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11 de Marzo de 2011

En lo profundo del mar, frente a la costa nororiental de Japón, dos placas tectónicas chocan. La del Pacífico se desplaza por debajo del borde de la

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Norteamericana, lo que produce un terremoto de magnitud 9 a las 2:46 de la tarde. Durante el seísmo, la placa del Pacífico se desliza 40 metros sobre una porción de la Norteamericana de 300 kilómetros de largo y 150 de ancho, lo cual desencadena un tsunami devastador de al menos ocho metros de altura que llega a Japón minutos después del temblor y alcanza 10 kilómetros tierra adentro.

Los efectos de ambos fenómenos se resienten sobre todo en las ciudades costeras de Sendai, Minamisanriku, Kuji y Rikuzentakata, en las prefecturas de Miyagi e Iwate. Al cierre de este artículo, la Oficina de Medidas de Emergencia contra Desastres de la Agencia Nacional de Policía de Japón informaba oficialmente de más de 15.000 muertos y cerca de 8.800 desaparecidos.

Cientos de miles de personas resultaron afectadas, desde las que se encontraban en la zona del terremoto, en la trayectoria del tsunami y en la zona de evacuación alrededor de la planta nuclear de Fukushima, hasta las residentes en muchas otras regiones del país, cuya vida se vio trastornada por apagones constantes, daños en las carreteras y dificultades en la provisión de alimentos yagua.

Hemos presenciado estos sucesos dramáticos a través de tomas aéreas sin precedentes del tsunami cuando impactó Sendai, así como imágenes de la planta nuclear de Fukushima dañada en la secuela del desastre. El mundo ha sido testigo de la destrucción, la pérdida de vidas y el temor de una catástrofe nuclear provocada por el gran terremoto del este de Japón. El mundo también ha atestiguado la fortaleza, resistencia, generosidad y compasión del pueblo japonés durante esta grave crisis.
Entre tantas historias, presentamos aquí seis testimonios que demuestran la entereza y dignidad de aquellos que hacen oír su voz en la tragedia aunque les falten las palabras.

http://www.youtube.com/watch?v=CGRsJ45PT3c

Buenos vecinos
Extracto de 2:46
Aftershocks: Stories From the Japan Earthquake

Perdimos todas nuestras líneas de comunicación después del terremoto. No teníamos ni idea de todo lo que había ocurrido, ya que no podíamos usar nuestros teléfonos móviles ni ver la televisión. Estábamos tan asustados, que simplemente no pudimos permanecer dentro de casa esa noche. Decidimos quedarnos en nuestro coche.

A lo largo de la noche hubo réplicas del seísmo, una tras otra, lo que nos impidió dormir. No fue hasta dos días después cuando volvimos a tener electricidad en casa. Luego se restableció el suministro de gas. No puedo describir lo felices y afortunados que nos sentimos de poder tomar alimentos calientes bajo una luz brillante. No habíamos podido beber suficiente líquido durante dos días, así que el café que tomamos esa mañana nos supo de maravilla.

Ya han transcurrido 10 días desde el terremoto y aún no contamos con agua corriente; sin embargo, pienso en lo afortunados que somos por tener nuestra casa todavía, sobre todo cuando hay tantas personas aquí, en Ibaraki, que provienen de Fukushima y que aún no han podido ponerse en contacto con sus familias.

Nos las arreglamos para seguir viviendo sin agua corriente. Nuestros vecinos nos ofrecieron agua de un pozo que tienen en su jardín. También nos dieron agua para beber, fideos instantáneos y algunos platos para los alimentos. Realmente creo que no hubiéramos podido hacer nada sin su ayuda. Les dije que las palabras no podían expresar cuánto apreciábamos lo que estaban haciendo por nosotros. Me respondieron: “Usted haría lo mismo si nosotros estuviéramos en apuros”. Estoy muy agradecida por la solidaridad de los vecinos que nos dieron agua de su pozo, y por la de desconocidos que nos regalaron agua para llenar nuestra bañera.

Su generosidad me recordó que es muy importante mantenernos unidos con nuestros vecinos y ayudarnos unos a otros. Quisiera animar a todo el mundo a que participe más activamente en la vida cotidiana de su comunidad. Porque nadie puede sobrevivir sin la ayuda de los demás.

Bajo los escombros
Del Periódico Sankei Shimbun

Lo primero que hizo Jin Abe, de 16 años, cuando fue hallado por cuatro agentes de la policía bajo los escombros de su casa, fue lanzar una angustiosa súplica:
– ¡iMi abuela está atrapada abajo! ¡Por favor, sáquenla!

