Sonaba impopular exhortar a la “desaavedrización” de la discusión sobre el tema de la Cuestión de Confianza (CdC) a propósito de la eventual censura del buen Ministro Saavedra, pero creo que lo ocurrido confirma la posición. Haber pensado en un escenario distinto al que existe ahora, ministro casi censurado, fue ingenuidad y consecuencia de no tener claro ni las metas ni los métodos. Y eso, como en todo, pero en particular en la política, es fatal.

Algunos temas en medio. Independientemente de las dificultades procedimentales que presenta la CdC, que considero no son insalvables a pesar de importante opinión, por ubicarse como mecanismo político del Ejecutivo que busca igual confianza a partir de un hecho o persona, es un mecanismo perfectamente político constitucional. Descriptivamente en Facebook y con opinión en Twitter, don Fernando Tuesta nos lo confirma recientemente. En mi entender, el tema de la CdC se ha leído y mal para salvar distintas situaciones que aparecen como única. Mi posición es que la CdC sirve para solucionar un problema mayor de gobernabilidad, mientras que la otra posición, detractores y apoyadores, la limitan a la defensa de Saavedra, de la Educación en el Perú y de la nueva Ley Universitaria. Esta confusión es, en mi opinión, peligrosa y sacrifica temas que podría interesar al país en general, donde incluyo a gobierno y oposición.

La confusión sólo será positiva políticamente, porque:

  1. Hace mucho tiempo no sucedía que un representante del poder institucional genera tanta simpatía. En ese sentido, al poder democrático institucional siempre le hace bien esto, en momentos donde los poderes de hecho compiten con él para deteriorarlo y subordinarlo.
  2. Pone en debate como política central de Estado a la Educación, no hay desarrollo posible sin una educación democrática e inclusiva, determinada a formar ciudadanos.
  3. Ataca al modelo educativo de las Universidades “chicha”, evidenciando los límites de una actividad avalada por el Estado, sector que ha sacrificado sus propósitos por dinero.

Sin embargo, esto tienes sus límites:

  1. Que la Educación y la nueva Ley Universitaria dependa de un individuo puede ser una apuesta peligrosa. Vista la interpelación, quedaríamos tranquilos que no se ventilan otros temas a los dichos ahí, pero que bien podrían aparecer en un Perú donde se inventan cosas, hay chuponeos, se ha vulgarizado la importancia de la intimidad e instalado la cultura de la “transparencia” a lo Assange, temas que podría destruir mediáticamente al buen ministro. Y esto podría hacer que el destino de la persona se una a temas de tanta trascendencia como los referidos.
  2. La Educación y la Ley Universitaria tienen ejes propios de defensa. Si hasta gremios han presentado sus preocupaciones por el tema, entonces queda claro una preocupación social que supera la individualidad de una persona. El Perú ha tenido otras épocas de prosperidad que no se han traducido en el desarrollo importante, que no sólo es económico.

PERO ESTE ESCENARIO SIRVE. Veamos cómo

Queda claro que esta censura, otro mecanismo constitucional válido, se ha identificado, entre sus promotores y adversarios, en la clave de la confusión. Es verdad también que no hay antecedente de esto, que la censura de un ministro encarne tanto, como lo señalan varias personas autorizadas. Pero también es verdad que no hay mucho (o no existe) antecedente este desequilibrio político en el Congreso. Es más claro ahora que la abismal diferencia en la representación nacional no expresa fehacientemente la pluralidad social. Es una de las consecuencias de estas raras elecciones que hemos sufrido recientemente (sustancialmente por la injerencia de la autoridad electoral, respecto de la cual alguna propuesta de reforma política pretende darle más poder todavía). No fue un error matemático el resultado electoral del fujimorismo en cuanto número de representantes, pero es válido afirmar que en el Perú no hay 60% de fujimoristas, porcentaje que aproximadamente expresa el número de sus congresistas en el Congreso. Y menos en este tema educativo.

Si esto es así, pues la CdC debe ser un medio para equilibrar la institucionalidad democrática. Eso afirmo. Si se tiene que ir el buen ministro Saavedra, por la desaprobación de la CdC y no sólo por la censura, en buena hora si ello trae como consecuencia un Congreso más cauto y percibido en equilibrio con el Ejecutivo. Veo muy lejana las lecturas apocalípticas del conflicto. Es más, una consecuencia posible para el fujimorismo es ubicar el centro de su poder parlamentario en el propio Congreso y no con una agenda que se podría construir exclusivamente afuera. Y un comportamiento con responsabilidad política, puede servirle electoralmente en el futuro.

Si no se corrige el desequilibrio y ahora, habrá distorsiones en el mundo del poder de consecuencias impensadas. La demanda ciudadana del poder se redirigirá a donde está el poder real. Y para tratar temas del Ejecutivo iremos a buscar al Legislativo. Las divisiones competenciales del Poder, conquista del Estado Constitucional, se perderán. El camino al deterioro institucional y la corrupción, es inevitable. O no recordamos aquellos tristes tiempos, lamentados por el propio fujimorismo, donde para tener una sentencia de la Corte Suprema ibas a Chorrillos y no frente al Sheraton, en el Palacio de Justicia.

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