Vallejo
Vallejo: el niño eterno
A mi hermano Miguel
Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa,
donde nos haces una falta sin fondo!
Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá
nos acariciaba: <
Ahora yo me escondo,
como antes, todas estas oraciones
vespertinas, y espero que tú no des conmigo.
Por la sala, el zaguán, los corredores.
Después, te ocultas tú, y yo no doy contigo.
Me acuerdo que nos hacíamos llorar,
hermano, en aquel juego.
Miguel, tú te escondiste
una noche de agosto, al alborear;
pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste.
Y tu gemelo corazón de esas tardes
extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y ya
cae sombra en el alma.
Oye, hermano, no tardes
en salir, Bueno? Puede inquietarse mamá.
En A mi hermano Miguel el juego es un elemento importante, representativo de esa época de libertad e inocencia luego nostálgicamente añorada (Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá / nos acariciaba: <
Trilce III
Las personas mayores
¿a qué hora volverán?
Da las seis el ciego Santiago,
y ya está muy oscuro.
Madre dijo que no demoraría.
Aguedita, Nativa, Miguel,
cuidado con ir por ahí, por donde
acaban de pasar gangueando sus memorias
dobladoras penas,
hacia el silencioso corral, y por donde
las gallinas que se están acostando todavía,
se han espantado tanto.
Mejor estemos aquí no más.
Madre dijo que no demoraría.
Ya no tengamos pena. Vamos viendo
los barcos ¡el mío es más bonito de todos!
con los cuales jugamos todo el santo día,
sin pelearnos, como debe ser:
han quedado en el pozo de agua, listos,
fletados de dulces para mañana.
Aguardemos así, obedientes y sin más
remedio, la vuelta, el desagravio
de los mayores siempre delanteros
dejándonos en casa a los pequeños,
como si también nosotros
no pudiésemos partir.
Aguedita, Nativa, Miguel?
Llamo, busco al tanteo en la oscuridad.
No me vayan a haber dejado solo,
y el único recluso sea yo.
Trilce III desde la primera línea identifica una voz que inmediatamente se sitúa en un extremo del binomio adulto/niño (Las personas mayores / ¿a qué hora volverán?). La primera y única alusión concreta que se hace a los “mayores” se centra en la figura de la madre (Madre dijo que no demoraría). Existe, además, una preocupación particular asumida por la voz poética que desde una madurez precoz procura la seguridad de sus hermanos ante la falta de control de los mayores (Aguedita, Nativa, Miguel, / cuidado con ir por ahí, por donde / Mejor estemos aquí no más. / Madre dijo que no demoraría.). Sin embargo, la figura del niño (su naturaleza) aparece nuevamente para proponer, ante esta angustia por la espera, el juego como elemento distractor (Ya no tengamos pena. Vamos viendo / los barcos ¡el mío es más bonito de todos! / con los cuales jugamos todo el santo día,). En la penúltima estrofa se percibe molestia ante su condición de niños pero a la vez resignación (Aguardemos así, obedientes y sin más / remedio, la vuelta, el desagravio). Al final, a la preocupación por la ausencia temporal de la madre se suma la posible ausencia de sus hermanos, todo visto desde la singular sensibilidad de un Vallejo niño el cual recrea en estos versos los sentimientos de pérdida experimentados de adulto. Se sugiere en la última línea del poema una posible relectura del mismo cuando Vallejo dice: y el único recluso sea yo. Podríamos aventurarnos a interpretar esa penúltima estrofa como la sensación de resignación e impotencia que tiene Vallejo ante las autoridades que lo han encarcelado (Aguardemos así, obedientes y sin más / remedio, la vuelta, el desagravio / de los mayores siempre delanteros / dejándonos en casa a los pequeños, / como si también nosotros / no pudiésemos partir.), temería así pues, quedar solo.
Trilce LII es otro de los poemas en donde Vallejo encarna la voz de su infancia, recordando desde la complicidad colectiva de sus hermanos más cercanos, las travesuras (Nosotros reiremos a hurtadillas de esto,) y juegos de un niño inquieto y vivaz. La madre sigue teniendo aquí un peso gravitante pero esta vez como figura de autoridad (Y nos levantaremos cuando se nos dé / la gana, aunque mamá toda claror / nos despierte con cantora / y linda cólera materna). El poema se desarrolla con un tono en donde se puede identificar la plenitud y prosperidad del momento el cual es descrito con ricas alusiones propias de su experiencia andina (Otro día querrás pastorear / entre tus huecos onfalóideos / Y llegas muriéndote de risa, / y en el almuerzo musical, / cancha reventada, harina con manteca,).
Trilce LVI
Todos los días amanezco a ciegas
a trabajar para vivir; y tomo el desayuno,
sin probar ni gota de él, todas las mañanas.
Sin saber si he logrado, o más nunca,
algo que brinca del sabor
o es solo corazón y que ya vuelto, lamentará
hasta dónde esto es lo menos.
El niño crecerá ahíto de felicidad
oh albas,
ante el pesar de los padres de no poder dejarnos
de arrancar de sus sueños de amor a este mundo;
ante ellos que, como Dios, de tanto amor
se comprendieron hasta creadores
y nos quisieron hasta hacernos daño.
Flecos de invisible trama,
dientes que huronean desde la neutra emoción;
pilares
libres de base y coronación,
en la gran boca que ha perdido el habla.
Fósforo y fósforo en la oscuridad,
lágrima y lágrima en la polvareda.
