EN EL OJO DE LA MEMORIA

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PUBLICACION:El Comercio
FECHA :10/12/2006
EDICION :Nacional
SECCION :CONTRACORRIENTE
PAGINA :A27
FUENTE :MIGUEL ANGEL CARDENAS M.
TITULAR :En el ojo de la memoria
BAJADA :CONMEMORACIONES. EL OJO QUE LLORA SE LLAMA LA ESCULTURA-MEMORIAL UBICADA EN EL CAMPO DE MARTE, QUE SE HA CONVERTIDO EN UN SANTUARIO PARA TODAS>LAS VÍCTIMAS DEL CONFLICTO ARMADO DE 1980 AL 2000.

LIKA MUTAL, LA ARTISTA QUE LO CONSTRUYÓ, LO HA CREADO COMO UN LABERINTO SANADOR
Fue como una pedrada en ojo completo. El laberinto se abría ante ella, incesante pero magnánimo. Y ella, madre de interminables asesinados y desaparecidos, lo recorría conmocionada, leyendo a tajo abierto todos los nombres escritos en las piedras.

Era 28 de agosto de este año y se celebraba el tercer aniversario de la entrega del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Una psicoanalista pasó por su costado y ella le dijo desasosegada: “¡Yo tengo dieciséis muertitos y no puedo encontrarlos a todos!… veo diez nomás”. Y ambas buscaron los nombres restantes por horas hasta que los hallaron entre las piedras más esquinadas, en medio de un abrazo hecho de hilo de Ariadna.
Ingresar a un laberinto es uno de los ritos ancestrales más hechizantes de la historia de la humanidad. Es el arquetipo de la peregrinación, de la superación del miedo a estar perdido, al sinsentido (para Borges es el símbolo de la unánime perplejidad).

VER GALERIA…“¿Es un cementerio?”, pregunta Kathy de 12 años, una escolar conducida por una guía de Aprodeh hasta la entrada, cuando comienza el recorrido que dura 45 minutos hasta la piedra sagrada. A mitad de camino, ella se desesperará: “Mi mano me pesa, me duele”. Aunque parezca una historia de aparecidos, ella había cambiado de lugar una de las 31 mil piedras con los nombres de todas las víctimas de la guerra contra el terrorismo. “Ya no lo vuelvo a hacer, perdónenme”, le diría al aire y a su mamá,que no le creería.

Desde su inauguración el 28 de agosto, este memorial se ha convertido en un centro de visita, catarsis y sanación espiritual impactantes. Otra escolar de cuarto de media tiene una flor en sus manos y mientras sus amigos las dejan en la piedra con algún homónimo curioso, o en quien tenga su edad, o “manya, hay un Baldeón que murió y tenía 0 años, pobrecito”, ella desenfrenó su sensibilidad y la dejó encima de una piedra en blanco: “Es para un desaparecido no identificado que no tendrá nadie que le deje rosas”.

Es por eso que muchos familiares sin cuerpo al que visitar solo tienen esto.
Los 1 de noviembre llegan aquí, como a un mausoleo de su memoria.

Aquí un vigilante de la feria artesanal del costado del Campo de Marte viene
a visitar la piedra con la inscripción de Iris Kukuli Campusano, la hija que denunció con valentía a los policías de Huancayo que lo detuvieron a él. Y que en venganza apareció con siete balazos después. Él intenta traer siempre a su esposa, torturada como él, y que se está quedando ciega.

De manera más contenta llega Raida Cóndor, madre de Armando Amaro Cóndor, o de los estudiantes de la Cantuta asesinados. Sus nietos juegan y se divierten volviendo a escribir los nombres que se despintan por la erosión. Es enigmática la conmoción de energías que convergen en las piedras. Por eso, hasta aquí han llegado tanto estudiantes universitarios del extranjero como lamas budistas descalzos, protestantes con los ojos cerrados o monjas católicas en caminata-oración. Y, como están presentes todos los nombres de las víctimas, también los policías y militares caídos. Otra escolar, una chica del colegio Fanning, no encontraba el nombre de su padre, un policía héroe. Y, con una investigación justa, lo escribió en una piedra en forma de huevo de navidad la mirífica Lika Mutal, quien creó el laberinto que lleva a El Ojo Que Llora.

HALLAZGO DE LAS PIEDRAS

La indignación fue el guano que fructificó su magia. Acababa de entregarse el Informe Final de la Comisión de la Verdad e insanos políticos hablaban barrabasadas. A Mutal le salían lágrimas de los oídos: “No lo podría creer, eran demasiado insensibles con lo que había pasado en el país”. Ella nació en Holanda, vive en el Perú hace 38 años y la tragedia terrorista se hizo también agua en su sangre.

Lika vino haciendo teatro, pero aquí se decidió a estudiar Escultura en la Universidad Católica, con Anna Maccagno. Y la piedra llegó a ella con sed en el cerro de Amancaes, “yo no sabía qué me llamaba de ella, pero quien me enseñó todo lo que hay que conocer es un picapedrero increíble llamado Juan Arias”.

Y se fue identificando con lo que la gente de la sierra llama ‘munay’: la inteligencia del corazón: “que está en todo, en el ambiente, en la piedra, no es algo con la etiqueta de pagano, sino que tiene ese sentimiento más intenso de las religiones de la naturaleza”.

