Hasta este momento se supuso que la quebrada de Guerreros se llamó así para dar aliento a antiguos viajeros en el ascenso del mar a la pampa. O porque solían ver un ejército de sombras de cactus en las cumbres, prefiriendo avanzar de noche para evitar el Sol quienes cabalgaban en caravanas el extenso desierto.

Las rutas entre ciudades y puertos tenían puntos de provisión, descanso o pernocte que llamamos -desde etapas prehispánicas- tambos. Estas estancias eran reguladas por las alcaldías más conocidas como cabildos, y vistas como negocios asignados a postores conscientes de deberes que fueron cambiando en los siglos, aunque básicamente consistían en asegurar el abastecimiento de agua y forraje a caballos y mulas, y tener cobijo y alimento para los viajeros con precios que fijaban las autoridades, manteniendo por supuesto un margen para el lucro.

Esta especie de concesionario solía contratar a una familia con ayudantes que estuviesen pendientes del tambo, espacio que podía ampliarse y verse como un pueblecito. Por ello me parecía lógico encontrar a alguien con el apellido Guerrero que pudiese dar el nombre a la quebrada.

En mapas de inicios del 1800s aparece como “Quebrada de Guerrero” en singular. En 1828 Heinrich Witt mencionó un pequeño pueblo llamado Guerreros, en plural, junto a un olivar, a 2 leguas de Islay. 3 decenios después el mismo viajero llegó al Tambo de Guerreros donde «había que emprender la fatigosa bajada de 4 leguas hasta el pueblo de Guerreros». En 1833 Flora Tristán se da ánimo llamando a la quebrada Guerrera en la ida y Guerrera también en el retorno. Pasó por esta quebrada Markham en 1860, y 5 años luego un famoso trazado del ferrocarril dibujó el tambo en la pampa, cúspide de la quebrada cercana a la ermita que hoy existe.

Pensé en algún momento en un “tambo de herreros”, quizá por algún servicio de herraduras a caballos de tránsito, pero parecía poco probable sabiendo que ya en 1537 estaba el apellido entre los primeros conquistadores del Perú. Un licenciado Guerrero acompañó a Diego de Almagro a Chile, y a penas fundada Arequipa ya se hacía mención a personas como Juan Díaz Guerrero que tuvo una embarcación nombrada Antigua.

A veces las respuestas tardan, pero si tejemos pacientes redes, aparecen. Hace unas semanas el historiador Christian Castelo, de los pocos que hacen un sistemático buceo documentario de siglos tempranos en Arequipa, encontró un acta por el que ahora sabemos que el capitán Juan Guerrero de Medina fue teniente del Valle de Vitor y de la costa hasta la caleta de Yerba Buena, sirviendo al Corregidor de Arequipa desde 1660 por mandato de Juan de Cáceres y Ulloa.

La quebrada que hoy llamamos Guerreros era contemplada en la zona del Teniente. Ulloa es relevante porque fue bisnieto del famoso conquistador Alonso de Cáceres, encomendero del Valle de Tambo y de Chule, zona que incluía a Mollendo. La hija de Juan Guerrero casó con el hijo de Ana de Cáceres, hermana del Ulloa en mención. No solo en el virreinato los negocios se dieron entre familias cercanas. Con esto se hace probable que el Cabildo le haya otorgado a Guerrero la administración del tambo que terminó dando su apellido a la quebrada o alguna hipótesis similar como una garita de control portuario a mando del teniente Guerrero. Por supuesto el plural en el topónimo es una deformación que suele generarse.

Guerreros conecta con la caleta de Agualima entre Matarani y Mollendo. Antiguamente el tránsito se realizaba por el fondo de la quebrada donde aún quedan restos de ranchos y un puente peatonal de adobe. Recién en 1931 se realizó una carretera por este fondo y en 1957, la que empleamos en la actualidad, serpenteando altas laderas, que hace rato merece ser ampliada.

Cabe añadir que los Olazábal, Caballero y Llamosas arequipeños pueden entroncarse con el teniente Guerrero del siglo XVII, cuestión de ponerse a jugar con la genealogía.

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Nota: a la Pampa de Islay o Pampa de Guerreros también le llamamos Pampa de La Joya.