M. el punto insospechadoque me han dado la pericia de tus manos el tejido entretejidoel silencioso dialogo entre tus cabellosanudándose unos con otrosbajo el entre cruce de palillosy la dedicada labor sobre el regazo (noche y día, Ciega la pacienciael repique sostenidoque cunde por un alguienque no llega que demora) he habitado en ti el

Tengo que ser el todo A mi alrededor El yo invasivo Que todo lo sacude (y somete) Desde afuera hacia adentro El yo desde el centro El desborde del yo 2010

  Las cánides .. las cánidesel fieltro o la sombrillael fuego y la tenenciade las cosas en mis manosa dos metros sobre latierra que pisas ymirando lejossobre la especie en trancecuando ríes, sonríesdespiertas y el sonidoy el tañido de tusvoces interiores lasque me callan y te callany lo callan todo. 2010  

Quietura de la ansia Eres la quietura de la ansia entrada en el reposo de la forma tu mano opuesta (que empuña). La calmura expectante de tus labios rojos es el eco de la nada la parsimonia de tus entrañas que dialogan nada. Nada apremia ni conjura en el reverso de tus actos al interior

quiero peinarte peinarte lo que piensas y demoras meter mi mano en lo profundo del recorte descansar sobre el principio de tu juntura negra quiero seguir el camino la pertinencia de tus desvaríos descubrir tras tu maraña al viento el secreto de tu viaje en bicicleta quiero verte simultánea una tras de otra paseando tu

Abrigo del alivio I y te caes y quedas prendida de mis cabellos que se jalan se tensan rompen sus puntas prometiendo desprenderse de tus manos ningún socorro les prestan y yo no siento nada ni murmullos ni el vértigo (ni nada) y te descuelgas no hay nada abajo ya solo pendes de una mano

sin título Tú hombre que caminando detrás de mí vas siguiendo la estela de mis pasos escuchando a tientas mi puro pensamiento primero con indiferencia luego con atención creciente has podido darte cuenta estoy seguro de la insondable tristeza en la que me hallo agotado Tiempo has tenido de meditar el misterio de mis pausas

Vorágine Especial ( De poemas defenestrados ) Incesante era el lamento y mataba todo fue alguna vez bello, solo esperaba el sonido del silencio negativo percataba a los ajenos y el tiempo oscurecido por un momento dejó de serlo El infinito menos inmenso se tornaba gris vestigios de vida no se hallaron nunca fieros ladridos