Aguirre o la ira de Dios
Comentario de la película Aguirre o la ira de Dios
La historia contada por Herzog en su versión no parece diferir demasiado de lo que apunta la documentación histórica, sin embargo, su manejo de aquello extra que lo vuelve una ficción cinematográfica, no resta; por el contrario, aporta enormemente al producto final. Esta película solo ha podido ser resultado de la coincidencia entre una historia tan increíble como la protagonizada por Lope de Aguirre en la selva amazónica y la peculiar visión de su realizador para llevarla a cabo. Herzog, como sabemos, ha sabido inspirarse en personajes reales para sus películas, todos los cuales han tenido un denominador común: la megalomanía. Sus personajes suelen ser antihéroes enfrentados a un mundo hostil, rebeldes, sin escrúpulos, en la que sus empresas e ideas están indefectiblemente destinadas al fracaso. Como es evidente, la historia de Lope de Aguirre debió haber resultado atractiva para Herzog desde el principio. Mencionamos esto por el especial tratamiento que se tuvo en la filmación de la película al buscar recrear circunstancias tan extremas y singulares como las descritas en las fuentes sobre la expedición de Pedro de Ursúa y Lope de Aguirre.
Nada puede ser tan fascinante y al mismo tiempo tan ingenuo como embarcarse en una expedición el cual tiene como objetivo descubrir una ciudad de oro en medio de la selva. Creemos que justamente es la ingenuidad de estos hombres, vista desde nuestra perspectiva contemporánea, lo que marca la dirección y el sentido de la película. Esta inútil búsqueda es tomada como telón de fondo para el desarrollo de una historia la cual es de alguna forma reformulada en la película con la adición de cierto tinte humorístico. Ante el contraste de la tragedia que ha significado ser conducidos por un tirano hacía lo desconocido, surge en la película el elemento cómico, como atenuante a esa tiranía sin escrúpulos practicada por Aguirre. Pero incluso, más allá de eso, la historia se percibe enteramente cómica por momentos bajo el lente de Herzog. Esto solo llega a ser posible en el contexto de una aventura la cual llega a tornarse tan ridícula por el sinsentido de su cometido que permite incorporar estos elementos cómicos sin que afecten demasiado su argumento original. Así, el ver llevar un caballo y un cañón sobre la endeble estructura de una embarcación en medio de un río como parte de la expedición, nos generará además de cierta extrañeza; un poco de gracia, dada su imagen fuera de lugar. Lo mismo sucede con la pretensión de mantener en medio de la nada las formas de estructura social y protocolo al nombrar a Fernando de Guzmán emperador -de esas nuevas tierras descubiertas- no por sus dotes sino por ser el de sangre más noble. Es en esta lógica del absurdo, impuesta por Aguirre y su ciego afán por encontrar una ciudad mítica, en que un gag puede funcionar con naturalidad. Muestra de ello son las palabras finales que dicen algunos de los personajes justo antes de morir como cuando uno de los soldados dice al ser alcanzado por una flecha: “Pensé que dolería más”. Otro, al ser descubierto su plan para escapar es decapitado en pleno recuento de su itinerario, escuchamos decir su última palabra ya cuando la cabeza ha rodado algunos metros de su cuerpo. Luego, también, ante la alucinación producida por el hambre y la insolación uno de los expedicionarios se resiste a creer que ha sido alcanzado por una flecha diciendo: “…eso no es un barco, eso no es una flecha”. Herzog aquí, creemos, acentúa de manera acertada el cariz ridículo que llega a tomar la historia por momentos. La película no pretende ser fiel a las fuentes que se tiene, no busca ser enteramente realista, eso es claro; sin embargo, la añadidura de algunos parlamentos ingeniosos y la buena caracterización de los personajes hacen de esta película una interpretación convincente de lo que pudo pasar en esa inverosímil travesía.
2011