Archivo de la categoría: Semestre 2007-II

Trabajos del taller de narrativa presentados durante el semestre 2007-II

“Siglieri, el pionero” por Luis García

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El 12 de enero de 1908, Lorenzo Siglieri descubrió, para sí, el otro lado de la cordillera; infames murmullos de la época aseguran que no abrió los ojos hasta el día siguiente, inconsciente, por el soroche. Sea como fuere, la mina que explotaría estaba arruinada; tres años después la producción se quintuplicó. Sus proyectos, abstractos, eran ajenos al tecnicismo (rudimentario) del trabajo minero. Fue el hombre más rico de la región; con la humildad de los grandes mortales, siempre decía que la abundancia de la mina era la voluntad de los demás. Nadie lo veía por el pueblo en tiempos de fiestas; varón que aprecia las grandes obras y desdeña las trivialidades, tampoco había mujer en su vida. Y a pesar de todo (y en un gesto de nobleza) ¡lo sentía todo tan inmerecido! Siguieron tiempos en el que el pueblo se llenó de rumores malignos; al fin y al cabo, era un profeta en su tierra. Un día, encontró, sobre su escritorio, el plano (modesto y tosco) de un carril aéreo para el mineral. De mente innovadora, quiso realizarlo. Increíblemente, el capataz y sus hombres se mostraron dóciles al apoyarlo. En agosto, con los días de la Virgen, llegó el momento esperado; toda la provincia acudió. Aún así, dudaba del entusiasmo de los demás; el desprendimiento de un cubo determinó su certeza. Estaba, como nuestro Salvador, dispuesto al sacrificio; en un gesto homérico, subió al segundo balde, tratando de reparar el posible daño. La perplejidad dominó a los espectadores: Siglieri cayó al vacío con un grito espantoso. La provincia y los mineros lo lloraron sin dolor, como se llora a los hombres fuertes. La herencia fue repartida e inexplicablemente, la provincia jamás llevó su nombre. Sigue leyendo

“Vallejos” por Daniel Sánchez

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Vicente Vallejos nació un nublado día de agosto en la ciudad de Montevideo. A los catorce años empezó a trabajar en el expendio de cigarrillos (del cual sería dueño al cumplir los treinta) y los sábados por la tarde ideaba planos para la construcción de ruidosos autos futuristas que navegarían gustosos las aguas del Río de La Plata. Todos los domingo estos iban al banco, donde los guardaba en una caja fuerte para que terminaran pudriéndose con el tiempo. A los cuarenta años, conoció a la que después sería su esposa, mientras alimentaba palomas frente a una estatua de José Gervasio Artigas. Al verla pasar con su radiante vestido violeta, Vallejos pegó un alarido que sirvió para espantar a la sorprendida María Isabel y a las veintiocho palomas que deambulaban por el lugar.
Nunca tuvo hijos, tampoco paciencia. Criaba gatos y visitaba enfermos mentales en el Hospital Psiquiátrico Vilardebó, más por aburrimiento que por ayudar en lo que fuera. Nunca entendió la poesía y detestaba los guantes de los policías. Al cumplir setenta y cinco años, entró a un asilo por decisión propia. Pasó sus últimos años jugando al solitario y llamando al perro del lugar por un nombre que no era el suyo. Un día, justo antes de morir, en medio de una fuerte tonada de Carlos Gardel, apago un último cigarrillo y susurrando se le oyó decir: El mundo fue y será una porquería.
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“M.M. Burke & Hare, asesinos” por Marcel Schwob

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burke and hare

El señor William Burke ascendió desde la más baja condición hasta una eterna celebridad. Nació en Irlanda y empezó como zapatero. Durante varios años ejerció este oficio en Edimburgo, donde trabó amistad con el señor Hare, sobre quien ejerció gran influencia. Dentro de la colaboración de los señores Burke y Hare, no hay duda alguna de que el poder de invención y simplificación perteneció al señor Burke. Sin embargo, sus nombres han permanecido inseparables en el arte, como los de Beaumont y Fletcher: juntos vivieron, juntos trabajaron y juntos fueron presos. El señor Hare nunca protestó contra la popularidad con que particularmente se distinguió a la persona del señor Burke: desinterés tan cabal no tuvo su recompensa. Fue el señor Burke quien legó su nombre al procedimiento especial que honró a ambos colaboradores. El monosílabo Burke ha de vivir aún mucho tiempo en boca de los hombres, cuando ya la persona de Hare haya desaparecido en el olvido que injustamente se abate sobre los oscuros trabajadores. […]