La casa, situada en el devastado distrito Kadowaki de la ciudad de Ishinomaki, se había derrumbado nueve días antes, y quienes habían encontrado al muchacho eran los agentes Seino Yoichi, Sato Shuichi, Kasuga Daisaku y Chiba Tomohiro. Desde el día del terremoto y el tsunami habían estado buscando supervivientes, y hasta ese momento solo habían encontrado cadáveres. Pero al caer la tarde del 20 de marzo, Seino oyó una débil voz entre los escombros: Jin había conseguido salir abriéndose paso como pudo. Los policías no podían creer que aún hubiera personas con vida.

Jin estaba pálido y temblando, pero no aceptó la comida ni la manta térmica que le ofreció el sargento Seino. Insistió en que rescataran a su abuela, que no podía caminar.

El agente Chiba, de 20 años, fue el primero en meterse a buscar a Sumí Abe, de 80 años. Se abrió paso entre los montones de escombros y desechos. Cuando la encontró, la abuela rompió en llanto.

Jin y Sumi se habían refugiado en la cocina, que era estrecha y oscura, y apenas habían cabido en ella, tendidos en el suelo. Un ropero del cuarto contiguo se había caído, y de él sacaron mantas y una colchoneta. “Para colmo de males, empezó a llover y nevar. Pero nos ayudó mucho tener la colchoneta”, contó Sumi.

Jin podía oír las voces de los policías y bomberos que estaban trabajando en el vecindario. Sin embargo, no podían salir, ni tampoco pedir auxilio a gritos. Mientras permanecían atrapados, Jin trató de mantener el ánimo de su abuela, diciéndole que los encontrarían.

“Me asombra la resistencia y la fortaleza de nuestra- gente. Es increíble que hayan logrado sobrevivir”, dijo Chiba. Los ojos de Seino estaban enrojecidos y llorosos por el cansancio. “Fue una situación muy difícil, pero nos sentimos llenos de esperanza”, señaló.

Quedarse y luchar
Extracto de 2:46
Aftershocks: Stories From the Japan Earthquake

Han pasado 10 días desde que ocurrió el terremoto y no sé por dónde empezar. La casa de mis padres se halla a menos de 40 kilómetros de la planta nuclear de Fukushima. Les han dicho que deben permanecer dentro. Aunque la casa no ha sufrido muchos daños por el seísmo ni por el tsunami, todavía tienen que luchar con el problema de la radiación.

Aunque tienen techo y no han perdido a ningún familiar, no saben si están a salvo o corren peligro. Se limitan a ver las noticias por televisión, y tienen que luchar contra un enemigo invisible. Incluso si decidieran irse en su coche, no pueden conseguir gasolina, así que no saben hasta dónde podrían llegar. Los trenes tampoco están funcionando. Mi madre, de 70 años, se niega a ir a un albergue. Insiste en quedarse en casa, y dice que no le asustan las réplicas del seísmo.

En mi ciudad natal tampoco quiere irse nadie. Muchos acogieron en sus hogares a personas que evacuaron del pueblo vecino, y ahora piensan que no pueden abandonarlas. La gente de la región de Tohoku es estoica, compasiva, tranquila y humilde. Siempre han afrontado las situaciones difíciles sin quejarse. Desde luego, tienen dudas y temores, pero no los expresan porque saben que otras personas están viviendo cosas mucho peores.

No esperan ayuda del gobierno; quieren quedarse y luchar. Cada vez hay más rumores sobre la contaminación radiactiva. Estamos sufriendo al igual que la gente de otras zonas afectadas; la diferencia es que afrontamos un peligro que no es natural y que no podemos ver. Por favor, no abandonen a Fukushima. Vean la realidad. Necesitamos información exacta y oportuna. Tomen el control de esta planta nuclear de pesadilla lo antes posible. Y, por favor, sepan que Fukushima está haciendo lo mejor que puede.

Yuki Watanabe, Tokio (su ciudad natal es Tamura, Fukushima)

Los cincuenta de Fukushima
Del Periódico Mainichi Shimbun

En la planta nucleoeléctrica Fukushima Daiichi hay seis reactores. En el momento del terremoto, a uno de ellos se le había extraído el combustible, y se habían apagado otros dos para darles el mantenimiento habitual.

Un dique diseñado para resistir un tsunami de hasta 5,7 metros de altura protegía la planta, pero, menos de una hora después del seísmo, olas de 14 metros la inundaron toda. El agua cubrió las principales conexiones de la red de distribución y los generadores de respaldo, esenciales para los sistemas de enfriamiento.

Estos dejaron de funcionar al cortarse la energía eléctrica, y los reactores empezaron a sobrecalentarse debido a la desintegración natural de los productos de la fisión nuclear generados antes de que se produjera el apagón.

Las temperaturas en los reactores subieron sin parar. Para evitar la fusión, se arrojaron 1.800 toneladas de agua sobre las barras de combustible agotadas del reactor 4 durante dos días. Cincuenta trabajadores se quedaron para ayudar a enfriar las barras de combustible de los otros reactores bombeando agua de mar.

