Cuando uno llega a asumir un cargo directivo tiene en sus manos una serie de hilos conductores que parten de un mismo motor: el gestor.
Pero al preguntarnos a dónde van derivando cada uno de estos hilos, podemos también realizar un análisis paralelo de las distintas formas de gestionar.
Partamos entonces de la premisa: “gestionamos personas”. Por lo tanto, todo lo que decidamos va a tener que ver con emociones, conductas y procesos.
Cuán importante es entonces, prever antes de ejecutar; y es que esto implica conocer la realidad en la que vamos a desenvolvernos como autoridad directiva, además implica saber organizar al equipo que nos toca conducir. A veces nos convertimos en arbitros que controlan las propias formas de relación de los miembros del equipo, evitando que se rebasen estados de conflicto emocional y buscando restablecer permanentemente la supremacía de la concepción: “ser profesionales”.
Si ahondamos en un a análisis más técnico, el prever implica saber planificar las acciones a futuro. Por supuesto que estas acciones tendrían una pertinencia frente a lo que necesite el centro que dirijimos. De este modo, evitaremos que se nos coja desprevenidos.
Mucha de las fuentes especializadas en temas de gestión hablan de la competencia de un gestor que sepa ser visionario, que sepa leer el contexto y buscar respuestas que le procuren una visión sobre la orientación que se necesita. Luego, al planificar la propuesta empieza a prever, a adelantarse y a buscar que los hilos no se enreden entre sí, porque si bien tienen un punto en común, que es la gestión, cada punta del otro lado está engarzada con ganchos que tienen su propia esfera de consecusión.
La previsión es una competencia fundamental en el gestor si verdaderamente quiere trinunfar en su labor. Nunca es tarde para hacer un alto y tomar las previsiones que se necesiten, lo impotante es tomar consciencia y empezar. Sigue leyendo
Archivo por meses: febrero 2011
EL RETO DE EDUCAR
Se nos presentan frentes tan heterogéneos y con tanto énfasis en el avance tecnológico que
no podemos negarnos a aceptar la necesidad de un cambio en los paradigmas de enseñanza.
Es tal vez, tiempo de revolucionar nuestras primeras concepciones sobre el aprendizaje. Alguna vez hemos pensado que las teorías científico-pedagógicas pudieran desfasarse en el tiempo y en el modo de enseñar?
Luego, la polémica situación de familias disfuncionales o simplemente nuevos tipos de estructura familiar, que a estas alturas del milenio, son familias “normales”.
Los maestros aduciendo que “no pueden hacer nada si la familia no apoya”. Entonces… ¿dónde quedaron los expertos de la educación?, los que estudiaron para dedicarse a la formación escolar de una persona…
Este panorama, aparentemente devastador solo nos pone en claro que los maestros de hoy en día, los que buscamos y aceptamos profesionalizarnos y especializarnos para la enseñanza en las aulas, tenemos un reto increíble: El reto de “reconceptualizarnos”.
Si verdaderamente nos forjamos educadores y revisamos nuestra práctica, encontraremos puntos centrales, como saber si verdaderamente llegamos a nuestros alumnos o si nuestra didáctica les facilita el aprendizaje, o simplemente, si logramos que ellos sientan que les gusta asisitir a nuestra clase.
No podemos desviar nuestra atención a pensar en si recibimos o no ayuda de los padres, debemos actuar en los espacios que nos toca afrontar. A veces también debemos ser soporte familiar; pero brindar a un niño o joven estudiante la posibilidad de encontrar “una ventana de escape” o “una ventana de libertad y bienestar” es verdaderamente realizarnos como educadores.
En la medida en que sintamos encajar en este reto de educar y lo asumamos como nuestro, entonces nos sentiremos vivos, nos brillarán los ojos frente a aquello que vamos logrando, que vamos sintiendo nuestro, porque verdaderamente encajamos en él… EL RETO DE EDUCAR…