MVLL y sus demonios

 

El impulso primero del novelista y su búsqueda por justificarlo en la obra primera: la necesidad de los “demonios” en Vargas Llosa

Cunado leemos las novelas de Vargas Llosa es imposible pasar inadvertido los referentes autobiográficos bajo las que se construyen. Muchos de sus personajes de ficción así como los distintos temas tocados por el novelista han provenido tanto de experiencias íntimas de juventud como del contacto con una sociedad especialmente dividida y conflictiva, como la peruana. La relevancia de este elemento autobiográfico en su obra ha sido mencionada muchas veces por el autor, el cual, además, lo ha definido dentro de una tradición literaria esencialmente realista. Solo hace falta recordar sus referentes más cercanos: Flaubert, Tolstoi, Faulkner, escritores que le dieron una perspectiva particular a su manera de entender y concebir la literatura. Después de estas consideraciones, sería fácil suponer el método de composición de sus novelas en donde las vivencias personales y la influencia del medio constituyen sus bases. Tanto por lo elemental de sus procedimientos, comunes al de muchos otros novelistas, así como, por sus influencias literarias de tendencia realista, podríamos dar por resuelto sin mayor disquisición su método de creación. Sin embargo, Vargas Llosa problematiza el asunto, lo hace complejo, llegando a conferirle incluso categorías sobrenaturales.

Para Vargas Llosa el génesis de toda novela provendría de un acto de rebeldía contra la realidad la cual le resulta discrepante. No estando conforme con esta, el novelista estaría en necesidad de intervenir el mundo con su escritura; este por tanto, sería empujado a cambiarla, reescribiéndola. Pero estas motivaciones, las cuales tendrían diferentes orígenes, permanecerían aún ocultas en el novelista en un estado de inconciencia. En Vargas Llosa podemos recordar, entre otras, por resultar significativas, el conflicto con su padre o el traumático paso por el colegio militar; momentos críticos, sin duda, de ruptura en su vida. Intervenir el mundo para Vargas Llosa, es equivalente a crearlo nuevamente, modificarlo; pero este mismo acto sería como un deicidio, un suplantar a Dios con la omnipresencia y gobierno de otro: el propio novelista. A este impulso suplantador, el cual instaura al novelista como nuevo y singular creador, le es atribuido un estatus sobrenatural, uno que satisface convenientemente la trascendencia del crimen perpetrado: lo demoníaco. Sería la presencia de estos “demonios” en Vargas Llosa, es decir, todo aquello que lo ha marcado de alguna manera en su vida provocando su disconformidad con el mundo lo que finalmente le proporcionaría los temas a sus novelas.

Tras lo expuesto anteriormente pareciera haber en Vargas Llosa una necesidad por disfrazar su proceso creativo, al dotarlo de una atmósfera mística y sobrenatural, aspectos que, esta por de más decirlo, “se remontan a un romanticismo decimonónico” (Williams 92) el cual ha parecido brindarle en gran medida las bases de sus concepciones estéticas de creación. Volver a estas concepciones, en donde la existencia de fuentes irracionales dota de inspiración al poeta o escritor, significaría para Vargas Llosa estar emparentado con todo aquel linaje de escritores a quienes admira y de los cuales ha aprendido la esencia de su oficio:

Goethe, the first to secularize demonic metaphors to discuss the nature of literary creation, was an indirect influence on Vargas Llosa, who was more directly affected by the demonic in Victor Hugo, Gustave Flaubert, the poètes maudits such as Rimbaud and Baudelaire and in Cesar Moro and George Bataille advocates of the so called “literature of evil”. (Kristal 3)

Sin embargo, Vargas Llosa parece no haber recibido influencia de estos preceptos únicamente; los “demonios” a los cuales alude el escritor serían un concepto netamente freudiano. “La idea de los demonios personales se basa fundamentalmente en la teoría freudiana de lo inconciente y lo irracional. Los demonios vargasllosianos presentan el mismo origen de lo inconciente en Freud, pues responden a experiencias traumáticas infantiles semejantes” (Williams 91). Es importante también notar el vínculo directo que toda esta tendencia de pensamiento nacida de la psicología de aquella época guarda con el surrealismo, el cual, como tesis principal, tenía develar los mecanismos de la psiquis en ausencia de todo control ejercido por la razón. Efraín Kristal hace las siguientes consideraciones al respecto:

The satanic images of the Romantics taken up by twentieth century writers such as César Moro and Georges Bataille, both of whom strongly influenced Vargas Llosa’s views on literature. These writers took surrealism as starting point to explore the darker side of human nature and to defend literature as an activity where uncensored imagination is free to explore a writer’s most disturbing obsessions. (4)

Ante lo expuesto, resulta curioso confrontar a un Vargas Llosa que funda sus motivaciones creadoras como novelista en “demonios” o figuras ocultas salidas de su inconciente, con otro en el que predominan, entre muchas de sus virtudes, su disciplina para el trabajo como escritor y la conciencia plena en el manejo de sus contenidos y el impacto que estos puedan tener entre sus lectores. En Vargas Llosa es difícil pensar que algo pueda quedar al azar o sea motivado por el mero impulso sin ser antes cuidadosamente meditado; me refiero con esto a su gran conocimiento y capacidad para novelar, para construir argumentos atractivos, diseñar personajes verosímiles, así como el innegable criterio que tiene al momento de “elegir” sus temas en beneficio de captar el interés de sus lectores.