En realidad, hay más de 50 trabajadores combatiendo los incendios y las explosiones de hidrógeno dentro de la planta. Se ocupan de estas tareas por turnos para evitar el peligro. Durante las primeras semanas,las luces de los edificios que albergan los reactores permanecieron apagadas, y los niveles de radiación fueron altos. A finales de marzo, siete trabajadores se habían expuesto a niveles de radiación superiores al máximo aceptable de 100 milisieverts, y fue necesario buscar suplentes.

“Tal vez la gente piense que los que nos quedamos aquí estamos expuestos a la radiación todo el tiempo”, señaló un subcontratista de treinta y tantos años que prefirió no decir su nombre. “No considero que seamos héroes. En realidad, nos turnamos para hacer el trabajo bajo estricta supervisión, como establece la ley”. Y añadió: “Naturalmente, estamos preocupados. Trabajamos en condiciones de alta radiación y no estamos seguros de qué podría suceder en la planta. Quizá ocurra otra explosión, y los niveles radiactivos podrían aumentar aún más. Tenemos la opción de negarnos a trabajar. Mi familia me lo dijo. Es una decisión muy difícil de tomar. Creo que todos aquí lo están pensando muy seriamente”.

Por el momento, lo más urgente es restablecer el vital suministro de electricidad al sistema de enfriamiento de los reactores; sin embargo, según la Compañía Eléctrica de Tokio, hay solo unos 70 trabajadores capacitados para encargarse de esa tarea. A fin de evitar que se expongan a altos niveles de radiación durante periodos largos, unos 20 trabajadores se turnan cada jornada en esa labor.

En 1986, durante el desastre nuclear de Chernóbil, 28 de 134 trabajadores y bomberos que estuvieron muy expuestos a la radiación murieron en un periodo de tres meses después del accidente. Aunque hay evaluaciones contradictorias respecto a los niveles de radiación en la planta de Fukushima en comparación con los de Chernóbil después del desastre, los familiares de los trabajadores japoneses rezan tanto por la seguridad de sus seres queridos como por todo el país.

Los reactores dañados están emitiendo al exterior materiales radiactivos, como yodo 129 y cesio 137, lo que contamina la tierra, el mar y las fuentes de agua. Aunque aún se desconoce el impacto total en el medio ambiente, se han detectado rastros de radiación en el agua potable, las verduras y los alimentos del mar. Los informes más recientes sobre los niveles de radiactividad dentro de la zona restringida de entre 20 y 30 kilómetros han obligado al Gobierno japonés a prepararse para evacuar otras zonas.

La crisis se sigue desarrollando, y a principios de mayo la Agencia Internacional de la Energía Atómica informó de que la situación en el lugar “sigue siendo muy grave”. Según datos dados a conocer por el gobierno de la prefectura de Fukushima el pasado 9 de mayo, se evacuaron más de 34.000 personas de la prefectura de Fukushima donde está ubicada la central, y se estaban preparando para ser desalojadas más en el momento de cerrar esta información.

La hija de uno de los obreros se siente llena de admiración por el valor de su padre. “Mi padre había planeado jubilarse en seis meses, pero se ofreció como voluntario para ir a la central nuclear. Me dijo que el futuro depende de lo que hagamos ahora. Está en una misión”.

Ánimo
Extracto de 2:46
Aftershocks: Stories From the Japan Earthquake

Ha sido una semana de pesadilla. Rezo para que todo el mundo afectado por este terrible desastre pronto despierte de este espantoso sueño, pero no tengo palabras de consuelo. Como anciano que soy, con una mujer también anciana, he soportado mucho esta semana. Sin embargo, no es nada en comparación con la vida de quienes se quedan en los refugios.

Para nosotros los mayores, confundidos por la escasez de información, la radio ha sido la fuente más fiable de noticias.

Escuchamos las transmisiones a altas horas de la noche, con baterías que duran sorprendentemente mucho. Si bien podemos emplear las funciones normales de los teléfonos móviles, apenas hemos podido operar las funciones de emergencia. Las pilas se agotan mientras hacemos malabares con los teléfonos, y la gran mayoría se ha dado por vencida y ha dejado de usarlos.
Muy pocas personas de mi generación utilizan Internet para empezar, y como se necesita electricidad para conectarse, no hemos podido hacerlo durante los apagones. Incluso si logramos conectarnos a Internet, somos malos para buscar información. Desde luego, no podemos ver la televisión durante los apagones.

La fuerza de nuestra generación está en la experiencia. Aunque este desastre no tiene precedentes, experiencias similares, como el caos posterior a la Segunda Guerra Mundial, los impactos por la escasez del petróleo y el terremoto de Miyagi de 2005, nos han mantenido preparados. Muchas personas contaban también con suministros de emergencia.

