir.

Ahora se ha producido el efecto boomerang y se ha llegado al delirio de que hasta connotadísimos liberales, traicionando la esencia de la doctrina y de su propia prédica interna y externa, han fortalecido precisamente el germen de su propia destrucción. Fluctuando entre la hipocresía, en un extremo, y el delirio esquizofrénico, en el otro, han pretendido engañar a los demás, y autoengañarse a sí mismos, presentando a un utópico Ollanta Humala transformado de un activista de revuelta de Locumba y Andahuaylas, a estadista e intelectual que es casi copia al carbón del mismísimo Milton Friedman.

Me he permitido imaginar como será la foto del 28 de julio próximo, en la asunción del mando de Humala, si éste ganara la presidencia. En el estrado, junto a Ollanta, estarán Hugo Chavez, Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega, Cristina Kirshner y Mario y Álvaro Vargas Llosa. Bueno, ya hemos visto a un Vargas Llosa de la mano de Ollanta Humala y de Alejandro Toledo en el mitin de cierre de los humalistas, así que poco de sorpresa tendría. Sin embargo, ¿no sería mejor que la foto de quien asuma la presidencia del Perú sea con gente como Sebastián Piñera, Juan Manuel Santos y Felipe Calderón?

Las circunstancias del juego democrático nos pusieron entre la alternativa de Keiko Fujimori y Ollanta Humala. Lo que corresponde a un voto maduro es pensar no a quien elegir, porque eso era la primera vuelta. En la segunda vuelta, no se elije, sino se descarta. Y se descarta emitiendo un voto por la otra alternativa, sin que eso implique un apoyo ni una concordancia con la opción privilegiada en la decisión.

Así planteadas las cosas, no puedo sino entregar mi voto a la candidatura de Keiko Fujimori. No se juegan cuestiones éticas, pues si hablamos de pasivos de ese orden, no hay quien pueda quedar bien parado, empezando por el propio comandante Humala, quien tiene personalmente acusaciones gravísimas en ese terreno, empezando por la matanza de Andahuaylas que reivindicó públicamente. ¡Madre mía!

La ética y la moral de cada quien, se demuestra en sus actos de todos los días, no al momento de marcar una tarjeta de votación. Así que no vengan con posiciones arrogantes de dar lecciones de ética y moral los que dicen que no votan por la hija del “dictador” pero promueven al que urdió, estratégica e intelectualmente, como ya dije, la masacre de Andahuaylas, en la que murieron cuatro valientes defensores del orden. Por citar sólo un ejemplo.

Pero para algunos, como Mario Vargas Llosa, un triunfo de Keiko es la legitimación del primer fujimorismo. ¿Tanto asi? Yo pensé que solamente significaba cerrarle el paso a Humala, pero el Nobel sube la apuesta. Entonces si gana Keiko, ¿será que él y la izquierda peruana ya no se deslegitimara mas a ese primer fujimorismo?

No, Mario Vargas Llosa. Los que votamos por Keiko Fujimori este domingo no reivindicaremos ni la corrupción ni el robo. Los que lo haremos, reivindicaremos la defensa de la libertad ante un enemigo concreto, del que usted como nosotros sabemos que es parte del proyecto geopolítico llamado “Socialismo del Siglo 21”. El mismo que usted y nosotros combatimos desde sus inicios. Los defensores de la libertad tenemos una cita de honor para impedir que pase ese proyecto. Y nos hubiera gustado que estuviera de nuestro lado y no traicionar nuestras esperanzas.

Es tan grande la desilusión, que ya aparecieron, en las propias filas liberales peruanas, quienes plantean si estuvo mejor que Vargas Llosa no asumiera la presidencia en 1990. Ya hay quienes se cuestionan si lo hubiera hecho mejor que Fujimori. No lo sabremos nunca. Eso es política ficción. Lo concreto es analizar lo que se hizo. Y aquí la pregunta es directa: sumando y restando, ¿los gobiernos de Fujimori de la década del 90 dejaron más bien que mal o más mal que bien? Sincerando las cosas, me parece que este es el tema de fondo.

Y aquí no tengo dudas. Si Ollanta Humala y Keiko Fujimori tienen pasivos importantes en credenciales democráticas, no es menos cierto que son herederos de dos modelos de desarrollo ya aplicados en Perú. En el caso de Ollanta, hijo intelectual del modelo impulsado por el general socialista Juan Velasco Alvarado, el mismo que se sostuvo hasta 1990 bajo la presidencia del primer gobierno de Alan García, con sus líneas centrales de estatismo, proteccionismo, aislamiento del mundo, controles de precios, industrialización por sustitución de importaciones, empresas estatales que participaban de la actividad económica de manera masiva, discrecionalidad de las normas y asistencialismo clientelista. El resultado fue la peor crisis económica en la historia del Perú, simbolizada en el 7,500% de hiperinflación de 1990. En el caso de Keiko, heredera del modelo impulsado por su padre a partir de 1990, basado en reducción del aparato estatal, inserción al mundo, promoción de la competitividad global, precios libres y estabilidad de las reglas de juego, con los resultados que han convertido a Perú en la estrella emergente en el firmamento latinoamericano en las últimas dos décadas.