Cuando Vargas Llosa dice que sus temas le son impuestos por ciertos “demonios” metafóricos -los cuales no serían otra cosa que los eventos o hechos traumáticos que lo marcaron en una etapa temprana de su vida- esta diciendo de alguna manera que él no tendría control sobre la elección de estos (me refiero a sus temas base, como el autoritarismo representado en sus diferentes formas o el conflicto de clases y racial al interior de su novela) pues necesariamente tendría que sublimarlos en favor de deshacerse de ellos; estos “demonios” aparecerían y serían volcados sin oposición aparente -matizados, es cierto; reescritos, provistos de un “elemento añadido”- en los temas de sus libros: “Los escritores que rehúyen sus propios demonios y se imponen ciertos temas, porque creen que aquellos no son lo bastante originales o atractivos, y estos últimos sí, se equivocan garrafalmente.” (Vargas Llosa 37) Sin embargo, ante una explicación que linda más con lo “intuitivo” y da demasiada importancia al plano inconciente o emocional, es mejor intentar hallar sus orígenes en otro ámbito: el conciente.

Por alguna razón, lo meticulosamente estudiado y selecto, que hay en los contenidos temáticos de la novela de Vargas Llosa es borrado o escondido por este mismo, y dado en atribución de lo irracional e inconciente. En otras palabras, al novelista no le serían impuestos sus temas en forma irrestricta, por más que estos provengan de hechos cruciales o gravitantes en su vida, sino que estos serían escrupulosamente elegidos en favor de un propósito específico. El escritor es conciente de que su obra va a ser leída, escrutada, sometida; por tanto, nada de lo que deje en su versión final puede quedar al azar; desde los diálogos, pasando por la elección de los personajes principales y espacios donde se mueven estos, hasta lo muy personal que pueda haber del novelista en sus páginas; todo, debe ser minuciosamente elegido por el autor. En este sentido los demonios de Vargas Llosa no serían tan irracionales ni velados como el escritor pretendería hacernos creer. Estos, desde su concepción metafórica, más bien tendrían como cometido, tanto esconder como justificar lo que el novelista deliberadamente busca plantear de fondo sin que sus subjetividades queden expuestas ante el escrutinio de sus lectores. Este buscaría marcar, muy sutilmente, una distancia entre el autor y el narrador; es decir, entre lo que tendría en mente, protegiendo sus concepciones personales y lo que finalmente expone a través de sus personajes y situaciones en la novela.

Haber escrito La ciudad y los perros seguramente habrá significado para su autor una concienzuda labor de búsqueda y edición dentro de otros posibles temas. En esta novela es fácil identificar dos ejes temáticos principales: la crítica social y el relato de origen autobiográfico. Ninguno de ellos, a mi parecer, habría sido finalmente tomado en cuenta sin que antes el novelista haya sopesado su posible repercusión en el lector. Si bien Vargas Llosa afirma que “un tema de por sí no es nunca ni bueno ni malo en literatura” y da especial importancia a la “forma en que se encarna, es decir, aquello en que un tema se convierte cuando se materializa en una novela” (37), este no parece reparar en lo trascendente de esta decisión. Vargas Llosa elige y construye el argumento de su novela a partir de la conciencia en la que esta es generada por circunstancias mediáticas puntuales. Teniendo enteramente presente el contexto social que se vivía en un momento particular de la historia: el régimen de una dictadura militar en un país fragmentado de enormes diferencias sociales y racista como el Perú, Vargas Llosa toma de este los temas que le sirven de telón de fondo a su novela. “¿De dónde salen las historias que cuentan las novelas? ¿Cómo se le ocurren los temas a un novelista?” se pregunta Vargas Llosa. “La raíz de todas las historias es la experiencia de quien las inventa, lo vivido es la fuente que irriga las ficciones literarias”, así es como argumenta esta cuestión el mismo Vargas Llosa, y sin duda no le falta razón. La fuente es la realidad, la experiencia vivida, pero reescrita en función no solo de la propia necesidad o complacencia del escritor (quien no podría exorcizar tan libremente todos los “demonios” que lo atormentan) sino también basada en la expectativa y respuesta del lector, condición necesaria, además, para tener éxito en un mercado editorial cada vez más influyente. En ese sentido, la elaboración de un retrato multiétnico al interior del colegio, el manejo de la muerte del esclavo por parte de las autoridades militares, el conflicto entre clases sociales reflejado en la relación de Alberto y Teresa, reúnen en su conjunto, una intención expresa y manifiesta en la novela -además de las suscitada por las experiencias del autor, claro- : la de “sintonizar” con el momento vivido por el lector, buscando en su particular sensibilidad (dada por el contexto) aquello que pueda ser usado en la composición de la novela. Un lector inmerso en la problemática social que se toca, naturalmente se sentirá identificado con la novela lo cual seguro ayudará a entenderla desde adentro:

