recreo (fragmento)
Junto a la ventana, quedó mirando un cielo como de horror el cual sin reparo alguno se obstinaba siempre en ver donde fuese que un problema surgiera; permaneció algunos segundos así, tal vez como esperando que la sola contemplación de esa imagen detrás de los cristales le develara el siguiente paso. Por un momento, en el descuido de esa repentina embriaguez, pensé inútilmente poder escapar, vi la puerta entreabierta y calculé el tiempo que me tomaría deslizarme hasta ella, sin embargo, me sostenía apenas y muy lejos de echar mi suerte en un vano intento decidí esperar y no forzar ningún otro desenlace imprevisto para ella. Vuelta en sí y sin otra resolución aparente más que continuar con su plan, se condujo por entre el poco mobiliario que quedaba aún en pie hasta llegar a nuestra cama, dejó el pesado revólver sobre esta y tras vacilar un instante sobre su decisión última entró sin prisa a la habitación contigua no sin antes haberme dado una última mirada. Salió al poco tiempo(desnuda), y arrastrando unos pies como de plomo volvió hasta donde me había dejado, tomó el arma y me apuntó a la cabeza; su cuerpo permanecía firme, un tanto atardecido frente a la ventana, empuñando ese pequeño cañón desde toda su humanidad posible, armándose de valor, seguro evitando dejar correr una lágrima.
Desde mi lecho de muerte empezaba a ver nublar lentamente su imagen, mientras mi desesperación por poseerla en ese mismo instante me sumía en la más inesperada excitación. Enseguida, ante mi evidencia, se percató que miraba sus pechos, ella también los vio, me miró nuevamente y llevando el arma hasta ellos, empezó a acariciarlos delicadamente, tocándolos apenas, recorriéndolos, como confirmando su tibia doble redondez perfecta. Al sentir el frío helado del metal en contacto con su piel, poco a poco fue llevando el arma -por momentos hundiendo, por momentos prolongando su gélido roce, pero nunca separándola de su piel- a través de su cuello y rostro temblorosos hasta llegar a la imponencia de sus palpitantes sienes. ¿Responderte?, dijo viendo la puerta abrirse. Todo a su tiempo.
Un insoportable eco fue todo lo que oí. La apenas reconocible imagen de un hombre corpulento yacía en el piso boca abajo tras haber recibido un tiro directo en la cabeza. Fue a dar muy cerca de mí. Al verlo no pude más que solidarizarme con él, sin embargo, no podía estar más contento por haber salido con mejor suerte que la suya. Mi madre rompió en un trágico llanto, soltó el arma que al caer se disparó perforándole el pie y se desplomó en un dolor aún más intenso frente a -solo ahora que mi madre grita el nombre de mi padre me doy cuenta- los dos hombres de su vida. Me desvanecía…
2006-2010