Qué duda cabe que Greta Thumberg o la “gentil muchachita” (como la calificó Vladimir Putin en un foro reciente) es una de las activistas que ha logrado notoriedad a nivel internacional por sus enérgicos pedidos a los líderes mundiales para frenar los efectos del cambio climático; sin embargo así como su figura ha despertado la admiración y la conciencia climática en millones de personas, sus detractores la acusan de propalar un discurso alarmista y exagerado sobre los efectos del cambio climático, también la asocian como la cara visible (voluntaria o involuntaria) de grupos de poder económico orientados a la producción de energía sin combustibles fósiles, que podría masificarse su uso en las economías de occidente. Incluso en las redes sociales se hace la analogía irónica de la frase icónica de la activista: “Me han robado mis sueños y mi infancia con sus palabras vacías. Y sin embargo, soy de los afortunados”; comparándola con imágenes de niños hurgando en la basura para tener algo que comer, en un intento de minimizar el infortunio de la activista como “víctima medioambiental” respecto a realidades más crudas que viven niños y adolescentes alrededor del mundo.
Greta Thumberg en la Cumbre sobre acción Climática de la ONU (Foto: AFP)
Sin entrar en la necesidad de establecer una pirámide de Maslow sobre el orden que tendría que tenerse en cuenta para la implementación de políticas públicas, sean éstas de carácter de protección medioambiental o disminución de los índices de pobreza y desigualdad; es evidente que en los espacios de participación en el país (en los tres niveles de gobierno) para la formulación de planes de desarrollo, no se acoge, consolida y sistematiza las propuestas de desarrollo de niños y adolescentes respecto a los grandes temas o ejes que componen estos planes. No es extraño entonces que surjan activistas que defiendan múltiples propósitos quizá como una expresión de su exclusión. Pero también otro aspecto que no debe soslayarse es la reacción enérgica de los detractores de Greta Thumberg, que descalifican su estilo temperamental al defender sus ideas, quizá sea difícil aceptar que los niños y adolescentes nos corrijan respecto a lo que se está haciendo mal, al hacernos notar la dimensión de lo normal en la indiferencia, después de todo la capacidad de indignarse no es exclusividad de los adultos, los rostros adustos y la voz firme que se expresa ante los problemas esenciales que afectan a la humanidad no es exclusividad de la “adultez abrumadora”.