A pocas horas de que el mundo entre en pausa nuevamente, recordé esto que escribí el día de la final del Mundial de Alemania 06 hace cuatro años y que salió publicado el 10 de julio de 2006. En términos de un futbolero, fue escrito justo ayer, pues en poco, será el día siguiente a esa final, en calendario mundialista. Como si el tiempo se hubiera detenido. Mismos sentimientos y emociones, mismos errores de apreciación frente al futuro, pero también, misma rebeldía para cambiar la historia – nuestra historia – para el 2014. Comparto a continuación esas reflexiones.
Un Mundial más
Eugenio D´Medina Lora
Publicado en El Regional de Piura, el 10 de julio del 2006
http://www.elregionalpiura.com.pe/archivonoticias2006/julio_2006/julio_10/opinion_dmedina.htm
El Mundial de la FIFA me desconecta del mundo. Lo encuentro, sencillamente, el evento humano más fascinante. Y para alguien entrado en las cuatro décadas, el Mundial va siendo un recuento de la vida y de su paso inexorable.
Cuando en la inauguración del Mundial de Alemania 2006 salieron al campo los equipos de Alemania y Costa Rica, me sucedió lo que siempre me pasa cuando se da inicio a un Mundial: recordé los últimos momentos del anterior. Esos instantes en que, mientras se ve por TV la celebración del campeón, recorren por nuestras mentes las escenas mas representativas del campeonato que acaba de terminar y atraviesa nuestra alma la nostalgia por esa breve, pero intensa y suculenta experiencia de disfrutar ese inigualable ecuménico conclave que es el Mundial de Fútbol.
Recordé los dos goles de Ronaldo a Oliver Kahn y el partidazo de Rivaldo en la final, así como el que se mandó Ronaldinho contra los ingleses comandados por Beckham, la tarde que dejó llorando al arquero del seleccionado inglés David Seaman. Pero han pasado cuatro años aunque parezca casi un suspiro. Parece que para Ronaldo tampoco el tiempo pasó en vano.
Cada Mundial, me lleva a los anteriores que vi. El primero que recuerdo, el inolvidable México 70. Cómo olvidarnos de los goles peruanos a Bulgaria, un partido que resume nuestra historia futbolística: viniendo de atrás, sufriendo como peruanos, alcanzando el resultado en los últimos momentos y con los aportes de los únicos tres “grandes” de nuestro fútbol, representados en los goles de Gallardo (SC), Challe (U) y Cubillas (AL).
Después vinieron todos los demás, cada cual maravilloso a su manera. Recuerdo cuando mi viejo me llevo al cine Tacna a ver “en technicolor” la final de Alemania 74. Sin saberlo entonces, iba a ser uno de los mejores recuerdos de mi padre, haberme llevado a ver el primer partido de fútbol en color por TV de mi vida. El día que el equipo de Beckenbauer doblegó a la “Naranja Mecánica” de Cruiff, incluido su “fútbol total”.
Y cómo no recordar el segundo gol de Maradona a los ingleses en México 86. Creo que esa fue la última vez que abracé a mi madre tan fuerte como nunca y haber llorado de felicidad en ese gol precisamente. Increíble, si a ese equipo casi lo eliminamos nosotros en Nuñez a falta de nueve minutos, el día que los de mi generación seguimos llorando hasta que no veamos a Perú en otro Mundial.
Hay sinnúmero de otros recuerdos, como el gesto de Chilavert en la derrota ante Francia en el 98 o la celebración de Bebeto ante Holanda en el 94 que se convirtió en un clásico. Pero ya pasó otro Mundial y una nueva final, que volveré a recordar en la inauguración del próximo Mundial.
Confieso que no me gustan las finales de penales. Me deja la sensación de que hay mucho de suerte. Brasil debió ganarla en 1994 sin el error cumbre del gran astro italiano Roberto Baggio. Hoy Italia la gana por el error de su verdugo del último minuto en la Eurocopa 2000: David Trezeguet. Pero hoy, no sé si Francia pudo calzar mejor con ser el campeón de esta noche berlinesa.
Me conmovió el llanto de Lilian Thuram, héroe del Estadio de Francia en 1998, junto a otros héroes de esa épica: Wiltord, Trezeguet, Barthez, Vieira y, cómo no, el gran Zinedine Zidane. Lo que hizo Zizou hoy con el destemplado cabezazo al rival, que motivó su expulsión en el segundo suplementario, fue sencillamente de otro partido, de otro jugador, de otro torneo. Siempre nos quedará la duda de si él debió tomar el lugar de Treseguet en ese fatídico segundo penal frances. Seguramente Zizou lo pensará muchos años, como imaginará para sí, que él pudo levantar esa copa en vez de Fabio Cannavaro.
Otra tragedia es la del gran ausente. Brasil debió estar en esta final. Me equivoqué junto a millones de personas en el mundo que pensábamos que veríamos a Brasil coronándose frente a Alemania. Nunca entenderé qué sucedió en ese partido contra Francia. Nunca entenderé como “resucitó“ Zizou. Nunca comprenderé por qué Ronaldinho se olvidó de jugar. Nunca más haré un pronóstico para un Mundial.
No puedo evitar la “nostalgia del último día”. Es como si la ventana se volverá a abrir en cuatro años más. Lo que pasó en esta final, ya es parte de la historia grande de millones. Nos quedarán las postales, que pasarán a ser parte de los videos de las próximas canciones de los mundiales por venir. Como tantas otras postales. Y para tantos otros mundiales, por los que veremos y por los que ya no veremos.
Aun con esta nostalgia, agradezco a Dios sentir esto por el fútbol. Espero que para el próximo, no sigamos condenados a “convertirnos” en brasileros o argentinos, gritando sus goles y aparentando que los sentimos propios. Por eso, seamos un poco subversivos y convenzámonos que podremos hacerlo en cuatro años más.
Hoy volvemos a cerrar una página pero habrá un mañana. Despertaremos en Sudáfrica en el 2010. Entre tanto, soñemos y no dejemos de soñar.