Trilce LVI se presenta como uno de los poemas más atípicos en relación con el enfoque que hemos venido dando, es decir uno vinculado a un Vallejo satisfecho de volver a aquellos recuerdos de niñez como refugiándose en ellos, adoptando, además, en muchos casos la primera persona y un lenguaje coloquial cercano al que podría tener un niño, sin embargo, resulta determinante en la visión de conjunto que pretendemos dar. Este poema empieza expresando una sensación de desasosiego, crisis existencial (tópico común en Vallejo) surgida a partir del tedio de la rutina, soledad, la angustia de no saber si se ha conseguido algo en la vida (Todos los días amanezco a ciegas / a trabajar para vivir; y tomo el desayuno, / sin probar ni gota de él, todas las mañanas.). Luego, súbitamente, aparece en un quiebre no previsto hasta ese momento una interesante reflexión en donde el autor se pregunta si acaso todo el amor y comodidades que recibió de niño fueron necesariamente buenos para él (El niño crecerá ahíto de felicidad), tal vez buscando una respuesta al contradictorio presente que esta viviendo en ese momento (ante ellos -los padres- que, como Dios, de tanto amor / se comprendieron hasta creadores / y nos quisieron hasta hacernos daño.). Todo el idilio de su infancia se ve cuestionado ya que su realidad del presente es otra, pero incluso así, cuando este alude a sus padres -dadores de este amor que colma- compara su amor con el amor que Dios siente por sus hijos.
Trilce LVIII (fragmento)
En la celda, en lo sólido también
se acurrucan los rincones.
(…)
El compañero de prisión comía el trigo
de las lomas, con mi propia cuchara,
cuando, a la mesa de mis padres, niño,
me quedaba dormido masticando.
(…)
Ya no reiré cuando mi madre rece
en infancia y en domingo, a las cuatro
de la madrugada, por los caminantes,
encarcelados,
enfermos
y pobres.
En el redil de niños, ya no le asestaré
puñetazos a ninguno de ellos, quien, después,
todavía sangrando, lloraría: el otro sábado
te daré mi fiambre, pero
no me pegues!
Ya no le diré que bueno.
En la celda, en el gas ilimitado
hasta redondearse en la condensación,
¿quién tropieza por afuera?
Este poema esta conectado íntimamente con el anterior en el sentido de dar también testimonio de uno de los recursos expresivos y temáticos más recurrentes utilizados por el poeta ante los momentos adversos de su vida: volver mediante los recuerdos de tiempos mejores –todos apuntan a sus primeros años de vida en Santiago de Chuco- a vivir lo que en el presente se carece. Aquí podemos ver confrontados dos momentos diametralmente opuestos en la vida del poeta. Uno, cuando es privado injustamente de su libertad y llevado a una cárcel de Trujillo y otro, el que trae a la memoria generado por el primero, cuando recuerda la atención y libertades que su condición de niño tenía dentro de la familia. Trilce LVIII de inmediato nos instala en una fría y dura celda, en la cual, sin embargo, también hay lugar para encontrar, aunque sea figuradamente, la calidez de los espacios personales (En la celda, en lo sólido, también / se acurrucan los rincones.). Las condiciones precarias y las carencias del encierro lo vuelcan a recordar esa otra vida sin preocupaciones donde la abundancia, seguridad y protección estaban aseguradas (El compañero de prisión comía el trigo / de las lomas, con mi propia cuchara, / cuando, a la mesa de mis padres, niño, / me quedaba dormido masticando.). En las últimas estrofas, como si pudiese retroceder en el tiempo, Vallejo se sitúa en el pasado, y desde ahí, junto a su madre, se promete no reír más de las oraciones dedicadas a los desventurados (sin duda por verse ahora identificado con ellos). Promete también, arrepentido de sus actos, no ser abusivo con otros niños. Es como si Vallejo quisiera resarcir sus faltas del pasado con la intención de cambiar o aminorar la suerte de su situación presente (Ya no reiré cuando mi madre rece / en infancia y en domingo, a las cuatro / de la madrugada, por los caminantes, / encarcelados, / enfermos / y pobres.). Otra vez, como vemos, Vallejo vuelve a esta etapa específica de su vida, recordando a la madre ante todo; dándonos a conocer además, en estos versos puntuales, el germen inicial de su fe.
Tras lo comentado, y a través del enfoque que hemos querido dar a este trabajo, hemos podido dilucidar algunas constantes particulares en la poética de Vallejo de entre las cuales la más importante –siendo esta la principal intención de nuestras observaciones- se ha centrado en ver la necesidad del poeta que tiene de asumir un rol de niño en sus poemas como mecanismo de amparo ante las vicisitudes negativas de su vida presente. Esta caracterización de sí mismo, a manera de regresión, además nos revela esa condición impostergable de niño que siempre perduró en él; un niño eterno, como se apunta en el título de este trabajo, criado en el seno de una familia numerosa donde, siendo el menor de todos, disfrutó siempre de todo el amor que un niño necesita y debe recibir.
Bibliografía
– Vallejo, César. Obra poética. Lima: Peisa, 2002.
– González Vigil, Ricardo. Claves para leer a César Vallejo. Lima: Editorial San Marcos, 2009.
– Autores varios. Dolor, cuerpo y esperanza en Vallejo. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2009.
– Ortega, Julio. Trilce. Madrid: Cátedra, 1991.