Los toros y el medio ambiente

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La opinión vertida por el profesor PUCP Antonio Orosco en la entrevista titulada “Corridas de toros: ¿civilización o barbarie?” publicada en Punto Edu (http://www.pucp.edu.pe/puntoedu/index.php?option=com_opinion&id=2434) ha sido valiente y oportuna para traer nuevamente a debate el problema de las corridas de toros. Su enfoque me ha parecido especialmente interesante porque relaciona las corridas con los asuntos ambientales, lo que me hizo recordar un artículo que escribí hace poco más de catorce años relacionando ambos conceptos. Los transcribo en este blog, con la salvedad de que ahí hago alusión a personajes que por 1995 eran noticia y hoy quizás muchos jóvenes ni sepan quienes son.

Comparto ese artículo para sumarme al debate, no sin antes destacar la valentía del profesor Orosco y resaltar que la nutrida avalancha de comentarios (casi medio centenar hasta el momento de publicar este post) confrontan como siempre a quienes defienden a los animales con los conservadores apologistas de la muerte, hecha espectáculo de sociedades decadentes.

A continuación va el artículo de 1995.

Los toros y el medio ambiente.
Eugenio D´Medina Lora

Artículo publicado el 28 de octubre de 1995 en el diario “Gestión” de Lima, Perú.

En la primera semana de octubre se realizó en México la Conferencia Internacional Anti Taurina patrocinada por cerca de trescientas organizaciones protectoras de animales del mundo entero, con el fin de promover la prohibición de las corridas de toros. Coincidentemente, justo en el mes en el que en el Perú se celebra una feria que, paradógicamente, evoca la Sagrada Imagen del Señor de los Milagros en una extraña y contradictoria referencia precisamente a Quien la fe católica reconoce como el Creador de las especies

La reflexión sobre estas acciones en el actual contexto de modernidad que vivimos nos lleva a preguntarnos qué estamos promoviendo cuando pontificamos por la ecología. Cuando decimos que es conveniente proteger el medio ambiente, estamos reconociendo implícitamente que los seres vivos tienen un derecho a mantener sus condiciones de vida. No se hace ecología de los seres inanimados. No se cuestiona la explotación de minerales por consideración a los yacimientos de cobre, sino por su impacto negativo en las condiciones de vida de las especies, incluyendo plantas, animales y seres humanos. En consecuencia, la ecología no es sólo una moda para lucir polos con motivos de Greenpeace. Es una actitud ante el mundo, toda una cosmovisión, sostenida en el respeto a los seres vivos por el hecho mismo de serlo. Y en este sentido, el humanismo es un concepto incluido totalmente en el ecologismo, de la misma manera que la física de Kepler y Galileo fue absorbida por la de Newton, y ésta por la teoría de la relatividad de Einstein.

No es posible ser, en consecuencia, ecológico y al mismo tiempo aficionado a las masacres de toros o de gallos o de perros. Tampoco es posible fungir de humanista en tales condiciones, porque el respeto de la condición humana exige mostrar esa misma humanidad con los seres que tienen menor poder que el ser humano. Y podríamos extender estas consideraciones al campo de la religiosidad y la democracia. Sin ningún problema y ninguna contradicción.

Pero sí existen muchas contradicciones entre los que pretenden encontrar visos de altruismo en estas bárbaras actividades. Un ejemplo se tiene en los que pretenden elevar a las masacres taurinas a la categoría de arte o a la exaltación suprema del valor. No puede haber arte dónde haya muerte del mismo modo en que no puede haber muerte de inocentes en nombre de la justicia social. En cuanto al valor, sería interesante y sumamente ilustrativo que aquellos que presumen de valientes porque se “enfrentan” a criaturas de cientos de kilogramos, se metan en un ring de box con Mike Tyson, claramente menos pesado y sin afilados colmillos, para que nos muestren cuán valerosos son y de qué verdaderamente están hechos.

Claramente se trata de argumentos para justificar pingues ganancias obtenidas por suculentos negocios eslabonados alrededor de las matanzas de estos animales. Criadores, ganaderos, toreros, municipios y otros se disputan cada tanto el botín generado por estas actividades y disfrazan de fiesta popular o arte lo que en realidad es un espectáculo cuya barbarie acaso sea comparable a la de las antiguas luchas de gladiadores del circo romano.

