¿Por qué es necesario un taller como Más allá de Hollywood?

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Que, en pleno siglo XXI (el de las redes y la saturación de información), un joven limeño no pueda ver en los cines de su ciudad una película francesa o española o rusa o colombiana es, por decir lo menos, una anomalía y, desde algún punto de vista, una aberración. Sin embargo, en nuestro medio, ese hecho esencialmente anómalo está totalmente naturalizado. ¿Quién se sorprende por ello? Nadie (o casi nadie), porque se asume implícitamente que eso es lo normal, la realidad: es lo que hay (como el caótico tráfico limeño) .

Pero, ¿qué está en juego en un statuo quo como este en el que los filmes hollywoodenses son los únicos que copan los multicines? ¿Es solo un hecho de libre mercado, un juego de oferta y demanda cinematográfica, un mero hecho económico? Creemos que no. Sostenemos que es algo mucho más grave y nocivo, cuyos efectos hay que rastrearlos en el orden de lo artístico, lo estético y lo intelectual. Al estar sometidos a esta hegemonía y/o monopolio audiovisual hollywoodense se está acostumbrando al público a la dictadura de una única estética y a un único tipo de narrativa audiovisual. En suma, a una única forma de sentir (al menos, desde las butacas de una sala a oscuras).

El problema no es la relativa calidad de ese único tipo de cine que se ve en Lima (y, por extensión, en el Perú). Habrá en él, por supuesto, buenas, mediocres y malísimas películas, como en toda cinematografía.  Es decir, el problema es que vivamos en medio de un monopolio del gusto sin que El problema, en sí, consiste en que sea el único tipo de cine al que se tiene acceso en esta ciudad. Es decir, el problema es que vivamos en medio de un monopolio del gusto sin que los implicados en ello hagan algún esfuerzo por salir de esta situación empobrecedora.

En este panorama de la cultura audiovisual peruana, un taller como Más allá de Hollywood: Cines del mundo promueve el ejercicio de nuestra capacidad crítica –entendiéndola como capacidad de cuestionamiento y disenso- para, en primer lugar, tomar distancia de lo fáctico y analizar esa amalgama de razones económicas y culturales que posibilitan eso que podríamos denominar “la uniformizante dictadura del gusto hollywoodense”. En segundo lugar, al conocer, ponderar y aprender a disfrutar otras narrativas, se relativiza el imperativo de esa homogeneidad que cuestionamos. Y, por último, se amplían los horizontes estéticos audiovisuales buscando que la diversidad sea el rasgo esencial de la cultura audiovisual.

Cortázar, alguna vez, cuestionaba lo que el llamaba el ombliguismo de occidente que asumía el discurso racional como la única medida del conocimiento de la realidad. Similarmente, podríamos pensar que impera entre nosotros un ombliguismo cinematográfico que asume la narrativa fílmica a la manera de Hollywood como la única (o la mejor) forma de contar una película. En esa lógica, todo lo que es distinto es asumido como malo o lento o aburrido, para utilizar adjetivos (que devienen en categorías descalificadoras) a partir de las cuales se legitima esta aplanadora del gusto.

En suma, ser críticos con una realidad deformada como la nuestra nos obliga a, primero, ponderar este hecho como una anomalía cultural y, después, hacer un esfuerzo consciente para conocer y valorar narrativas alternativas, sabiendo que, al inicio, pueden parecernos extrañas o, cuando menos, inusuales. El gusto se aprende.

Joel Calero – docente del taller Más allá de Hollywood

(junio 2014) 

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