La esquina apagada de la habitación menor le provocaba un tenue cosquilleo sobre su espina dorsal. Nadie se había atrevido antes a buscar algo en aquel rinconcito. Él no sería el primero. Giró hacia esa persona que lo observaba desde hace rato.
-La muerte ha venido las dos noches anteriores- Sus palabras tardaron, pero llegaron. Él no supo que responder y la saliva empezaba a molestarle -Creo que es hora de irme ya- ¿Estaría realmente satisfecha con todo lo que había logrado en su vida? Esta y otras preguntas similares empezaron a llegar junto a esos días en los que predecir el año y la causa de tu muerte era cosa de siempre, en los que el chocolate era la comida principal y los venados, los compañeros más fieles, días de leer a Cortázar y descansar un poco más de la cuenta, bueno hubiera sido soñar en una noche boca arriba.
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