Para ser franco, no ha sido cómodo para las personas mayores de 80 años. Hacer cola durante horas para conseguir agua o para comprar nos congela desde la punta de los dedos del pie hasta arriba y nos provoca dolores de espalda. Sin embargo, el ver a madres jóvenes con niños pequeños esperando pacientemente su turno y la impresionante cantidad de mujeres jóvenes que usan solo una calculadora para hacer la suma de las cuentas de tantos clientes que compran, me da la fuerte convicción de que este país no se derrumbará en estas circunstancias.

Hace mucho tiempo que mi mujer y yo no habíamos compartido actividades ni cumplido con nuestros respectivos papeles. Nuestros hijos nos han animado y esto ha conducido a la reconfirmación de los lazos familiares. También hemos recibido mucho ánimo de personas inesperadas.

He vivido muchos años. La noche siempre se ha convertido en día y la lluvia siempre se ha detenido. Las condiciones han mejorado enormemente durante esta semana, y mejorarán incluso más la próxima. Ésta es la manifestación de un espíritu de lucha de alguien que nació en el primer decenio del periodo Showa. Tenemos que mantenernos fuertes.

El abuelo Hibiki, Sendai

No os deis por vencidos
Testimonio contado a Lam Lye Ching

Hiroyuki Nishiuchi, triatleta profesional de 35 años, cuenta cómo se enteró de la difícil situación de su ciudad natal, Minami Soma, en Fukushima: “Estaba revisando mi correo electrónico cuando de pronto aparecieron en la pantalla noticias sobre el terremoto. Vi la información sobre el tsunami en tiempo real por Internet, en Singapur. La prefectura de Fukushima sufrió daños devastadores, y lo que me vino de inmediato a la mente fue la seguridad de mi familia”.

El primer pensamiento de Hitoyuki cuando oyó las noticias fue regresar a casa inmediatamente. Sin embargo, como faltaban cuatro días para que se realizara el Triatlón Aviva Ironman 70.3, en Singapur, Nishiuchi decidió que lo mejor que podía hacer para ayudar era competir y recabar fondos para su pueblo natal.

Después del campo de entrenamiento en Tailandia, regresó a Singapur para apoyar y reunirse con su mujer, de 36 años, Maki, que también competía en el triatlón. La pareja recabó cerca de 20.000 dólares (unos 14.000 euros) por medio del evento.

Nishiuchi sigue intentando hacer más por su pueblo devastado, a escasos 23 kilómetros de la central de energía nuclear. Aunque algunos vecinos han abandonado la zona, “muchos aún siguen allí y hay muy poco apoyo del gobierno”, afirma Nishiuchi, cuya familia ha tenido pérdidas por el desastre. Recientemente encontraron el cadáver de su primo, mientras que la abuela de su primo sigue desaparecida.

“Puesto que no hay servicios de entrega por los altos niveles de radiación en la zona, funcionarios del gobierno de la ciudad de Minami Soma tienen que viajar a la población vecina para recoger suministros de auxilio”, agrega.

Masahiro Ishezeki se enteró de la difícil situación de la ciudad de Minami Soma por vía de Nishiuchi y se puso de inmediato a organizar un llamamiento de ayuda por toda Asia con el fin de recabar fondos y suministros para las víctimas. “Llamé a amigos y a amigos de amigos en Singapur, Camboya e incluso Filipinas, suplicándoles y explicándoles la situación desesperada en Minami Soma”, comenta Ishezeki, quien se pasó un fin de semana creando una web en Internet en japonés y en inglés para ayudar a explicar y difundir información al mundo exterior.

“Lo más conmovedor y alentador para mí fue ver a agricultores, e incluso mendigos, en Camboya que hicieron donativos y pusieron su granito de arena. Se ve mucha compasión de aquellos que no tienen lo suficiente para sí mismos. Son héroes”.
Nishiuchi comparte los retos que afronta su ciudad natal después del desastre. “No hay servicio postal, ya que evacuaron al operador, y los dueños de los supermercados y otros han abandonado la ciudad.

Desde que el gobierno anunció que es una zona peligrosa, los camioneros se han negado a entrar en la población para entregar bienes y gasolina”. Aún así, no se da por vencido.

“La gente de mi ciudad aún necesita ayuda desesperadamente. Mi padre regresó para ayudar con reparaciones de las instalaciones eléctricas en los hogares dañados por el terremoto, y yo he dispuesto cajas para donativos en la ciudad de Nishinomiya, en la prefectura de Hyogo, donde vivo ahora”, dice. Basta que mejoren los esfuerzos de socorro, seguirá Nishiuchi con su esfuerzo por ayudar a la ciudad donde creció.

EN LOS ÚLTIMOS TEMPOS HABRÁN : SEÑALES, MILAGROS Y PRODIGIOS!!!!!

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