A próposito de las ilustraciones – Alicia en el país de las maravillas

 

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Hace algunos días, con la intención de releer algunos pasajes de la monumental Alicia (en el País de las Maravillas), y digo monumental no por la extensión, la cual de por sí es bastante breve, sino más bien por el rico universo contenido en sus páginas, caí en cuenta a propósito de algunos apuntes y reflexiones sobre la obra de Carroll en la edición revisada, que la denominación comúnmente usada por muchos lectores para referirse a Alicia es la de “cuento para niños”, designación a lo mejor convenida por su inofensivo título el cual parece invitarnos con un guiño de sugerente complicidad a un mundo diseñado bajo estrictas normas de control y seguridad, en donde nada ni nadie puede perturbar el libre e inocente discurrir de nuestros pequeños lectores. De por sí los elementos –los aparentes- que Alicia reúne en sus páginas, como son el protagonismo de una muy joven y audaz niñita de ocho años, el conjunto de personajes extravagantes y la vertiginosa sucesión de situaciones absurdas, además del esencial aporte gráfico logrado con un nutrido conjunto de bellas ilustraciones, pueden llevarnos fácilmente a caer en un error de apreciación. Sobre estos elementos volveremos más adelante con algunos ejemplos explicativos.

Un examen poco riguroso, como el basado exclusivamente en la forma del relato, solo contribuirá a subestimar el valor de la obra, alterando su verdadera dimensión. Será pues necesario, además de la atención puesta en la cubierta del libro decorada por llamativos dibujos, darle una hojeada escrupulosa al interior de cada uno de sus enigmáticos capitulillos. Así, solo cuando reparemos también en un conveniente análisis del fondo lograremos un adecuado método de evaluación integral el cual nos permitirá, en la medida de lo posible, tener una comprensión más amplia no solo de Alicia sino de cualquier texto en general.

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Precisamente, tras estas consideraciones no podemos apresurar conclusiones y tildar tan fácilmente a esta pequeña obra maestra de simple y llana “literatura para niños” –me refiero a la convencional, a la hecha en serie, a la que atiborrada de lugares comunes copia y deteriora un género de larga tradición- sin antes poseer un conocimiento por lo menos próximo a las implicancias que guarda este concepto; el caso de Alicia en particular, a diferencia de otras creaciones de poco mérito, torna difícil cualquier tentativa de clasificación debido a lo peculiar de su concepción. Antes de continuar convendría primero aclarar qué se entenderá en adelante por “literatura para niños”, solo así se podrá trabajar sobre un base conceptual al menos tentativa. Entendamos esta denominación no solo como la producción hecha con la intención de ir dirigida exclusivamente a niños sino también la que escrita sin pensar en ese fin, ya sea por temática o algún otro punto de contacto, aborda por extensión el mundillo habitualmente descrito en las historias para niños (hablamos de personajes y situaciones comúnmente relacionados con los cuentos de hadas). Según lo antes referido no habría problema alguno en definir a Alicia como cuento para niños pues sea cual fuese el caso Alicia igual se ajustaría perfectamente a cualquiera de ambas definiciones; por un lado, como bien sabemos –y esto solo vale tomarlo en cuenta para intentar explicar el propósito real del autor con respecto al tipo de lector al cual quiso dirigirse- Carroll concibió la historia original con la intención de complacer la petición de las hijas de un amigo, en especial la de la pequeña Alicia a quien tanto habían gustado sus historias -se trató de una serie de relatos improvisados contados por Carroll durante un paseo en bote con Alicia y sus hermanas- y en quien, además, también se inspiró para crear a su precoz heroína.

