El liderazgo pedagógico para el cambio de la calidad educativa

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Hablar de un cambio para la calidad educativa implica en un principio, cambiar y renovar ciertos parámetros, paradigmas y modelos mentales en aquellas personas que tienen a su cargo el rol de educador. Se trata de formar en lo pedagógico, características y valores determinados; estimulando y generando actitudes de mejora beneficiosas para cada miembro y para la propia organización educativa.

Estamos frente a lo que Bass (1990) llamaría “Liderazgo Transformacional”, aquel que puede motivar, estimular y potenciar a sus seguidores, creando relaciones cercanas de empatía, y haciendo que los miembros de la organización se sientan parte de un todo.

Logrando que compartan los mismos objetivos, alineando sus intereses personales con los de la institución. Para lograrlo, Bass considera cuatro aspectos que deben estar presentes en la gestión de un líder transformacional: el carisma, la consideración individual, la estimulación intelectual, la inspiración y la tolerancia psicológica. Factores que determinarian la conducta, en tanto los líderes motiven a sus colaboradores a superar sus propias expectativas.

•El carisma: El líder inspira entusiasmo, respeto. Es una persona coherente con la visión de la organización por lo que los convierte en personas confiables. Lo que va a estimular a los seguidores a cumplir satisfactoriamente con su trabajo y con sus expectativas. De esta forma, transmite confianza y seguridad, evoca una visión.

•Consideración individual: Da una atención personalizada a los seguidores para ayudarlos en su desempeño laboral brindándoles apoyo y un trato cercano.

•Estimulación intelectual: Busca generar el interés por el trabajo, nuevos enfoques creativos y racionales en la dinámica de la problemática de la gestión organizativa.

•Inspiración: Ayuda a que los seguidores se involucren y comprometan con la organización; lo cual se puede manifestar en conductas positivas e identificación.

Otros autores, incluyen dentro de las características del líder transformacional la tolerancia psicológica, basada en control emocional frente a los errores que pudieran cometer los seguidores y que permitirá el establecimiento de relaciones personales favorables y un clima laboral óptimo (Maureira, 2004).

Actualmente, la demanda por una mejora en la calidad educativa ha llevado a replantear la concepción de las escuelas considerando que para su mejora y desarrollo constante, deben asumir autonomía y una dinámica interna flexible, comunicativa y colaborativa. Para lograrlo, se requiere de líderes que se centren en cuestiones pedagógicas, que faciliten las interrelaciones entre el personal, que ayude a los miembros a identificarse con la visión de la escuela, y que busque estimular la innovación y la creatividad (Geijsel y otros, 2002). Señalamos que el liderazgo pedagógico en las escuelas debe apuntar hacia un cambio paradigmático basado en lo transformacional.

De esta manera, el liderazgo pedagógico para la gestión escolar y el mejoramiento de la calidad educativa, debe ser aquel en donde el líder posea la capacidad de comunicar metas y objetivos al resto del personal docente, a los administrativos, a los alumnos y a los padres de familia, además de hacer que todos ellos, miembros de la organización, asimilen ideas y las transmitan; convirtiéndolos así, en líderes de los procesos, tareas y actividades bajo su responsabilidad y competencia. Se trata, entonces, de involucrar a todos mediante el compromiso e identificación con los fines, principios y valores de la escuela; para que se sientan en confianza y libertad de desarrollarse personalmente en beneficio propio e institucional.

En un medio donde los directores, por ejemplo, no tienen incentivos tangibles para premiar o estimular a los docentes, su conducta ha de estar orientada principalmente a lo transformacional; es decir, asumirlos como partícipes vitales del proceso educativo, aspecto de gran importancia en cualquier institución educativa.

Un líder pedagógico desde una perspectiva transformacional mantiene y modifica la cultura de la escuela, facilita la comunicación y colaboración entre todos los miembros (padres, docentes, alumnos), promueve la participación en la toma de decisiones, crea un ambiente eficaz de trabajo, brinda condiciones para potenciar las habilidades, conocimientos y capacidades de las personas. De esta manera y en cierta medida, se favorece la conversión de la escuela, de un centro vertical, cerrado, no estratégico e ineficaz a una capaz de aprender y mejorar en forma constante.

Por lo tanto, en nuestra realidad nacional, una figura semejante sin ánimos idealistas, podría ser sumamente útil para lograr los cambios que, desde su discurso, el Estado peruano desea para la Educación Nacional.

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