Pero faltan otros actores en este desfile falaz. Para estar a tono con los tiempos los propulsores fundamentalistas del libre mercado, en su versión más anárquica aunque felizmente minoritaria, defenderán estos eventos considerando que, al existir una demanda y una oferta, la eficiencia del mercado “ordena” que se dejen las cosas como están. Que en todo caso, los interesados se auto censuren, pero que no intervenga el estado estableciendo una prohibición, como si de motu propio estuvieran dispuestos a renunciar a sus beneficios. Después de todo, hay que defender el derecho a pensar y sentir como a la gente le plazca, desconociendo el concepto de externalidades que se niegan a incorporar en sus análisis.

La diferencia entre la actitud de Chirac y el apoyo a las masacres de animales no es conceptual. Es sólo cuestión de grado. Las bombas nucleares son percibidas por la conciencia colectiva como nocivas y evocan a Hiroshima y Nagasaki. Las bombas son espectaculares y matan masivamente. Además la publicidad ha sido efectiva en señalarlas como brutales atentados contra la vida. Las masacres de animales generan muerte a menor escala y son manejadas con un marketing que vende no sólo espectáculo sino estatus social. Pero el denominador común es el mismo: el desprecio por la vida misma. Es una actitud tanática, autodestructiva, suicida. Y, por lo tanto, bárbara e incivilizada.

La pacificación como proceso social no queda en la aprensión de unos delincuentes ni en llenar las ollas de los más pobres. Pasa, además, por una educación para la vida, por el respeto a los más débiles. Por la no prepotencia, por la tolerancia y el elogio del éxito. Cuidar nuestro medio ambiente es proteger la paz, entre los hombres y por otro lado, entre el ser humano y la naturaleza. Nada de esto será posible si no se interioriza la idea de que sólo en un mundo de paz podremos alcanzar verdaderamente el desarrollo y podremos llamarnos con justeza, civilizados. O simplemente, lo que ya sería bastante, humanos.

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Un pensamiento en “Los toros y el medio ambiente

  1. Gianfranco M. V.

    No quiero añadir refrito a lo que ya quedó más que claro en este argumento. Solo agregaré dos grandes ejemplos que lo que es para este Gobierno y, en general, para nuestras autoridades, el "Ecologismo" y la "Democracia"….

    1) El pasado sábado 27 de marzo se realizó La Hora del Planeta. Y al Gobierno, tanto nacional como municipal (de Lima), no se le ocurrió mejor manera de celebrar tan noble evento que realizando un gran evento en la plaza de armas. Entonces, media hora antes del evento, a las 20 hrs, el Gobierno realizó un espectacular juego de luces, cuando el objetivo del evento era "no consumir energía eléctrica" durante una hora para darle un gran respiro al Planeta. Pero no, el Gobierno se surró en el espíritu del evento y gastó cuanta energía se pudiera media hora antes de que las luces se apagaran, como para resarsir a las compañías eléctricas de la energía que se dejaría de gastar durante la hora subsiguiente. Qué vergüenza, qué verhüenza. Pero así procede nuestro magnífico Gobierno de "desarrollo"…

    2) Nuestro Gobierno -sí, otra vez el Gobierno, tan ilustre este-, se ha coronado ya como el gran violador del respeto, pues con la sustitución de una estrofa de nuestro Himno Nacional por una antigua, donde dicta esta "renovemos el gran juramento que rendimos al dios de Jacob" está insultando pues a los demás peruanos que no profesan ni deberían porqué profesar la religión cristiana. Entendemos por peruano a aquel que es cristiano, protestante, judío, islámico, agnóstico, ateo, budista, hinduísta, animista o etc. Hacer que un islámico y animista o ateo cante y entone con fervor patriótico esa estrofa es un insulto hacia su integridad social… ¿Cómo un Hare Krishna o un animista se podría sentir identificado con ese himno, si dicha persona no profesa la religión del Dios de Jacob? La misma falta de respeto demuestran nuestras autoridades cuando asisten al famoso Te Deum o ccuando Cipriani asiste a conmemoraciones oficiales de gobierno. ¿Por qué se le da beneficios a la Iglesia Católica? ¿A caso TODOS los peruanos somos cristianos, y más aún católicos? Pues no… Y he allí un bonito ejemplo de lo que nuestras autoridades comprenden por "democracia"…

    Y, bueno, a estas dos largas ejemplificaciones podemos añadir el hecho de que el Gobierno no pena a quienes comercializan con seres vivos: tortugas, perros, gatos, mariposas, monos, serpientes, tarántulas, tec. ¿Cómo hablar de democracia si aún hay esclavitud animal? Que estemos en un Sistema de Mercado Libre no quiere decir que por ello debamos pasar por encima de la Integridad de los demás seres vivos. No podemos comercializar con seres vivos. Se compran objetos, no seres libres…

    Saludos.

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