Pablo Neruda
La naturaleza como la proyección del cuerpo femenino en Veinte poemas de amor y una canción desesperada
La producción poética de Pablo Neruda es vasta y rica en contenidos así como lo ha sido su propia experiencia de vida. Habiendo pasado por diferentes momentos en su poesía; desde una con rezagos modernistas aún presentes hasta otra ya decadente de causa comprometida; ésta, sin embargo, ha guardado una constante en el tratamiento de ciertos elementos desde sus primeros libros. De entre estos nos centraremos principalmente en dos: los elementos de la naturaleza (vistas en sus diferentes formas) y la correspondencia que estos tienen con la mujer o el cuerpo femenino. Para este propósito nos valdremos del comentario de tres poemas del libro Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924). Antes haremos algunas consideraciones previas con el objeto de guiar nuestro comentario.
La naturaleza en Neruda es un tema casi inherente a su poesía, de gran fuerza visual y generadora de sensaciones múltiples. Su infancia en Temuco sin duda tuvo una influencia enorme para él al dotarlo de una sensibilidad especial la cual le permitió en adelante una conciencia plena de su entorno natural: los lagos, el bosque, los ríos, los pájaros, las piedras, constituyen en Neruda una fuente infinita de inspiración. El mismo Neruda da testimonio de esto: “La naturaleza allí me daba una especie de embriaguez. Me atraían los pájaros, los escarabajos, los huevos de perdiz”. Estos elementos en adelante predominarán en la obra del poeta.
En Neruda hay un predomino de la vida “al natural” aspecto que también trasladará a sus bases de concepción poética las cuales contrastan claramente con los preceptos de una llamada “poesía pura” (en alusión implícita a Juan Ramón Jiménez) en ese momento en boga, es decir, una poesía desprovista de historias y de anécdotas, de color y sensaciones, únicamente orientada a la reflexión sobre sí misma. Neruda en cambio le canta a los elementos de la naturaleza, a las cosas; suscita emociones, es “visual y táctil a la vez” Bajo un principio similar Neruda criticó el ‘Creacionismo’ de Huidobro que anulaba la presencia de una naturaleza ya existente y convertía al poeta en un nuevo “pequeño Dios”. Neruda afirmaba negarse a “masticar teoría” en alusión a no tener un método predeterminado de concebir su poesía. Haciendo frente a los diferentes “ismos” de vanguardia de gran influencia en ese momento, Neruda asienta su esencia poética “sobre lo anecdótico y lo figurativo, sobre lo tangible y lo palpable (…) constituyéndose como el poeta de las realidades inmediatas y prosaicas del cotidiano vivir”.
Para Neruda la naturaleza es la proyección de lo corpóreo; en este libro de juventud, particularmente, es la proyección de su amada (o amadas), del cuerpo femenino buscando constantemente el estatus de aquella (la naturaleza). Los espacios, los elementos, los animales, el cielo y la tierra; todo, se conjuga y confunde cuando el poeta evoca a la mujer que ama. Las diferentes mujeres que aparecen en este poemario pueden parecer inasibles en muchos pasajes pero se vuelven “concretas” en la medida que son asociadas con el entorno que dibuja el poeta. Neruda es un poeta guiado eminentemente por sus sentidos, que percibe el sentimiento y lo capta en conjunto con el escenario y elementos que lo rodean. En ese sentido, Neruda es un “un poeta que absorbe la realidad o la sabia del mundo”.
Por otro lado, desde el punto de vista de la recepción de estos temas por parte del público, estas sensaciones y emociones asociadas con la naturaleza y el amor de pareja no necesitan mayores referencias culturales para el lector ya que son comunes a la experiencia de cualquiera. Esto además se explica por el mismo tratamiento del lenguaje en tuvo Neruda en este libro. De herencia romántica, este lenguaje aún es previo a la “ruptura” que tuvo durante la vanguardia.
A continuación haremos el comentario de los poemas 1, 3 y 19 del libro ya mencionado:
Poema 1
Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.
Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros
y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.
Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia!
Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste!
Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.