El descubrimiento y representación de estas estructuras (de poder) que eran el sustrato de nuestra realidad social permitió al autor sortear, con su primera novela, los defectos y limitaciones que, en muchos casos, aquejaban a los narradores de la llamada “generación del 50”, que cultivaron el realismo urbano, cuya influencia sobre el joven Vargas Llosa es visible en Los jefes. Supo que no bastaba mirar alrededor y dar testimonio, sino ir más allá, más al fondo de eso, para ofrecer imágenes y configuraciones permanentes que definían el rostro colectivo del país; así, su retrato tuvo mayor vuelo y ganó una convicción que podía sentir tanto el lector local como el extranjero. (Oviedo 68)

Así Vargas Llosa habría diseñado el argumento de su novela, en un alto grado de correspondencia con la expectativa de un lector ideal en un momento específico. Como prueba de esto “desde hace años el autor peruano ha dejado de hablar específicamente de demonios. De forma paralela su prosa de ficción ha dejado de manifestar el tono vengativo que tenía en los años sesenta”. (Williams 105)

En cuanto a los elementos propiamente autobiográficos vertidos en la novela, es decir, los que “por intermedio” del mismo autor después han llegado hasta nosotros, podemos decir de estos que son seleccionados tan minuciosamente como lo hace con sus temas. Vargas Llosa expone su persona y sus ideas en el texto, pero no de manera gratuita ni completa. Vargas Llosa disgrega, por ejemplo, sus primeras vivencias biográficas en la confección de dos personajes: el poeta y el esclavo. En este proceso muestra, se desnuda; pero también edita, esconde y crea. Las vivencias iniciales del esclavo, su idílica primera infancia al lado de su madre en Chiclayo y el trauma que le significa conocer a su padre son los mismos que el autor, luego en diferentes artículos y entrevistas, confiesa como suyos. De igual forma, el poeta, si bien parece reflejar con mayor evidencia su similitud con el autor, por los paralelismos vinculados al extracto social al que pertenecía, así como, por su interés por la escritura; pareciera realmente haber sido creado con un propósito mas bien auto-reivindicatorio, buscando con esto -el autor- dejar constancia de el éxito de su inserción a un medio en el cual por diferentes circunstancias estuvo obligado a estar como fue el colegio militar. Sin importar aquí definir los límites entre lo estrictamente verificable y lo procedente de la imaginación, lo cierto es que la ficción y lo real se confunden, y es en esta superposición de ámbitos de donde Vargas Llosa se vale para exhibir su intimidad y al mismo tiempo esconderla.

Estas apreciaciones no han tenido como objeto descalificar un proceso de creación por demás válido y común a muchos escritores, me refiero al que hemos intentado develar y derivar a partir del encubierto por las metáforas demoníacas; no obstante, sí se ha querido hacer una crítica de estas por inconsistentes y limitantes. Los “demonios” serían una forma de explicar, en muchos escritores, los múltiples mecanismos particulares con que cada uno cree entender su forma de escribir. Así, Vargas Llosa habría creído que su experiencia de creación le sería natural y necesaria a todos llegando incluso a “tildar de inauténtico a quien no se sometiera a ella”. (Vargas Llosa 36) Sin embargo, esta crítica no ha impedido reconocer su enorme talento como narrador, así como el carácter innovador que tuvo la elección de nuevos temas.
Podríamos agregar como comentario final a estas reflexiones que más allá de lo que mueva a un novelista a escribir y sin importar sus métodos o mecanismos de creación ni sus resultados, una sola cosa sería común a todos ellos: la anhelada trascendencia.

Obras citadas

Kristal, Efraín. “The writer’s commitment”. “The transition”. “Against wind and tide”. Temptation of the word. The novels of Mario Vargas Llosa. Nashville: Vanderbilt University Press, 1998.

Oviedo, José Miguel. “La ciudad y los perros cuarenta años después”. Dossier Vargas Llosa. Lima: Taurus, 1997.

Vargas Llosa, Mario. La ciudad y los perros. Madrid: Alfaguara, 2004

Vargas Llosa, Mario. “El catoblepas”. Cartas a un novelista. Barcelona: Ariel, 1997.

Williams, Raymond. “El novelista y sus demonios”. “Los primeros demonios: La ciudad y los perros”. Vargas Llosa. Otra historia de un deicidio. Madrid: Taurus, 2001.

2010

Puntuación: 5.00 / Votos: 1

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