Archivo de la categoría: Semestre 2007-II

Trabajos del taller de narrativa presentados durante el semestre 2007-II

Jorge Luis Morelli

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“God, I’m glad I’m not me!”
Bob Dylan, 1967.

Asumiendo que todos somos nosotros mismos y que el que escribe soy yo en mi “yoedad” (es necesario asumirlo: no te hagas, nunca has estado tan seguro) se pretende plasmar en 15 líneas –no más, no menos- la relación entre ese “yo” y ese otro Mundo llamado leer, escribir, cantar e imaginar. De todos los “para qués”, aquí va un intento más de ellos. ¿Para qué lo hago? Para conocer ese lado oscuro de la mente al que todos tememos. Allí de donde surge el endemoniado solo de Hendrix; donde se baila tregua, catala y espera con los cronopios. Para tener una excusa y salir de toda esta mierda. Para tener algo que hacer. Para no ser una mera oveja sin cara ni sello. Para preguntar si hay alguien o algo del otro lado del Muro. Para no ser nosotros mismos un rato y entender a lo que se refería Zimmerman unas líneas más arriba. Para crear tu propio Mundo y trascenderlo a través de lo que nuestra propia facultad imaginativa aporta por sí misma. Para, así, tener de qué hablar con la chica de tus sueños. Lo hago y lo hacemos todos por diferentes motivos. En realidad, es uno solo: para creernos como verdadera la más absurda y bella de las mentiras y romper con lo que ingenuamente llamamos “realidad”. Y si no me crees (¿me creíste?) no hay problema: el que escribe puede pretender ser yo o tú o nadie, no necesariamente él mismo.
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Mi experiencia con la literatura

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radiografía

A modo de ejercicio exploratorio, los talleristas escriben brevemente su experiencia personal con la escritura. Es una manera de presentarse y conocerse. Es mi manera de saber qué esperan de mí y por dónde debo orientarlos. Aquí sus testimonios, que son, a la vez, su primer ejercicio del taller. Sigue leyendo

“Solo son papas y huevos” por Cynthia Téllez

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Hoy tengo que entrar, como todos los días, a la cocina. No sé cuál será el plato principal que han preparado. No sé si almorzaré. Tengo unas extrañas ganas de comer papa con huevo. Sancocharlos ha sido mi labor durante la mayor parte de mi niñez; me extraña sentirme provocada.

Mi madre solía encargarme sancochar papas y huevos diariamente. Entre las tres y las cinco de la mañana, sancochaba, pelaba y empaquetaba lo necesario para la venta del día. Mi madre, en ese tiempo, aseaba la casa, se alistaba y sacaba la carretilla para irse a vender al cementerio, a Gamarra o simplemente al mercado. Al acabar el día regresaba con lo que habría que sancochar al día siguiente, se sentaba en la cama y sacaba cuentas.

Creo que hoy sacaré cuentas. Tal vez actualice el inventario y encargue las compras de esta semana. Espero que la cocinera principal y mi ayudante hayan hecho la lista de lo que necesitarán. No me preocupo porque ellas son responsables; tal vez algo chinchosas, pero responsables. Ser la dueña de un restaurante me gusta mucho porque me permite decidirlo todo: presupuestos, pagos, contratos, despidos.
Negocios, negocios…

El día de los muertos era uno de los mejores para el negocio de mi madre; usualmente ella me prometía comprarme un dulce en recompensa por ayudarla. Recuerdo una de esas ocasiones. Una niña, no mayor que yo, que se acercó a nosotras y nos compró una porción, quién sabe si por piedad pues no parecía tener ganas de comer. Su madre violentamente tiró su porción al piso. “Que no tengamos dinero para enterrar mejor a tu padre, no te convierte en una muerta de hambre.”- le dijo. Ese día entendí que cosa era ser pobre ¡Es cosa del pasado!

