Vallejo, Moro, Eielson
Cuerpo y representación en tres poemas amatorios
La intención del siguiente comentario es hacer una breve comparación de los diferentes tratamientos que se hace del cuerpo femenino (o del ser amado o deseado, según sea el caso) en tres poemas que además de celebrar la belleza corporal haciendo gala de diversos recursos descriptivos, abordan el tema desde percepciones, momentos y estilos diferentes. Hemos considerado por eso pertinente hacer una selección que nos permita conseguir esto. Los poemas de los que hablaremos son “Comunión” de César Vallejo, “La leve pisada del demonio nocturno” de César Moro y “Ceremonia solitaria en compañía de tu cuerpo” de Jorge Eduardo Eielson. A continuación comentaremos cada uno de ellos, primero en forma individual, y después integrándolos en busca de una posible conclusión.
Comunión (1919)
Linda regia! Tus venas son fermentos
de mi noser antiguo y del champaña
negro de mi vivir.
Tu cabello es la ignota raicilla
del árbol de mi vid.
Tu cabello es la hilacha de una mitra
de ensueño que perdí!
Tu cuerpo es la espumante escaramuza
de un rosado Jordán;
y ondea, como un látigo beatífico
que humillara a la víbora del mal!
Tus brazos dan la sed de lo infinito,
con sus castas hespérides de luz,
cual dos blancos caminos redentores
dos arranques murientes de una cruz.
Y están plasmados en la sangre invicta
de mi imposible azul!
Tus pies son de heráldicas alondras
que eternamente llegan de mi ayer!
Linda Regia! Tus pies son las dos lágrimas
que al bajar del espíritu ahogué,
un Domingo de Ramos que entré al Mundo,
ya lejos para siempre de Belén!
El primer poema que comentaremos de esta selección será “Comunión”, incluido en Los heraldos negros y publicado en 1919. Escrito aún bajo los cánones estéticos modernistas, este poema posee mucho de esa retórica pomposa y aire de ensueño romántico propios de esa escuela que dejó a Darío como máximo representante. Vallejo, como es evidente, recoge en “Comunión” todo ese adorno y erotismo presente en sus poemas, pero además crea una particular atmósfera entre mística y religiosa que dota al poema de un singular simbolismo. Pasando propiamente al objeto de nuestro comentario podemos decir que este poema expresa la idealización del amor, la amada concreta (su cuerpo) es transfigurada en un ser superior al cual se le rinde tributo (la amada es “linda” y “regia”, sus pies son como “heráldicas alondras”, su cabello es como la “hilacha de una mitra”), pero por medio del cual, al mismo tiempo, el yo poético busca redimirse (el contacto con el cuerpo de la amada –el rosado río Jordán- producirá aquella “espumante escaramuza” como consecuencia de ese acto de purificación o bautismo. Así mismo, el movimiento ondulatorio del cuerpo de la amada será como el de “un látigo beatífico” que expulsará y “humillara a la víbora del mal”). Desde el título, la palabra “Comunión” remite a un tipo de unión muy asociada a la unión con Dios. Y justamente esta categoría de unión, es para Vallejo (el yo poético) la misma unión de los cuerpos de los amantes, esto configurará la totalidad del poema. Eso con respecto a la visión global del cuerpo, pero ahora veamos las partes del cuerpo femenino que son mencionados. Son mencionados el cuerpo en su totalidad unitaria (toda ella es una reina), los cabellos transformados en raicillas e hilachas, los brazos en estrellas brillantes y los pies convertidos en avecillas de distinguido linaje; pero también aparecen dos elementos complementarios y distintivos: las venas y la sangre. Esto lo comentaremos hacia el final del trabajo. Todas estas partes aludidas, al integrase, deberían apuntar a constituir una imagen algo más concreta del ser amado, sin embargo, esta se vuelve más bien dispersa, perdiéndose en un cúmulo de metáforas e imágenes preciosistas. Es interesante, sin embargo, notar que las partes aludidas son el cabello, los brazos, los pies y el cuerpo en general, no se mencionan partes del rostro como los ojos o los labios. Pareciera haberse querido mantener una especie de anonimato en la identidad de la amada al haberla equiparado con una figura pura, casi religiosa.
