LA PRÓXIMA VENTAJA COMPETITIVA

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La Inteligencia Artificial (IA) liderará la nueva ola de disrupción digital. Si hace sólo un año nos maravillábamos de cómo una máquina de Google batía al 18 veces campeón mundial de Go, el coreano Lee Sedol, esta semana hemos conocido que la nueva versión del mismo algoritmo ha ganado por 100 a 0 a la versión de hace un año. Y lo ha hecho aprendiendo Go sin intervención humana: observando partidas y jugando contra sí misma. El progreso en la IA es exponencial, y avanza en diferentes frentes. Los algoritmos digitales tienen crecientes capacidades cognitivas, en atributos asociados exclusivamente, hasta hace poco, a los humanos: demuestran estrategia, creatividad y emociones. Parece ciencia-ficción, pero no lo es. La tecnología está lista para saltar al mercado, en una situación similar a la de internet en 1995. Sabemos que tenemos un poder transformador entre las manos, pero no sabemos cómo lo vamos a utilizar, ni qué nuevos modelos de negocio van a emerger. La IA desarrolla pensamiento estratégico y capacidades creativas: algoritmos digitales componen poemas y baladas pop, escriben guiones para cortos cinematográficos, diseñan logos y redactan artículos periodísticos. Aprenden de los trazos de Rembrandt, o de las partituras de Bach para pintar cuadros emotivos y componer sinfonías vibrantes. Sistemas de visión artificial aplicados a la venta identifican el estado emocional o la propensión a la compra de un cliente. En China, estos sistemas se quieren implementar para identificar potenciales criminales en base a su expresión facial. Según investigadores de Oxford, las máquinas serán capaces de traducir lenguajes hacia 2024, desarrollar ensayos completos hacia 2026, y escribir best-sellers hacia 2049. En 2060, la práctica totalidad de tareas humanas podrían ser desarrolladas por algoritmos y robots.

En el mundo empresarial, la IA ofrece una nueva frontera de competitividad: la conquista del conocimiento experto (también llamado conocimiento tácito). Existe un tipo de conocimiento que no puede expresarse en rutinas lógicas, y por tanto no puede programarse en software. Por ejemplo, el mecanismo por el cual identificamos a una persona conocida entre un colectivo de individuos similares, o cómo ganamos maestría intuitiva en la conducción de un vehículo. Es la famosa paradoja del filósofo Polanyi: sabemos más de lo que podemos explicar. Hasta ahora, las máquinas estaban limitadas por el conocimiento humano: sólo procesaban aquello que codificábamos en su software. Ahora ya no. Pueden aprender y reprogramarse de forma autónoma hasta el límite de la eficiencia para tomar decisiones intuitivas y basadas en la experiencia (la suya y la de otros), sea jugando al Go, lanzando promociones de mercado o tomando decisiones estratégicas de inversión. Y cuando aprenden, propagan esa experiencia mediante actualizaciones de software a sus máquinas homólogas. Lo inquietante es que, de acuerdo con Polanyi, el programador humano pierde el control de lo que sucede: las máquinas saben ya más de lo que podemos entender.

Tardaremos poco tiempo en convertir esa capacidad inteligente de generación de conocimiento experto en ventajas competitivas. Las empresas se convertirán en sistemas de proceso de datos, capturando información de sus actividades y de su entorno; y tomando decisiones cada vez más eficientes, aprendiendo de la experiencia. La IA permitirá determinar y potenciar las dimensiones de producto más valoradas por el consumidor, anticipar las tendencias de mercado, segmentar dinámicamente los precios, evaluar la predisposición y el momento de compra idóneo del cliente, e incluso definir una estrategia competitiva, midiendo sus resultados y haciéndolo cada vez mejor. El cerebro digital de la organización será capaz de crear conocimiento experto único. La empresa con mejor estrategia competitiva será aquélla con mayor cantidad y calidad de datos, y mejor estrategia de IA. Las marcas se computerizarán para volverse smart brands. “Creamos marcas inteligentes. La inteligencia artificial es la base de todo lo que hacemos, el núcleo que da poder a esas experiencias”, según el director de innovación digital de Coca-Cola. Microsoft utiliza un sistema de IA para seleccionar los titulares de sus noticias MSN, premiándolo cuando se maximizan las entradas (adaptándose así a las preferencias de sus consumidores). Empresas farmacéuticas usan autómatas en sus procesos de I+D, para rastrear información clave entre miles de publicaciones científicas de su ámbito, y plantear nuevas hipótesis de investigación. Unilever utiliza algoritmos de IA para seleccionar nuevos empleados. JP Morgan, para predecir oportunidades de inversión. Las líneas aéreas de Nueva Zelanda han desplegado avatares digitales interactivos (“digital humans”) como terminales de atención al cliente, capaces de mantener una conversación humana (con habilidades sociales avanzadas), soportados en IA de IBM.

Las empresas en la frontera digital, que realizan inversiones masivas en IA, se convertirán en los proveedores de inteligencia electrónica de organizaciones de todo tipo. El management requerirá entender el valor estratégico de la tecnología. Pronto, el uso de la IA llegará a la PYME. E igual que en el PC se popularizó la etiqueta “Intel Inside” como factor competitivo, como muestra de potencia de cálculo interna, muy pronto el sistema de IA de la empresa será un elemento crítico de diferenciación.  ¿Cuál será la primera compañía de automoción, gran consumo, distribución o ingeniería que veremos con un “IBM Inside” o un “Google Inside”? ¿Cuál el primer bufete de abogados o el primer consultorio médico? Nuevas cadenas de valor de IA se están formando, y muy pronto sus terminales llegarán a nuestros trabajos, a nuestros smartphones, a nuestros hogares o a nuestros automóviles.

(Artículo publicado en La Vanguardia, el 05/11/2017)

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