En 1982, Lika pasó un mes entero entre las piedras cusqueñas, sobre todo en el cerro de Lacco, un sitio precolombino con dos serpientes fértiles en las paredes. Allí abajo de un hueco en el techo de la montaña sintió, perpendicular, la luz del sol primero y de la luna después; y renació, entre las piedras, sacándose los velos y encendiendo las velas de los ojos… “Ellas llegaron a ser emisarias de la naturaleza; yo empecé usándolas para plasmar mis ideas, pero mi discurso se fue haciendo más silencioso”.

Una fiebre malta en conjunción con una tifoidea le encamaron los pasos: “no podía caminar, me debilité tanto, tuve mucho tiempo para pensar mi trabajo, sobre las posibilidades espirituales del arte”. En el año 2003, Lika pare la exposición “Magma y Madre” con una piedra ancestral rodeada por amatistas en un cuarto oscuro, que tuvo el impacto de un (g)rito. Esta piedra enorme la había extraído de un sitio secreto, “con una energía especial… porque fui concibiendo el arte como un instrumento para sanar”.

Y de allí fue precisamente donde halló al Ojo Que Llora y se lo trajo como una piedra filosofal.

PIEDRA ALADA

El Ojo descansaba años en su taller a la espera de su designio. Un día llegaron a su casa unos sacerdotes queros -los más antiguos representantes de la religiosidad inca- vieron la gran piedra en estado puro y con una inmortal seguridad-seriedad le dijeron que pertenecía al linaje del Apu Ausangate.

“Me dijeron que era una piedra sanadora y ellos saben lo que dicen porque curan con unas piedritas llamadas cuyas”.

Pronto el Ojo de roca estaría en el ojo de la tormenta. “Todo se desencadenó cuando vi la exposición fotográfica ‘Yuyanapaq’, fue tan increíble, esa simbiosis entre la casa, la luz, el duelo, que a todos nos conmovió”. Y el Ojo lloró: “La piedra encontró un tema a su altura: la Madre Tierra que llora por lo que hacen sus hijos”.

Solo faltaba trabajar la roca que serviría de pupila, que Lika encontró en la Bahía de la Independencia, en Paracas. “Invité a esta piedra para hacer ese papel e hice la conexión a través de ella para que saliera el agua”.

Lika concibió la escultura en medio de un lugar sagrado e hizo un diseño inspirado en el Laberinto de Chartres, construido en 1220 en Francia, con una geometría divina, lunar,dedicada a lo femenino. “La catedral está sobre un sitio precristiano que honra la espiritualidad de la tierra y que era lugar de adoración de una virgen negra, lo que de alguna forma se asemeja al respeto y culto a la pachamama peruana”.

Se acercó a Salomón Lerner y con la ayuda de la Municipalidad de Jesús María encontró un lugar en la que sería La Alameda de la Memoria (inconclusa todavía).

Y empezó una gesta indecible: Recogieron miles de cantos rodados del mar de Chancay y, con la ayuda de obreros, los colocó en dirección del Ojo, en forma de ríos serpenteantes mirando hacia el sur, hacia La Cruz del Sur.

“Pensé en el río Huallaga donde desaparecieron miles de personas. Y diseñé el laberinto como una estrella de 13 puntas”. Los círculos son símbolos universales de la unidad y el infinito (junto a las piedras que decía Jung representan: lo indestructible, donde se encuentra el secreto de las cosas).

El laberinto posee doce círculos, “que se pueden computar de tres por cuatro, siendo tres el número del cielo y cuatro, el de la tierra”. En sus extremos están representadas las fases de la luna y los espacios vacíos están rodeados por millares de piedritas de mármol llamadas brescia, de color morado: “Símbolo del Señor de los Milagros y del color alquímico de la transmutación”. Escribir los números fue una labor vallejiana de diez meses, donde participaron monjas de clausura de la Confederación de Religiosas (“había una que estuvo en la otrora Yugoslavia y que trataba a las piedrascomo hermanas”), amas de casa, estudiantes, intelectuales, diplomáticos como la esposa del embajador de Sudáfrica. “Que algo individual se tornara en colectivo le dio un sentido profundo a la obra”.

El 29 de marzo del 2006, Lika estaba sola escribiendo el último nombre en la postrera piedra. Era la de una niña de 3 años llamada Sharon Rossi Zúñiga, asesinada en Tingo María. Esa noche tuvo un sueño: Estaba sentada en el centro de un gran círculo formado por muchas personas que irradiaban luz, “entonces un hombre con sombrero de campesino, se acerca y se inclina hacia mí en actitud de escucharme. Ante él me quejo de lo difícil que ha sido todo, le pido consejos y él me contesta mirándome, sin palabras, llenándome de una paz que no puedo describir, pero que puedo evocar hasta ahora”. La mitad de esa paz inefable se siente cuando se llega al centro del laberinto, ante el Ojo Que Llora. La otra mitad se enraíza cuando uno se retira de él. Sin saltearse: por el mismísimo laberinto por el que ingresó.

SEPA MAS

La Coalición Internacional de Museos de Conciencia en Sitios Históricos es una red creada en 1999, con sede en Nueva York. El Memorial El Ojo Que Llora forma parte de esta red desde el 7 de noviembre del 2006. También pertenecen a esta coalición Villa Grimaldi en Chile, Memoria Abierta en Argentina. Y la District Six Museum, en Sudáfrica, que recuerda la desaparición forzosa durante el apartheid; el Gulag Museum de Rusia, el único otrora campo de trabajos forzados preservado en Rusia, y el National Civil Rigths Museum, el sitio donde fue asesinado Martin Luther King Jr.

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