Pero todo esto puede tirarse por la borda si los peruanos no eligen con la razón y se llevan de los que tienen como emblemas el resentimiento, la envidia y el odio. Y podría ser elegido el representante de Chávez en Perú. Si Humala hace en el gobierno lo que los defensores de la libertad presagiamos, y se termina reeligiendo y estatizando, no quiero imaginarme la responsabilidad política, moral y económica que van a tener que asumir quienes lo colocarían en el poder con su voto. Aun pueden recapacitar, no han hecho el mal todavía. Porque van a asumir una responsabilidad de tal magnitud que hasta sus nietos se la reprocharán.

Afortunadamente, más allá del maniqueísmo idiota de muchos intolerantes que no han ahorrado insultos para denostar a quienes voten por Keiko Fujimori tildándolos de fujimontesinistas o de cómplices con la corrupción y la violación de derechos humanos, han surgido voces sensatas y referentes importantes para apoyar esta candidatura alternativa a la de Humala. Ahora me gustaria escuchar a los que repiten como loritos lo que dicen sus “patrones” ideológicos, que digan que los ex ministros Mercedes Araoz y Alfredo Ferrero, o los ex candidatos presidenciales, el ex Primer Ministro Pedro Pablo Kuczynsky y el ex Alcalde de Lima Luis Castañeda Lossio, o intelectuales de la talla del pintor Fernando de Szyszlo o del economista Hernando de Soto, son “fujimontesinistas”. Por cierto, si su maniqueísmo los lleva a este nivel de delirio, que añadan a ese grupo de “fujimonstesinistas” a los destacados liberales Carlos Alberto Montaner, Andres Oppenheimmer y Carlos Sabino, que apoyan también el voto a Keiko Fujimori, en este escenario en particular.

En el plano del testimonio personal, estas elecciones me trasladaron a 1990. Me hizo pensar lo que éramos y lo que somos y todo lo que podemos perder en un solo acto. Entonces renuevo mi esperanza. Sí, vale la pena librar esta gran batalla por la libertad. No caben las dudas ni las poses de fariseos moralistas ahora, sino únicamente la decisión de emitir un voto inteligente. Algún día nos recordarán los que nos siguen.

Por dignidad, porque no quiero ver a mi país de rodillas ante Caracas, porque amo la libertad, porque debo consistencia a mis amigos latinoamericanos y porque soy consecuente con la lucha que le planteé a Chavez desde sus inicios, jamás votaré por su soldado Ollanta Humala. Jamás. Ojala que doscientos años después del intento de Simón Bolívar, no nos volvamos la colonia de Venezuela que era su ilusión. Por dignidad, repito, no quiero que mi país sea colonia venezolana ni que los dictados de nuestra política se emitan desde la Casa de Miraflores.

Lamento si he perdido amigos en esta elección. No pude sumarme a lo “políticamente correcto” a costa de traicionarme a mi mismo y a lo que he predicado. Aunque mil liberales hoy se sumen al lado contrario y termine yo confinado a la nada. Incluso así, elijo el camino que me tracé en esta elección.

A pocas horas de esta confrontación histórica, en medio de rumores sobre encuestas e incluso de reportes de inteligencia que aseguran que están entrando al país personajes dudosos de procedencia norteña en las últimas horas, veo con real y sincero optimismo que podemos propinar una derrota histórica al proyecto expansionista geopolítico de Hugo Chávez, al socialismo del siglo XXI y a aquéllos que lucran políticamente del atraso y la postración de los pueblos. Pues nunca triunfa el socialismo en sociedades que crecen y prosperan. Al menos, no el tipo de socialismo que refleja esa “gran transformación” que me recuerda al “futuro diferente” que solamente encarnó atraso, hiperinflación, desempleo y pobreza.

Tengamos fe y vayamos a votar eligiendo lo que haya que elegir para que la libertad gane en esta elección. Y seamos vigilantes ciudadanos después, para asegurar que esa libertad que ganaremos mañana, a pesar de todos los obstáculos que se nos han puesto al frente, se conserve cada día de los próximos cinco años, con los límites a los gobernantes, la adhesión irrestricta al estado de derecho y el respeto a la libertad individual que anhelamos los auténticos, incondicionales e irrenunciables defensores de la libertad.

Y que podamos una vez más, rescatar esas benditas palabras consignadas en nuestro himno: somos libres, seámoslo siempre.

Eugenio D´Medina Lora
Lima, 4 de junio de 2011

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