Cuando uno llega a asumir un cargo directivo tiene en sus manos una serie de hilos conductores que parten de un mismo motor: el gestor.
Pero al preguntarnos a dónde van derivando cada uno de estos hilos, podemos también realizar un análisis paralelo de las distintas formas de gestionar.
Partamos entonces de la premisa: “gestionamos personas”. Por lo tanto, todo lo que decidamos va a tener que ver con emociones, conductas y procesos.
Cuán importante es entonces, prever antes de ejecutar; y es que esto implica conocer la realidad en la que vamos a desenvolvernos como autoridad directiva, además implica saber organizar al equipo que nos toca conducir. A veces nos convertimos en arbitros que controlan las propias formas de relación de los miembros del equipo, evitando que se rebasen estados de conflicto emocional y buscando restablecer permanentemente la supremacía de la concepción: “ser profesionales”.
Si ahondamos en un a análisis más técnico, el prever implica saber planificar las acciones a futuro. Por supuesto que estas acciones tendrían una pertinencia frente a lo que necesite el centro que dirijimos. De este modo, evitaremos que se nos coja desprevenidos.
Mucha de las fuentes especializadas en temas de gestión hablan de la competencia de un gestor que sepa ser visionario, que sepa leer el contexto y buscar respuestas que le procuren una visión sobre la orientación que se necesita. Luego, al planificar la propuesta empieza a prever, a adelantarse y a buscar que los hilos no se enreden entre sí, porque si bien tienen un punto en común, que es la gestión, cada punta del otro lado está engarzada con ganchos que tienen su propia esfera de consecusión.
La previsión es una competencia fundamental en el gestor si verdaderamente quiere trinunfar en su labor. Nunca es tarde para hacer un alto y tomar las previsiones que se necesiten, lo impotante es tomar consciencia y empezar.
EL GESTOR PREVE
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