Doña María y las lomas privadas

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Muchos preguntan cómo Southern adquirió gran parte de las lomas de Islay para el proyecto Tía María. Sucede que desde inicios del virreinato las quebradas de esta provincia arequipeña tienen propietarios.

Sebastián de Monteagudo, padre de la monja más famosa de Arequipa, Sor Ana de los Ángeles, nacida en 1602, tenía un bosque de olivos en Challascapa que colinda con el proyecto minero y que aún existe en parte como posesión forestal de los Suca que los Gibson podrían reclamar.

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Hace pocos meses el Poder Judicial ratificó la titularidad de 40mil hectáreas en los alrededores de Matarani a favor de la familia Vargas Belón. 3 veces el Valle de Tambo. Similar sucede en las lomas de Mollendo con la familia Tohalino que posee más de 3mil. En el vecino balneario de Mejía un solo propietario, Jesús Begazo, registra en dos partidas 3790 hectáreas de lomas. Hace 5 años el Ministerio de Transportes tuvo que pagarle a los Tohalino y a Begazo por pasar la nueva carretera costanera de circunvalación demostrando titularidad.

No debería extrañar que en 2013 Southern comprase indirectamente 6200 hectáreas a la familia Valeriano Paredes. Lomas que seguimos llamando “de Linares”. El vínculo con la época colonial siempre está presente, la familia Linares tenía un olivar en esa zona a mediados del 1600s. Ilustra la respuesta cuando preguntan qué investigo: la historia colonial rural que incluye puertos, tambos, lomas, caminos y familias vinculadas hasta la actualidad.

Hubo propiedad en lomas debido al cultivo colonial de olivos y frutales -como higueras y membrillos- que secaban para las travesías arrieras y navieras. También por el aprecio a los pastizales estacionales que engordaban al ganado y alimentaban a las recuas en el transporte de mercadería entre pueblos. El trajín por arrieraje local empezó su extinción con el ferrocarril y terminó con las carreteras y camiones. La herencia del pastoreo de lomas migró de actividad con las irrigaciones. Hablar de los carboneros merece un artículo aparte. Por ello el aparente abandono y desinterés de esos cerros de aspecto yerto -salvo cuando llueve- que han recobrado notoriedad con la gran minería.

Desde décadas pasadas los vecinos tambeños y mollendinos llaman mexicanos a los mejianos por sonoridad. Paradójicamente en la actualidad la empresa del cobre del Grupo México tiene concesión minera y propiedad del 55% del distrito de Mejía. Si le compra a Begazo o a sus herederos, tendría casi el 80%. Con toda razón el balneario engreído de Arequipa izaría otra bandera.

Aún algunos pastores, investigadores y cada vez más caminantes y ciclistas frecuentan sus lomas. Deseable mantener espacios de conservación ecológica y caminerías turísticas. Una buena vecindad es posible si las partes enteradas lo promueven.

 

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