El sentido del poema 1 se resume en la primera estrofa en la cual fácilmente pueden identificarse los elementos de una justa amatoria: “cuerpo de mujer”, “cuerpo de labriego” Existe una idea de ímpetu y potencia en el acto amatorio dada por el verbo socavar: “un labriego de condición salvaje socava la tierra”. Aquí, además, los términos “salvaje” y “tierra” forman un binomio complementario en el imaginario nerudiano. El cuerpo femenino “en actitud de entrega” es descrito a través de “blancas colinas”, “muslos blancos”, “mundo”, “tierra”; todos, elementos, que incrementan la relación entre estado de naturaleza e idea de pureza y desnudez. En la segunda estrofa, cuando la voz poética confiesa su condición de soledad y que es causa de repulsión hasta de los mismos pájaros se amplía la idea anterior la cual nos hace entender esa sospecha de imposición. El yo poético tiene que “sobrevivir” a su soledad, a su condición “salvaje” y para esto ha luchado, ha domado, ha “forjado” el estado de rechazo primero de su amada: “te forjé como un arma”. Finalmente la ha hecho suya, pero por intermedio de la fuerza. La tercera estrofa manifiesta la conciencia del poeta por un aspecto específico: lo carnal. Existe una inquietud constante por el cuerpo de su amada (su piel) el cual describe a través del “musgo” y la “leche”. Lo sexual se hace explícito en el siguiente par de versos aludiendo nuevamente al pecho de su amada, que antes fueron “colinas blancas”, y que ahora son “vasos” ávidos por ser bebidos. La imagen se completa con la mención indirecta del sexo “rosas del pubis” asociada a una voz ya resignada “lenta y triste”. En la última estrofa, el yo poético, ciego de deseo, de “sed eterna” y de “ansia sin límite” persistirá en su cometido: “Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia”. Y sin importarle los “oscuros cauces” por donde la pasión lo lleve él estará dispuesto a asumirlo también resignado: “y la fatiga sigue, y el dolor infinito”.
Poema 3
Ah vastedad de pinos, rumor de olas quebrándose,
lento juego de luces, campana solitaria,
crepúsculo cayendo en tus ojos, muñeca,
caracola terrestre, en ti la tierra canta!
En ti los ríos cantan y mi alma en ellos huye
como tú lo desees y hacia donde tú quieras.
Márcame mi camino en tu arco de esperanza
y soltaré en delirio mi bandada de flechas.
En torno a mí estoy viendo tu cintura de niebla
y tu silencio acosa mis horas perseguidas,
y eres tú con tus brazos de piedra transparente
donde mis besos anclan y mi húmeda ansia anida.
Ah tu voz misteriosa que el amor tiñe y dobla
en el atardecer resonante y muriendo!
Así en horas profundas sobre los campos he visto
doblarse las espigas en la boca del viento.
En este poema la presencia corporal o material de la mujer esta velada. Sin embrago, aparece gracias al soporte de los elementos naturales aludidos por el poeta el cual la convierte en un “pequeño cúmulo de naturaleza”. La primera estrofa es ricamente sensorial. Podría ser la descripción de la propia muchacha. La imagen de la “vastedad de los pinos” nos trae una idea adicional relacionada con un gran silencio el cual nos sirve de base para agregar otros elementos sonoros como “el rumor de las olas quebrándose”, la “campana solitaria”, “la caracola terrestre” que en su conjunto crean un efecto de sonidos de la naturaleza. En este contexto se puede entender cuando la voz poética habla de la noche cayendo sobre los ojos de la amada ya que hay detrás toda una sinfonía visual y auditiva que le da significado. La asociación de la segunda estrofa busca reconocer el encanto y profunda influencia que la amada tiene sobre el poeta. “Los ríos cantan en ella” es una condición que la hace exclusiva; repercute en el poeta, quien poniéndose a su disposición promete seguirla y obedecerla: “como tú lo desees”, “hacía donde tú quieras”, “márcame mi camino”. La tercera estrofa vuelve a su amada aún más abstracta y ausente: “tu cintura de niebla”, “tu silencio”, “tus brazos de piedra transparente” Sin embargo, todos estos elementos logran transmitir una idea de silencio previa, la cual funciona al romperse en la última estrofa cuando el poeta percibe la voz de su amada. Es una “voz misteriosa” la que se percibe, durante un momento al final de la tarde, va “sobre los campos” y es “resonante” similar a la del “viento que dobla las espigas”.
Poema 19
Niña morena y ágil, el sol que hace las frutas,
el que cuaja los trigos, el que tuerce las algas,
hizo tu cuerpo alegre, tus luminosos ojos
y tu boca que tiene la sonrisa del agua.
Un sol negro y ansioso se te arrolla en las hebras
de la negra melena, cuando estiras los brazos.
