A ver qué se quedó en la libreta
…una raya más al tigre, ya incluso había olvidado este pequeño texto que me huele a otro tiempo…
Sin título
La ciudad enfunda a sus héroes de ficción, los de antes y los de ahora, los verdaderos y los que nunca los fueron; los protege del berrido azufrado e intenso que son mis pensamientos, los reparte presurosos lejos de las fauces intrusas de un demonio liberado…
¿Te llevé alguna vez conmigo? Creo que no. Permanecías callado junto a la puerta, con la mirada perdida en aquel cuadro de colores tristes, ese que tú pintaste con lágrimas del cielo un día después de tu llegada. Para ser un invitado imprevisto llegaste demasiado pronto, porque hasta para los huéspedes inesperados se necesita un poco de planificación. Pero tú llegaste en el peor y en el mejor momento de todos. Te encontré un martes por la tarde recostado en mi sillón de lectura, estabas dormido y un tanto traslúcido como cuando solías pensar en cosas tristes, te desvanecías entero sin temor a desaparecer y es que hasta tus sueños podía yo verlos en plan de fuga. Mucho tenían de mujeres, mucho de fama subterránea, de promesas vacuas convertidas en lágrimas cuadradas. Desde ese momento aprendí a verte con los ojos cerrados con el único propósito de sentirte, contagiarme de tu tristeza encuadernada, solo intentar morder sensaciones, ni si quiera entenderlas. Sé que tú eres el único testigo de este horrendo crimen; de esta estúpida e impertinente vigilia de hombres macrófalos y mujeres en cuclillas; de este fin de especie necesaria y bulliciosa. Tú y solo tú me confirmas a cada momento este sueño impune del cual tenemos escrita ya la última página. Me veo reflejado en ti a cada instante y entonces pienso que no estoy solo. Pregunto lo que no debo, mas tu silencio no sabe de indiscreciones y de inmediato me son develados hasta el más inútil de los secretos. ¡Calma! ¡Calma! Un día como hoy dentro de mil años volverás a estar aquí, junto a mí, recordando, seguro con un poco de nostalgia, aquel par de minutos infaustos en los que por primera vez te mostré a qué me refería cuando te hablé del Titanus y te di muerte en ese pequeño cuarto destinado a tu estancia.
¿Te llevé alguna vez conmigo? Creo que no. Permanecías callado junto a la puerta, con la mirada perdida en aquel cuadro de colores tristes, ese que tú pintaste con lágrimas del cielo un día después de tu llegada. Para ser un invitado imprevisto llegaste demasiado pronto, porque hasta para los huéspedes inesperados se necesita un poco de planificación. Pero tú llegaste en el peor y en el mejor momento de todos. Te encontré un martes por la tarde recostado en mi sillón de lectura, estabas dormido y un tanto traslúcido como cuando solías pensar en cosas tristes, te desvanecías entero sin temor a desaparecer y es que hasta tus sueños podía yo verlos en plan de fuga. Mucho tenían de mujeres, mucho de fama subterránea, de promesas vacuas convertidas en lágrimas cuadradas. Desde ese momento aprendí a verte con los ojos cerrados con el único propósito de sentirte, contagiarme de tu tristeza encuadernada, solo intentar morder sensaciones, ni si quiera entenderlas. Sé que tú eres el único testigo de este horrendo crimen; de esta estúpida e impertinente vigilia de hombres macrófalos y mujeres en cuclillas; de este fin de especie necesaria y bulliciosa. Tú y solo tú me confirmas a cada momento este sueño impune del cual tenemos escrita ya la última página. Me veo reflejado en ti a cada instante y entonces pienso que no estoy solo. Pregunto lo que no debo, mas tu silencio no sabe de indiscreciones y de inmediato me son develados hasta el más inútil de los secretos. ¡Calma! ¡Calma! Un día como hoy dentro de mil años volverás a estar aquí, junto a mí, recordando, seguro con un poco de nostalgia, aquel par de minutos infaustos en los que por primera vez te mostré a qué me refería cuando te hablé del Titanus y te di muerte en ese pequeño cuarto destinado a tu estancia.
2003
…tenía que haber un sillón…siempre he sido un perezoso…