Abrupto despertar

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Vamos, papá, une los puntos de mi cuello. ¿Cómo? A qué puntos te refieres, de qué estás hablando?. Sin decir nada más, en ese momento, Sebastián, con uno de sus pequeños dedos señaló la parte izquierda de su garganta, como quien señala la mordida de un vampiro, para apuntar luego hacia el otro lado de su cuello. Une estos dos puntos con tus dedos. Está bien hijo. Pero dime ¿qué está pasando?. Silencio. nos pueden oir – dijo en un tono muy bajo y sorprendido de que su padre hablara tan alto-.

Luego, con algunas señas, pidió que su papá, con sus dedos, hiciera un círculo alrededor de sus labios rodeando por completo su boca. Y, como si se tratara de un rito mágico, tan pronto sintió el dibujo de la elipsis en su cara, Sebastian se sintió liberado. Fue entonces cuando, nuevamente en voz baja pudo confesarlo. Cuando abro mis ojos, noto que se mueven por las paredes de mis pupilas. Las he visto deslizarse entre las venas de mis ojos, suben y bajan muy rápido. Creo que son como pequeñas arañitas que se trasladan en la sangre y recorren mi cuerpo usando como vías mis venas, arterias y vasos capilares. Por eso debo mantener los ojos cerrados.

Cuando el cielo cambiaba de color, y el tibio resplandor del nuevo amanecer amenazaba la débil resistencia de la noche, se dieron cuenta que algo raro estaba sucediendo en la mente de Sebastián. Cierta electricidad y magnetismo se sentía en la habitación aquél día. De pronto, el flujo de sangre en las venas se incrementaba, y con ello se hacía más probable que aquellos seres traslúcidos se movilizaran con mayor rapidez a través de las vías que eligieron para dominar, desde el interior, el cuerpo de Sebastian; quien podía sentir, aun sin verlos, el movimiento de estos pequeños seres trepadores que en la sangre encontraron el plasma que los mantenía y alimentaba.

Al parecer, Sebastian, a sus ocho años, no era consciente de ello y, si lo era, encontró la forma de combatirlos y atacar sus puntos vulnerables. Claro, las marcas en la garganta podrían ser el lado débil de estos seres y, al presionarlas se les corta su acceso al cerebro. De esta manera, quedarían aislados y sin posibilidad de comunicación.

Pero, por el contrario, si los “puntos” eran pequeños agujeros de desfogue por donde Sebastian eliminaría la sangre infectada y con ello a sus pequeños invasores, porqué solicitó que sean cerrados y tapados en forma simultánea?. Una opción, aunque desalentadora, era que estos seres microscópicos no sólo invadieron su cuerpo sino que, además, ya controlaban su cerebro y a través de él todo su ser.

Sin duda, era un momento de muchas preguntas y pocas respuestas, Sebastian parecía desmayar y cayó nuevamente entre los brazos de su padre señalando, por segunda vez, su cuello. Vamos papá une los puntos de mi cuello. Fue entonces que sintió un fuerte abrazo y escuchó que su padre le decía. Hijo, vamos, despierta, ya son las 6 de la mañana. Apúrate porque si yo logro estar listo primero que tú, te haré “Jaque Mate”.

J.Quilcate.

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