A la gente, a una gran parte por lo menos, le gusta el dinero y tratar mal al resto. Una de mis vecinas se casó con un oficial, luego de ser por mucho la amante. Ayer la vi nuevamente porque vino a almorzar. Tenía sobre sí mucho pellejo de animal; más que a comer, se dedicó a mirar con desprecio a mis empleadas.

Nunca me ha gustado trabajar; menos en limpieza o en casa. Trabajé por un tiempo de cocinera en una casa de locos. El día que llegué oí gritar ahogado, a una chica, en el cuarto contiguo al mió; seguramente el patrón le tapaba la boca. No dije nada. A la semana siguiente esa chica, María creo, se mató. Ella era parte del grupo de gente que no entra en la primera categoría pues era muy humilde. Ella y su hermanita, que también trabajaba en la casa, no entran en la primera categoría. La pequeña enmudeció desde el día que encontró a su hermana muerta en el cuarto. Nunca más, hasta que me fui, pronunció palabra.

Me apenó mucho el final de las dos primeras chicas. La segunda empleada a la que violaron se volvió drogadicta. La tercera; sin embargo, me contó algo escalofriante después de que enterraran al dueño por un paro cardiaco. Me dijo que había descubierto que con un inyectable y aire se podía matar. Renunció y no la vi más.

Es hora de ir a la cocina y verificar si todo marcha bien; sin embargo, no tengo ganas de felicitar a nadie por su trabajo; llamar es mejor opción. Las cocineras saben que soy muy estricta; espero que hoy haya algún problema, tengo ganas de despedir a alguien…

Un día me despidieron. Yo no quería quedarme, no me quedaba valor para nada más. Ese día decidí contarle todo a la dueña. Resultó que ella lo sabía todo sobre lo que hacía su esposo; a ella también la maltrataba. Ella era quien había ordenado a la última empleada que conocí matar a su esposo. Algunas personas prefieren matarse y otras matar.

Hoy tengo ganas de despedir. No sé por qué me gusta hacerlo de vez en cuando, nunca sin motivo, claro. Un paseo por la cocina me dará ideas; ojalá que no motivos…

¿Que es este olor? El gas ¡El gas se esta saliendo!…

-¡Descuidadas! Como es posible que dejaran escapar el gas. Aunque lo que más me molesta es la cara de estúpidas que ponen cuando se equivocan.
-Luego decidiré que haré con la responsable; ahora atiendan a los comensales.

Atender gente es realmente feo. En la segunda casa, donde trabajé, viví cosas tan feas como en la primera. Al dueño de la casa le gustaba golpear; siempre golpeaba a su esposa. Ella solía decirles a sus invitados que había sufrido un accidente porque era muy descuidada.

Con el tiempo y la gente que he conocido entendí que las personas actúan de dos maneras. No es cosa de dinero, probablemente es una marca dentro de su alma. El comportamiento humano es el mismo que tienen las papas y los huevos frente al agua hirviendo. Cuando saco las papas y los huevos de la olla se ven iguales a como los metí. Sin mucho esfuerzo puedes hacer de una papa sancochada, puré; cosa que no podrías con una papa sin sancochar. En cambio los huevos, que también se ven iguales a como entraron a la olla, salen duros por dentro. Unas personas se suavizan tanto que destruirse o destruirlas es fácil. Algunas personas se endurecen tanto que destruir les parece bien.

Las papas son solamente papas y los huevos, huevos; sin embargo, la segunda patrona que tuve nunca fue una papa aunque yo lo creí así por mucho. Un día antes de que renuncie su marido murió. Ella había ocultado bien, tras su fachada de sufrida, una vida llena de amantes. Quería que todos la creyeran incapaz de hacer algo malo, para vengarse matando a su marido con sus propias manos. Ella era un perfecto huevo.

Está listo el menú; me gusta la presentación; espero que también a los comensales. Me acaban de servir mi plato de papas con huevo. Intentaré demorarme para pensar bien si despediré a la responsable de que se escapara el gas. Creo que es la excusa perfecta para despedirla, me ahorrará dinero no darle liquidación. Esa pobre chica tiene una madre enferma. Ojalá no llore.
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