¿Por qué dejaría de recordar?
…simples reflexiones…
¿Por qué dejaría de recordar?
De nostalgia y otros visibles disfuerzos parecemos sufrir cuando notamos alguna carencia en nuestras vidas; normalmente ignoramos aquella sensación, inadvertida se nos cuela peleándole a la indiferencia de nuestras preocupaciones un lugar de importancia; poco a poco, ya sea como consecuencia de las circunstancias o en forma espontánea, el recuerdo surge, cala, pero sobre todo, engaña.
Evocamos acontecimientos cotidianos muchas veces por necesidad y otras por mecanismos de simple asociación involuntaria, pero sea cual fuese el motivo, nuestra mente, víctima y cómplice de sus propias experiencias, tiende a convertir nuestros recuerdos en una anhelada colección de delicado y minucioso trabajo de edición. Así, momentos de efímera satisfacción o mediocre vivencia vuelven repentinamente convertidos en inolvidables sucesos, dignos de recordación. Y hasta incluso malos ratos, lo suficientemente sazonados, pueden llegar a ser parte de lo más atractivo en un siempre inevitable recuerdo.
Si en la elección de nuestros recuerdos tuviéramos algo que ver, si pudiéramos echarle mano sutilmente logrando discriminar la permanencia de unos y el olvido de otros hasta quedarnos con los verdaderamente satisfactorios, con los inofensivos o con los meramente fantasiosos, estoy seguro terminaríamos arruinando nuestra “experiencia de vida”. Manipular aquel concierto de impresiones sería como evidenciar nuestro afán por deshumanizarnos, por librarnos de aquello que creemos una carga por representar ese lado consciente y reflexivo de nuestra persona. Consideremos como un don la incapacidad del olvido programado, ya que esta nos sumiría en la insensibilidad y falta de carácter, además de seguro impedirnos crecer como personas.
2005