Nacida en 1951 en Lima, hija de inmigrantes judíos, Heddy Honigmann se trasladó a Holanda en 1978, después de estudiar cine en Roma. Entre la lista de películas que dirigió se encuentran “Por amor a la naturaleza” (1996), filmada en Brasil, “Forever” (2006) – una excursión por el hermoso cementerio parisino de Père Lachaise – y la más reciente “El Olvido”,
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Su largometraje se centra en los alrededores del Palacio de Gobierno en Lima, en donde busca a un grupo de personas que parecerían “transparentes” para el universo de poder: camareros, lustrabotas, malabaristas y los niños de la calle. Entre ellos se encuentra el pequeño Henry, que no tiene memoria y su futuro es incierto. Interrogado por la cineasta acerca de sus buenos y malos recuerdos, el joven lustrabotas dice que no recuerda nada de lo que sucedió en su vida en el pasado, y que no tiene deseos para el futuro. Todos los personajes de la película “están sumergidos en el agua turbia que es Perú. Tienen que nadar para sobrevivir “, dice la directora.
Honigmann habla sobre la inevitable distancia entre la sociedad peruana y la holandesa y describe la “mentalidad de supervivencia” que existe en América del Sur y sus observaciones sobre la forma en que el humor y la ironía son propios de las sociedades latinoamericanas.
El carácter de Henry, en su película, no tiene memoria ni deseos para el futuro. ¿Simboliza el niño, en cierto modo, al continente Latinoamericano como un continente sin memoria, sin relación con el pasado reciente y sin esperanza para el futuro?
Eso sucede después, cuando una está filmando no piensa en símbolos. Veo a una persona delante de mí y no un símbolo o un tema. Es cuando se está editando que se sitúa a esa persona en un lugar especial. Durante el proceso de edición este muchacho se convirtió en el símbolo de la falta de futuro y el olvido.
Y cuando la gente se olvida de su propia historia, existe el peligro de que se repita. Hay un aspecto de seguridad en el olvido: se olvida el dolor. Se continúa viviendo y se olvidan los malos tiempos. En otras palabras, no se toma conciencia acerca de lo que debe hacerse para evitar esa situación de nuevo.
¿Por qué ha optado por el título “el olvido”?
Porque es una película sobre la ciudad (Lima), sobre el país (Perú), contada a través de los personajes que elegí. Si usted habla de olvidar hace al mismo tiempo uso de la palabra recordar. En la película hay imágenes de dos presidentes que al ser electos juran defender la Constitución y los derechos humanos, juran que hará lo mejor para los niños del Perú, que son el futuro del país. Y luego olvidan por completo lo que juraron, olvidan al país, todas sus promesas.
Esto ocurre con muchos políticos, no sólo en América del Sur: se promete y luego se olvida. En América del Sur hay momentos muy dolorosos. No se trata sólo de olvido, sino de corrupción total. Los presidentes son asesinos. (Alberto) Fujimori fue deportado a Perú y ahora está siendo juzgado por la muerte de muchas personas.
El personaje del cantinero, que prepara el pisco Sauer para los políticos, parece saber manejar muy bien la situación a través de la ironía y sus “pequeñas venganzas”.¿Cree usted que los latinoamericanos tienen cierta habilidad en este sentido?
No sólo en Perú sino en América del Sur en general las personas son muy creativas. El humor y la ironía son una manera de luchar contra la tristeza, contra todo lo que es negativo, peligroso. Si no contaran con esta ironía, con este sentido del humor, se amargarían rápidamente en determinadas situaciones. Para mí fue un privilegio poder filmar cómo estas personas manejan la situación. Me pregunto cómo pueden mantener la dignidad y seguir creyendo que la vida vale la pena.
Uno de los personajes de la película que me gustó mucho es el hombre que trabaja con cuero, que hace bolsas con restos. Su establecimiento hacía antes bolsas para los ministros y gente rica. Debido a la enorme inflación bajo el gobierno de Alan García, pierde a fines de los 80, casi el 80 por ciento de su propiedad. Él está muy emocionado todo el tiempo, casi incapaz de hablar, casi llora. Le pregunto por qué y él responde que no llora de tristeza, sino de alegría por haber sobrevivido.
Al final dice una frase maravillosa: “Es tan hermoso sobrevivir”. Esto es increíble, es de una belleza indescriptible. Esa manera de reaccionar a la realidad es única. Filmar a una persona como él es una experiencia formidable. Siempre trato de filmar a personas que son más fuertes que yo.
Usted vive desde hace muchos años lejos de Perú. ¿Mira al país como una extranjera o como una peruana?
Ni como extranjera ni como peruana, sino como cineasta, que es lo que más me importante. No creo que un peruano que vive tan cerca de la realidad tenga que salir de su país para ver mejor. Yo vivo desde hace 30 años en Holanda, pero mi madre vive en el Perú, tengo familia allí, visito a mi familia. Ya había hecho una película en Perú (Metal y Melancolía, 1992), que ganó una Paloma de Oro aquí en Leipzig. Fue mi primer documental después de 15 años de ficción.
Esa película la rodé en el momento en el que Alan García abandona el poder y asume Fujimori. La inflación creció, la clase media desapareció. Descubrí en ese momento la ironía de las personas que ríen. La persona con la que inicio la película tenía un automóvil que se estaba cayendo a pedazos. Se lo dije y me respondió que la ventaja era que nadie se robaría su coche. Es decir, se roban muchos automóviles en Perú, pero el de él no se lo robarían. Él convierte todas las desventajas en ventajas. Esa es la mentalidad de la supervivencia. Los peruanos sobreviven, muchos de ellos con gran sentido del humor.
Me gustaría invertir la pregunta anterior: cuando hace una película en Holanda, cree que su propia historia de desplazamiento de un país a otro le otorga una mirada distinta sobre el país en el que vive, una mirada que se percibe en sus películas?
Sí, mantengo también una distancia cuando filmo en Holanda. No hago comparaciones entre los holandeses y los sudamericanos porque de esta manera no se pueden hacer películas. Los veo como personas con sus propias personalidades y mantengo distancia. Mantengo distancia hacia los peruanos, porque vivo fuera desde hace tanto tiempo, y mantengo distancia a los holandeses porque no soy de allí. Pero la verdad, cuando filmo a músicos franceses en París o en el caso de “El Amor Natural” en Brasil, también mantuve distancia, combinada con gran curiosidad. Soy muy curiosa quiero saber cómo es la gente realmente, lo que hacen, cómo se enfrentan a su realidad.
tomado de http://grupoomagua.com/b2gg_Heddy_Honigmann.html