Tú juegas con el sol como con un estero
y él te deja en los ojos dos oscuros remansos.
Niña morena y ágil, nada hacia ti me acerca.
Todo de ti me aleja, como del mediodía.
Eres la delirante juventud de la abeja,
la embriaguez de la ola, la fuerza de la espiga.
Mi corazón sombrío te busca, sin embargo,
y amo tu cuerpo alegre, tu voz suelta y delgada.
Mariposa morena dulce y definitiva
como el trigal y el sol, la amapola y el agua.
Este poema, a diferencia de los anteriores que aludían a una mujer de piel blanca, enaltece los encantos de una mujer de piel morena. También es importante resaltar, en contraste con anteriores poemas en donde los escenarios se pintan con el crepúsculo y la profunda congoja del poeta, el protagonismo positivo del sol como fuente generadora de vida y capacidad de intervención sobre los objetos que estén a su alcance. El sol “hace las frutas”, “cuaja los trigos”, “tuerce las algas”; además, es capaz de influir en la “alegría” del cuerpo de la amada (influye en su agilidad y el color de su piel), en hacer de sus ojos “ojos luminosos” y poner en su boca una sonrisa fresca, “la sonrisa del agua”. Sus cabellos también son descritos en confluencia con el sol: “Un sol negro y ansioso se te arrolla en las hebras de la negra melena”. El sol y la niña morena interactúan entre sí: la niña “juega con el sol” y este deja su huella (“dos oscuros remansos” en sus ojos) sobre ella. La tercera estrofa, sin embargo, nos revela un quiebre repentino. Existe una imposibilidad de acercamiento por parte del poeta dada por un tipo de incompatibilidad (“nada hacia ti me acerca”), una distancia que crece cada vez más por lo opuesto de su naturaleza (“todo de ti me aleja, como del medio día”). Esta incompatibilidad puede ser asociada al contrastarse entre la repentina condición sombría declarada por el poeta (todo “lo aleja del mediodía”, su “corazón sombrío”) y la opuesta vivacidad del sol y “delirante juventud” característicos en la niña amada. El poeta le confiere a su amada “la delirante juventud de la abeja”, “la embriaguez de la ola”, “la fuerza de la espiga” como características asociadas a los elementos de su entorno. Finalmente, ante la determinación de seguir amándola a pesar de todo, el poeta la compara con una mariposa, la cual no pierde, sin embargo, su condición de “morena”. Los adjetivos que califican a la mariposa son “dulces” y “definitivos”, como el trigal y el sol, como la amapola y el agua, respectivamente. Podemos deducir como consecuencia a partir del orden atribuido la existencia de una jerarquía. El “sol” y el “agua” son “definitivos”, pertenecientes a una jerarquía superior como lo es también el estatus de la amada, en tanto que “el trigal” y “la amapola” son dulces, es decir, complementarios, decorativos.
Tras la revisión de los aspectos planteados al inicio de este trabajo, hemos podido confirmar en el análisis de los poemas seleccionados la confluencia existente entre la mujer a quien se dirige el poeta y el escenario natural desde donde se han evocado sus recuerdos. Muchas veces la mujer es descrita en interacción con los elementos de la naturaleza, pero otras veces ella misma se ha presentado como la propia naturaleza. [ ] Podemos concluir, por tanto, que la necesidad y capacidad de descripción de lo femenino y sexual en términos del entorno natural que tiene Neruda, está dispuesto en favor de transmitir una emoción (sea de congoja o de felicidad) altamente sensitiva. De ahí su estrecha relación con lo que pueda comunicar los elementos y la fuerza de la naturaleza.
2010
Interesante! Hace tiempo que no escuchaba decir nada sobre Pablo Neruda, pues las nuevas generaciones de poetas lo encasillan y despachan demasiado rápido como mero "poeta del amor", olvidando o minimizando el contenido metafísico de sus poemas amorosos. Alguno quizá más osado diría que acaso no existe otro tema tan importante e inagotable como el amor, lo que me recuerda aquella anécdota en la que una jovencita le pregunta a Schubert, después de haber escuchado su música: "¿Por qué siempre escribe música tan triste?", a lo que Schubert responde: "¿Es que existe otro tipo de música?" Lo que nos hace preguntarnos: ¿Es que, además de la amorosa, existe otro tipo de poesía?
Muy interesante, me ha gustado,