Cuando se habla de la riqueza de riqueza, casi inconcientemente, se tiende a pensar en grandes cantidades de dinero o de posesiones; y si bien ello es verdad, ese no es el único tipo de riqueza que existe.
El viejo dicho anuncia que el dinero no hace la felicidad, pero ayuda. Y es cierto que ayuda, pero también es cierto que no la garantiza.
De hecho, muchos de nosotros conocemos personas económicamente acaudaladas, pero pobres en alegrías y afectos. ¿Son ricos?
Posiblemente la alegría y la felicidad son las mayores riquezas que puede pretender el ser humano.
Con ellas uno siente que lo tiene todo, se siente pleno. Y el dinero no es imprescindible para conseguirlas. De hecho, como todas las manifestaciones del espíritu, no pueden ser jamás compradas con moneda.
Y son patrimonio individual de cada uno, porque forman parte de nuestra forma de ser y nos distinguen… porque cada uno de nosotros puede obtenerlas a partir de diferentes cosas; a veces, la mayoría de las veces, de cosas muy simples.
Quien de lo cotidiano, de las cosas de todos los días, logra extraer la alegría y la felicidad, habrá descubierto un tesoro.
Un tesoro enorme que sólo espera ser disfrutado.
Con una caricia para tu alma
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