La leve pisada del demonio nocturno 1938 – 1957 (De “La tortuga ecuestre”)
En el gran contacto del olvido
A ciencia cierta muerto
Tratando de robarte a la realidad
Al ensordecedor rumor de lo real
Levanto una estatua de fango purísimo
De barro de mi sangre
De sombra lúcida de hambre intacto
De jadear interminable
Y te levantas como un astro desconocido
Con tu cabellera de centellas negras
Con tu cuerpo rabioso e indomable
Con tu aliento de piedra húmeda
Con tu cabeza de cristal
Con tus orejas de adormidera
Con tus labios de fanal
Con tu lengua de helecho
Con tu saliva de fluido magnético
Con tus narices de ritmo
Con tus pies de lengua de fuego
Con tus piernas de millares de lágrimas petrificadas
Con tus ojos de asalto nocturno
Con tus dientes de tigre
Con tus venas de arco de violín
Con tus dedos de orquesta
Con tus uñas para abrir las entrañas del mundo
Y vaticinar la pérdida del mundo
En las entrañas del alba
Con tus axilas de bosque tibio
Bajo la lluvia de tu sangre
Con tus labios elásticos de planta carnívora
Con tu sombra que intercepta el ruido
Demonio nocturno
Así te levantas para siempre
Pisoteando el mundo que te ignora
Y que ama sin saber tu nombre
Y que gime tras el olor de tu paso
De fuego de azufre de aire de tempestad
De catástrofe intangible y que merma cada día
Esa porción en que se esconden los designios nefastos y la sospecha que
tuerce la boca del tigre que en las mañanas escupe para hacer el día
El poema que comentaremos a continuación es “La leve pisada del demonio nocturno” perteneciente al libro La tortuga ecuestre escrito en 1938 aunque recién publicado en 1957. Para analizar este poema será conveniente verlo desde su concepción o influencia surrealista, pues solo teniendo en consideración las características propuestas por este movimiento podremos intentar hacer una lectura más aproximada del mismo. Debido a su cercanía con el movimiento de vanguardia francés sabemos que la poesía de Moro estuvo notablemente influenciada por una de sus técnicas más características: la escritura automática. Recordemos que mediante este ejercicio de escritura la inspiración se verá liberada de la razón y lo conceptual para expresarse en imágenes desbordantes, incluso contradictorias y caóticas. A través de esta clave de lectura comentaremos este poema. Para comenzar, la disposición visual del poema (no hay pausa alguna entre los versos que fluyen como la caída de una catarata) nos remite a estar frente a una voz continua, que fluye sin pausas y que no teme marcar su propio ritmo expresivo. La ambigüedad de las expresiones usadas en el poema ciertamente hace difícil poder traducirlo o darle sentido literal, sin embargo, creemos que se puede partir de un bosquejo argumental esencial que nos permita dar dirección a nuestro comentario. Así pues nos aventuraremos a interpretar este poema desde una perspectiva de relación amorosa. Vemos que existe un “yo” que busca extraer a su amada(o) (o al objeto de su deseo) de aquel “ensordecedor” mundo (“la realidad”) al que pertenece. Al no conseguirlo erige una estatua a la cual da vida con su propia sangre (Levanto una estatua de fango purísimo/De barro de mi sangre […] De jadear interminable/Y te levantas como un astro desconocido). Luego, la voz poética, una vez habiendo provisto de vida al ser amado, comienza a enumerar en una larga lista diversas partes de su cuerpo jugando con diferentes descripciones metafóricas. Luego, este ser amado, súbitamente se convierte o se devela como un “demonio nocturno” capaz de dejar una estela de fuego, gemidos y catástrofe a su paso (Demonio nocturno/Así te levantas para siempre/Pisoteando el mundo que te ignora […] Y que gime tras el olor de tu paso/De fuego de azufre de aire de tempestad/De catástrofe intangible y que merma cada día). Este poema, como podemos apreciar, hace explicito lo corporal. A través de cada una de las partes del cuerpo mencionadas (Con tu cabellera de centellas negras/Con tu cuerpo rabioso e indomable […]Con tus pies de lengua de fuego/Con tus piernas de millares de lágrimas petrificadas/Con tus ojos de asalto nocturno/Con tus dientes de tigre) se va ir develando poco a poco la naturaleza de este ser que al principio se presenta difuso y enigmático (para nosotros es el mismo ser amado en un proceso de transformación) y que luego se convertirá en ese demonio liberado que pisoteará el mundo. Además de la cabellera, cuerpo, pies y piernas señalados, también aparecen elementos cercanos al rostro como labios, lengua, saliva, dientes, narices, ojos, los cuales de alguna manera buscan dar una identidad al personaje descrito. Existe aquí pues la necesidad de que aparezca un rostro que confronte y exprese lo que en ese momento siente. Nótese, por otro lado, que aquí también son mencionados al igual que en “Comunión” las ‘venas´ y la ‘sangre’ como elementos simbólicos importantes asociados a ese estado de vínculo íntimo entre dos seres vivos.