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Es evidente pues, al menos por lo que en sus biografías y propios diarios de vida se dice de su trabajo, que Carroll crea un mundo pensando en el deleite de un receptor específico: el niño, pero tampoco se trata de un escritor de cuentos para niños profesional ni mucho menos –no al menos en los términos pedagógicos que hoy entendemos- aunque luego desarrollara en paralelo a su producción científico-académica (recordemos que era un matemático) una literaria de mediano éxito también; el creador de Alicia solo deseó contar una historia divertida que llame la atención y entretenga a sus ocasionales oyentes y en ello no reparó método o consecuencia alguna, tan solo se desbordó en un relato de verdaderos confines oníricos. Primero como manuscrito, el cual contaba con ilustraciones del mismo autor, y luego como libro impreso, consecuencia de un futuro éxito editorial ineludible, confirmamos así la primera condición del libro relacionada con la producción literaria dedicada exclusivamente al mundo de los niños; de igual modo, mas vista su naturaleza desde otra perspectiva –y esta es la que más se acerca a la defensa de nuestro argumento-, Alicia por todos aquellos elementos que atrapan y fascinan a un lector adulto (no necesariamente adulto pero si dotado de una mayor experiencia lectora) también logra atraer y entretener a un público lector infantil menos experimentado pero igual plenamente identificado con las aventuras de una niña que al igual que ellos queda fascinada al emprender tan extraordinario viaje.

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La lectura de un niño no logra rescatar la riqueza multi-interpretativa de un texto como el de Alicia –aunque muchas veces un adulto tampoco lo logra- , sin embrago, esta lectura a su nivel igual le basta para extraer los elementos suficientes que le permitan disfrutar de la obra. Esto es lo que -estamos seguros- sucedió con Alicia; Carroll, al crear cada personaje, al elaborar cada situación, al construir cada diálogo, trascendió toda motivación inicial vinculada a la simple composición a pedido de una niña, llevando una historia de mero trámite efectista hasta confines verdaderamente insospechados para los estándares de género comúnmente asociados a la fábula moralizante que por esos tiempos comenzaba a exigir la literatura infantil. Carroll vuelca en su Alicia, además de algunas alusiones a su entorno personal, todo un conjunto de elementos inherentes al propio universo cultural, político e intelectual inglés de la época (segunda mitad del s. XIX), disimulándolos en una desbordante e incontenible historia de aparente protagonismo infantil pero la cual sin duda guarda un alcance y complejidad superiores a cualquier otra obra de género convencional.

Arthur Rackham

Con el objeto de identificar y retomando un poco lo dicho anteriormente con respecto al injusto error de apreciación que se comete con Alicia el cual ocasiona una frecuente confusión entre forma y fondo solo basta revisar –sin ser muy rigurosos- algunos elementos, al parecer pasados por alto, tomados por otros o simplemente perdidos entre el todo conjunto de la obra, para poner en evidencia la gravedad de una lectura muchas veces tomada a la ligera, sujeta a prejuicios y muy generalmente propensa a ser etiquetada, impidiéndole al lector un acercamiento más libre. Hemos identificado así con la intención de ilustrar estos desaciertos tres aspectos muy generales y además evidentes, los cuales pasaremos a comentar brevemente.
Tras leer las primeras páginas de Alicia uno de los errores más comunes que se comete es asociar el protagonismo de nuestra pequeña heroína quien solo cuenta con ocho años al abultado catálogo de cuentos, de reciente edición, escritos exclusivamente para un mercado infantil, los cuales además, suelen estar protagonizados también por intrépidos niños en busca de alguna aventura de tinte moralizante y en el cual por más esfuerzo que se haga no se logra por ningún motivo encontrar esa mezcla de espontaneidad y genio universal conseguida en las páginas escritas por Carroll; de esta forma, Alicia, injustamente resulta extraviándose entre un conjunto de pequeñas obras menores hechas muchas veces -y a veces únicamente- con propósitos comerciales. Títulos como El Principito, Los viajes de Gulliver o La isla del tesoro son también usualmente objeto de una inconsecuente clasificación, y como resultado, desestimados por lectores adultos que creyéndolos pertenecientes a una sección restrictiva de su “mundo adulto” terminan por subvalorarlos, o peor aún, ignorarlos.

