Conservadurismo político: algunas reflexiones

Lata de conservas

Una lata de conservas tiene como función preservar la integridad y las propiedades de su contenido durante el lapso de tiempo más largo que sea posible. Dentro de la lata, el producto se mantiene tal y como fue envasado: no cambia, protegido en el interior se mantiene inalterable. Pese a ello, toda lata de conservas posee una fecha de caducidad, luego de la cual, el contenido empieza por modificar sus propiedades y progresivamente se deteriora hasta descomponerse, convirtiéndose así, en algo distinto a lo que originalmente fue.

En el plano social, recurriendo a la metáfora de la lata de conservas, las posturas o ideas conservadoras intentan preservar ante todo, las condiciones y los sistemas sociales y políticos en su versión más tradicional: las cosas deben permanecer tal y como siempre han sido. Sin embargo, y para la incomodidad de las posturas más conservadoras, podemos sostener que en lo social lo único permanente es el cambio y la evolución.

Toda postura conservadora, por más que se empeñe en preservar unas condiciones sociales dadas, tendrá su propia fecha de caducidad. El cambio social, plagado de incertidumbres, resulta ser en la mayoría de los casos, más poderoso que la permanencia y la estabilidad.

Jan Marc Rottenbacher
Miembro del Grupo de Psicología Política de la PUCP
Lima, 10 de abril de 2012.

Desde un enfoque tradicional, la ideología política es vista como un continuo que va desde una ideología de izquierda hasta una de derecha o su equivalente: liberalismo/conservadurismo. Los conservadores, a diferencia de los liberales, se caracterizan por ser renuentes al cambio, así como por aceptar y justificar la inequidad (Bobbio, 1996; Jost, Federico & Napier, 2009). Además, algunas personas políticamente conservadoras tienden a ser, también, autoritarias, lo cual involucra componentes actitudinales como la agresión autoritaria en nombre de las autoridades percibidas como legítimas, la sumisión ante la autoridad y un alto grado de convencionalismo (Altemeyer, 2004).

El conservadurismo político ha sido asociado a una serie de fenómenos psicológicos, como por ejemplo: rigidez mental y bajos niveles de empatía (Cosme, Pepino & Brown, 2010), el prejuicio hacia grupos que amenazan las convenciones sociales o la jerarquía social (Duckitt, Wagner, du Plessis & Birum, 2002), el apoyo al sistema económico neoliberal, el apoyo a la agresión militar (Dambrun & Vatuien, 2010), el apoyo a la pena de muerte (McCann, 2008), entre otros.

Investigaciones recientes sugieren un modelo en el cual las ideologías conservadoras se adoptan, en parte, porque satisfacen ciertas necesidades psicológicas (Jost, Glaser, Kruglanski & Sulloway, 2003). La sensibilidad hacia estas necesidades psicológicas varía en función de cada persona y aquellas personas con una mayor sensibilidad hacia éstas, tenderían a responder en forma de conservadurismo político. Además de ello, se ha encontrado que determinados estímulos ambientales activan dichas necesidades: la percepción de incertidumbre y amenaza. Bajo esta lógica, las personas intolerantes a estas situaciones reaccionan en forma conservadora con el fin de recuperar el control y la seguridad, así como para reducir la incertidumbre. Dicho fenómeno también ha sido denominado reacción autoritaria (Oesterreich, 2005). Asimismo, también se produce el efecto inverso, los conservadores, en comparación con los liberales, son más proclives a percibir incertidumbre y amenaza (Stitka, Bauman & Mullen, 2004).

Aplicado a la realidad, este modelo nos proporciona un marco para entender determinados escenarios políticos. Un buen ejemplo es la actual crisis diplomática por el programa nuclear de Irán en los cuales están involucrado EE.UU., Israel y la Unión Europea (UE). Creo que es importante aquí notar como distintas percepciones respecto a una serie de eventos produjo respuestas sumamente divergentes en la práctica. Este programa nuclear ha generado un clima de incertidumbre e inseguridad en estos países, a pesar de que no existen pruebas concluyentes y cien por ciento fiables de que el programa nuclear sirva para la producción de armas nucleares. Aún así, los sectores conservadores de Israel (Estado que ya tenía muchas tensiones con el gobierno iraní) están convencidos de que el programa nuclear representa un peligro muy serio para la seguridad mundial. Estos fueron los primeros en declarar que están dispuestos a iniciar una guerra contra Irán e incitaron también a otros países a iniciar la guerra (especialmente a su aliado EE.UU.). La reacción de EE.UU. y la UE fue, en este sentido, menos drástica; estos iniciaron un embargo y trataron de disuadir a Israel de iniciar una guerra.

A mi parecer, la respuesta de los sectores conservadores de Israel es un claro ejemplo de una reacción autoritaria motivada por una alta percepción de incertidumbre y amenaza. En este sentido, la respuesta de EE.UU. y la UE puede ser considerada como menos conservadora o más liberal dependiendo de cómo se la quiera ver.

En particular, creo que la forma en que reaccionó EE.UU. habría sido muy distinta si su jefe de Estado habría sido un republicano (que pueden ser considerados más autoritarios y conservadores) en lugar de un demócrata. Esta creencia se basa en las declaraciones de Newt Gingrich (candidato del Partido Republicano para la presidencia de 2012), en las que afirma que si es elegido, apoyaría a Israel en la guerra (Europa Press, 2012). Otro hecho aún más convincente es la reacción que tuvo el ex presidente republicano George W. Bush, al iniciar la invasión de Irak en el 2003 por la supuesta posesión de armas de destrucción masiva, las cuales nunca fueron encontradas.

Así, existen muchos ejemplos en los que situaciones de incertidumbre y amenaza generan distintos tipos de respuestas, siendo estas más radicales y agresivas en el caso de países en los que el sector más conservador predomina. Finalmente, creo que es importante fomentar actitudes más críticas en las personas para que éstas puedan regular sus percepciones de amenaza e incertidumbre, así como fomentar una mayor apertura al diálogo.

Mathias Schmitz
Miembro del Grupo de Psicología Política de la PUCP
Lima, 10 de abril de 2012.

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