Ceremonia solitaria en compañía de tu cuerpo (De “Ceremonia solitaria” [1964])
Penetro tu cuerpo tu cuerpo
De carne penetro me hundo
Entre tu lengua y tu mirada pura
Primero con mis ojos
Con mi corazón con mis labios
Luego con mi soledad
Con mis huesos con mi glande
Entro y salgo de tu cuerpo
Como si fuera un espejo
Atravieso pelos y quejidos
No sé cuál es tu piel y cual la mía
Cuál mi esqueleto y cuál el tuyo
Tu sangre brilla en mis arterias
Semejante a un lucero
Mis brazos y tus brazos son los brazos
De una estrella que se multiplica
Y que nos llena de ternura
Somos un animal que se enamora
Mitad ceniza mitad latido
Un puñado de tierra que respira
De incandescentes materias
Que jadean y que gozan
Y que jamás reposan
El último poema que comentaremos es “Ceremonia solitaria en compañía de tu cuerpo” perteneciente a la colección Ceremonia solitaria (1964) de Jorge Eduardo Eielson. Como sabemos Eielson ha pasado por diferentes etapas en su producción lírica (la crítica última ha situado el paso de su obra por tres periodos plenamente identificables: neosimbolista, neovanguardista y postvanguardista), sin embargo, existe una línea de continuidad en toda su poesía. Nos importa aquí situarnos en el trabajo de su último periodo, el que más bien desarrolla una poesía de la cotidianeidad sin el juego experimental de su etapa anterior. Pasando al poema, lo primero que podemos notar es que aquí no existen preámbulos para ingresar a esa zona íntima propia del momento, en ese sentido es un acto explícito, una auténtica celebración del acto sexual sin restricciones como apunta el título. El primer verso marca la pauta del resto del poema. La palabra “penetro” adquiere una dimensión integral, no solo se refiere a la penetración corporal (“entre tu lengua”, “con mis labios”, “con mis huesos con mi glande”) sino también a una de tipo esencial, en cuerpo y alma podríamos decir (“entre tu… y tu mirada pura”, “primero con mis ojos”, “con mi corazón”, “luego con mi soledad”). La unión de los cuerpos en el acto sexual se da hasta el punto de sentirse confundidos entre ellos (Atravieso pelos y quejidos/No sé cuál es tu piel y cual la mía/Cuál mi esqueleto y cuál el tuyo), de volverse uno (Mis brazos y tus brazos son los brazos/De una estrella que se multiplica […] Somos un animal que se enamora/Mitad ceniza mitad latido/Un puñado de tierra que respira). Los últimos tres versos proyectan el acto en el futuro hacia el gozo infinito. En este poema no solo se mencionan las partes del cuerpo del ser deseado sino también las del propio yo poético que fusionadas (“esqueleto” y “piel”) forman un solo “animal”, un solo “puñado de tierra” que respira, que jadea y que goza. Justamente el decimotercer verso sintetiza la esencia del poema (“Tu sangre brilla en mis arterias”). Creemos que la presencia de estos elementos que han ido repitiéndose a lo largo de los dos poemas anteriores resultan muy significativos pues siempre han representado en el imaginario poético el amor y la pasión, así como el estar vivo.
Con la revisión de estos poemas hemos querido ver cómo a partir de la suma de las partes del cuerpo del ser amado (configuradas y poetizadas por el yo poético) se llega a constituir un ´todo’ orgánico capaz de sostenerse a lo largo del poema. Sin embargo, como también ha sido evidente, ese ´todo´ muchas veces ha terminado develándose entre márgenes imprecisos por la propia necesidad de exaltar o enrarecer la figura idealizada. Si bien el tratamiento dado por los poetas ha tenido enfoques diversos propios de cada estética y visión de mundo particulares, aún podemos reconocer en la mención de algunas partes del cuerpo de la mujer, aquella imaginería metafórica empleada por la poesía culta la cual solo enfocaba su interés descriptivo en algunas partes idealizadas como los ojos, los labios, el cabello, las manos, dejando de lado otras menos “vistosas” como las orejas, las narices, codos, quijadas, etc. Desde Vallejo hasta Eielson, pasando por Moro, a través de los poemas seleccionados, hemos podido observar la constancia de algunos tópicos en el tiempo como parte de una tradición que sitúa al cuerpo femenino (o del ser amado) dentro de una categoría estética universal, pero a la vez, hemos podido constatar que esos mismos patrones universales descriptivos son traídos abajo en pro de una mayor expresividad y dinamismo visual. Creemos que independientemente de la orientación estética con la que sea tratada esta forma de representación del cuerpo femenino, esta siempre partirá de referentes y modelos (no solo literarios sino también sociales, religiosos, culturales, etc.) que orientarán su escritura.
2013
Bibliografía
-Chueca, Luis Fernando, 1965- ed. Poesía vanguardista peruana. Lima: PUCP, Ediciones del Rectorado, 2009.
-Eielson, Jorge Eduardo. Arte poética; ed., pról. y cronología de Luis Rebaza Soraluz. Lima : PUCP. Ediciones del Rectorado, 2004
-González Vigil, Ricardo. Claves para leer a César Vallejo. Lima: Editorial San Marcos, 2009.
-Moro, César. Prestigio del amor; selec., tr. y pról. de Ricardo Silva Santisteban. Lima: PUCP, 2002.
-Vallejo, César. Obra poética. Lima: Peisa, 2002.