Arthur Rackham

Pero estos deslices no solo son consecuencia de la injusta consideración que se tiene con el personaje de Alicia; del mismo modo la presencia de un extenso bestiario y demás seres fantásticos, todos en parte heredados de la tradición popular inglesa y otros creados por el genio del autor, son tomados ingenuamente como pretexto para catalogar de imaginaria y por tanto vana a una obra que justamente basa en esos elementos su maestría para esconder lo que lo evidente suele convertir en algo del montón. Personajes como el Conejo Blanco, el Gato de Cheshire, el Sombrerero o la Reina de Corazones; inspirados en el mundo de la fábula y los cuentos de hadas, disimulando un peso protagónico secundario, juegan en realidad un papel crucial en la composición del gran universo Carroliano. La creación de muchos de los personajes de ficción de Alicia esconden intencionadamente en sus extravagancias y supuestos absurdos algún tipo de crítica a la sociedad, parodiándola, pero también inmortalizándola, brindándonos un retrato de la época (Era Victoriana) bastante original.

Arthur Rackham

Finalmente -y ésta es, sin duda, una de las principales razones por las que el lector poco familiarizado con Alicia deja llevar sus primeras impresiones- están la ilustraciones, complemento indispensable para el concepto total de la obra, consideradas además desde un principio en el manuscrito original y, sin embargo, ahora tomadas por mero asunto decorativo menospreciando su verdadera dimensión. Los dibujos realizados por John Tenniel -célebre ilustrador de la época- a encargo de Carroll, esenciales desde nuestro punto de vista, transmiten, sin interferir con el texto, la esencia del relato, dotándolos de un mayor alcance receptivo. Con las ilustraciones se gana el interés inmediato de los más pequeños; el dibujo se lee y se disfruta solo teniéndolo enfrente, contemplándolo, interpretándolo a libre antojo, llegando incluso a convertirse en el centro de la historia misma. Y si los niños dan tanta importancia a este aspecto de la obra, es lógico que los adultos desconfíen y por tanto rechacen lo que tan exclusivo se cree del mundo de los niños, prejuicio que al fin y al cabo solo busca marcar distancia y subordinación entre un mundo y otro.

Arthur Rackham

Las apariencias, como hemos visto, ejercen una fuerte influencia al momento de elegir un libro, elementos externos manipulan una recepción que podría resultar más libre y original en beneficio del lector sea cual fuese su nivel o edad; muchas veces la fama de un libro juega en contra de la múltiple y libre interpretación que busca tener, encasillándolo, creando categorías que a la larga interrumpen un contacto más espontáneo con la obra en sí. Esto es lo que pasa con Alicia, y muchos otros títulos de la literatura universal. Asimismo, el hecho de que clasificaciones editoriales, buscando crear modelos y pautas de consumo en jóvenes y niños; y la propia Escuela, imponiendo títulos seleccionados bajo criterios discutibles, contribuyan a una formación hecha a base de libros resumidos o adaptados –sin la debida advertencia-, libros moralmente correctos o solo de fines instructivos, trae como consecuencia un pobre conocimiento de la verdadera dimensión de la Literatura como fuente de conocimiento humano universal.

¿Existe una verdadera literatura para niños, plenamente identificable, de calidad y conforme a las exigencias pedagógicas reguladoras de estos tiempos? ¿Deberían revisarse las secciones de libros infantiles en busca de una mejor y adecuada clasificación? Hemos querido dar muestra con Alicia de lo complicado que puede resultar hacer una buena selección -el criterio personal siempre ocasionará diferencias- intentando respetar; por un lado, los nuevos criterios evaluativos (valorativos) de las obras impuestos por la Escuela y la moda; y por otro, no dejando de reconocer la real trascendencia y naturaleza de sus contenidos.

2008

Puntuación: 4.50 / Votos: 2

2 thoughts on “A próposito de las ilustraciones – Alicia en el país de las maravillas

  1. También estoy investigando sobre Carroll, ayudando a una persona que hace una tesis sobre las traducciones castellanas de Alicia, que no son muy perfectas que digamos. Nos hemos dado con la sorpresa de que al menos dentro de lo que hemos podido revisar no existe ninguna tesis en el Perú dedicada a Alicia o cualquier otra obra de Carroll. Una gran deuda que la tesis que estoy asesorando, ojalá ayude a saldar.

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