recreo (fragmento)

…caminaba de un lado a otro dejando correr sus lágrimas y ni una sola palabra, sus pasos desnudos parecían llevarla sin dirección en una danza de ecos corporales a través de la habitación; podía sentir a los objetos apartarse ante el dominio de su sola presencia; todo, incluso yo, parecía estar diluyéndose en torno a ella. Sentí ganas de besarla -su agitación, su llanto cerrado, su sincera confusión, me hicieron desearla aún más- pero los intensos temblores me hicieron consiente de la circunstancia en que me hallaba. De un momento a otro, sus ojos se apagaron, desistiendo del odio que los cargaban. Intentó decir algo, un ademán vago, pero se contuvo. Sus mejillas, ahora tímidamente encendidas, hacían desaparecer los vestigios de algunas pequeñas lágrimas aún presentes en el aire. Su rostro dibujó una expresión de profunda calma, cuyo estrépito me invadió hasta sentir la más insoportable angustia.

Junto a la ventana, quedó mirando un cielo como de horror el cual sin reparo alguno se obstinaba siempre en ver donde fuese que un problema surgiera; permaneció algunos segundos así, tal vez como esperando que la sola contemplación de esa imagen detrás de los cristales le develara el siguiente paso. Por un momento, en el descuido de esa repentina embriaguez, pensé inútilmente poder escapar, vi la puerta entreabierta y calculé el tiempo que me tomaría deslizarme hasta ella, sin embargo, me sostenía apenas y muy lejos de echar mi suerte en un vano intento decidí esperar y no forzar ningún otro desenlace imprevisto para ella. Vuelta en sí y sin otra resolución aparente más que continuar con su plan, se condujo por entre el poco mobiliario que quedaba aún en pie hasta llegar a nuestra cama, dejó el pesado revólver sobre esta y tras vacilar un instante sobre su decisión última entró sin prisa a la habitación contigua no sin antes haberme dado una última mirada. Salió al poco tiempo(desnuda), y arrastrando unos pies como de plomo volvió hasta donde me había dejado, tomó el arma y me apuntó a la cabeza; su cuerpo permanecía firme, un tanto atardecido frente a la ventana, empuñando ese pequeño cañón desde toda su humanidad posible, armándose de valor, seguro evitando dejar correr una lágrima.

Desde mi lecho de muerte empezaba a ver nublar lentamente su imagen, mientras mi desesperación por poseerla en ese mismo instante me sumía en la más inesperada excitación. Enseguida, ante mi evidencia, se percató que miraba sus pechos, ella también los vio, me miró nuevamente y llevando el arma hasta ellos, empezó a acariciarlos delicadamente, tocándolos apenas, recorriéndolos, como confirmando su tibia doble redondez perfecta. Al sentir el frío helado del metal en contacto con su piel, poco a poco fue llevando el arma -por momentos hundiendo, por momentos prolongando su gélido roce, pero nunca separándola de su piel- a través de su cuello y rostro temblorosos hasta llegar a la imponencia de sus palpitantes sienes. ¿Responderte?, dijo viendo la puerta abrirse. Todo a su tiempo.

Un insoportable eco fue todo lo que oí. La apenas reconocible imagen de un hombre corpulento yacía en el piso boca abajo tras haber recibido un tiro directo en la cabeza. Fue a dar muy cerca de mí. Al verlo no pude más que solidarizarme con él, sin embargo, no podía estar más contento por haber salido con mejor suerte que la suya. Mi madre rompió en un trágico llanto, soltó el arma que al caer se disparó perforándole el pie y se desplomó en un dolor aún más intenso frente a -solo ahora que mi madre grita el nombre de mi padre me doy cuenta- los dos hombres de su vida. Me desvanecía…

2006-2010

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