Marcel Schwob (1867-1905), escritor francés a quien se deben libros tan imaginativos y singulares como Doble corazón, Mimos y sus memorables Vidas imaginarias, incitó en el joven Jorge Luis Borges el gusto por la escritura, según lo declaró alguna vez el viejo maestro. La biografía imaginaria de “MM Burke & Hare. Asesinos” incita ahora a los talleristas a construir vidas ficticias que revelen la mirada propia de cada cual. Como sucedió en el ejercicio anterior, selecciono seis trabajos que me han parecido peculiarmente signficativos. Sigue leyendo

“La jirafa” por Ana Lucía Pinillos

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Se la señala con índices prejuiciosos y sonrisas burlonas, se la acusa de desproporción, de torpeza. Un delicioso error de la naturaleza. Si ella escuchara tales descripciones se avergonzaría. Tan sensible su ánima de cristal quisiera convertirse en avestruz y enterrar la cabeza. Pero felizmente este no es el caso, ella no lo escucha: su amorfidad, como la llaman los más crueles, la protege de tales mofas refugiándola entre las nubes. Que cosmovisión tan amplia posee esta pequeña gigante; que envidia. Y ella, ilusa, se dedica a servir a los hipócritas, sin esperar nada a cambio. ¿Cómo lo hace? Su alargada anatomía le permite observar a lo lejos a los ansiosos cazadores y su tranquilo corazón se acelera. Logra finalmente, con terrible impaciencia, la ardua labor de doblar el cuello hasta el suelo y sacar voz de líder para guiar la huida y salvación de las victimas encadenadas a la tierra.
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“El oso trovador” por Diego Macassi

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Los llaman Barry, son negros y corpulentos, tienen las patas cortas pero se mueven como una tanguera. Sus ojos marrones brillan como si endemoniados estuvieran al ver el “escenario”, que no es más que una roca en medio de los bosques andinos. Posee una cola, especie de moño rojizo encima de su voluptuoso poto, que mueve al compás de sus graves, estruendosos pero melodiosos gritos que dejan vislumbrar una centellante sonrisa, tan blanca como la inocencia de un infante. Son gritos que no espantan, enamoran. En época de apareamiento la hembra se le acerca meneando las caderas y con cara de indiferencia; al principio guarda distancia, mientras él espera cantando y moviéndose al compás de sus gemidos hasta tenerla a una distancia adecuada. Al verla a sus pies grita con demencia y se abalanza contra ella, dejándola inconsciente mientras él perpetua la especie.
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“Pez chillón de Bagua” de Tomás Osores

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paiche

Me lo contó el líder de una comunidad amazónica. El inchú o pez chillón de Bagua habita la zona más extensa y profunda del valle Marañón. Es un pececito carnívoro de color rojo intenso, distinguible desde la orilla. Tiene las escamas redondas y brillantes y posee una dentadura muy desarrollada. Un ejemplar de estos es difícil de ver pues solo sale a superficie los días de luna llena. Durante este periodo, desde que amanece hasta mediodía, el pececito rojo aumenta su tamaño hasta el de un paiche, animal de gran tamaño. A esa hora suele estar muy hambriento así que gruñe emitiendo un sonido ronco. Este es audible a kilómetros y espanta a las aves del lugar. Si no lograse comer hasta la medianoche, recupera su tamaño original y su tono rojo se opaca. Emite luego un pitido muy agudo y breve, que provoca una fuerte lluvia. Esto alerta a los nativos, que al día siguiente intentarán ubicarlo para matarlo. Cuenta la leyenda que si a la segunda noche el pez chillón no consigue comer, su grito agudo generará una borrasca que no acaba jamás. Para evitar ello, siempre en días de luna llena, se arroja al río cadáveres de animales para poder alimentarlo, por precaución.
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“Esculturas celestiales” por Juan Cárdenas

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gaviota

Las puedes ver flotando inmóviles por el aire, conteniendo en sus alas el incesante rugir del viento sobre la cima de un barranco. Las hay blancas, grises, blancas y grises; otras son obscuras, pero son pocas. Cuando hace calor, pasean por el litoral de sur a norte, cuando hace frío norte a sur. Para poder observarlas, recomiendo sentarse, encender un cigarrillo y conversar; es preferible estar acompañado, así, tendrás al menos un testigo de la estatua voladora que viste aparecer en medio de la nada, allá sobre el horizonte. Porque es así como aparecen: de la nada; interrumpen tu conversación con su volar, únicamente acompañadas por las olas del viento y el soplido del mar. Muy rara vez, algunas, sólo algunas, mueven su cabeza y parecen mirarte, contemplar tu fijación y, para sí, despreciarte por tu extrema cercanía al cielo.
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“Ratas de ascuas (o Rata Roja)” por Diego Vereau

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rata

Consideradas como unas de las más molestas plagas de las ciudades localizadas al borde de los ríos, estos roedores de pelaje carmesí han sido innumerables veces culpados de incendios inmobiliarios, comida arruinada o inclusive, de esa misma suciedad cenicienta que se aloja en nuestros mismos hogares, y que a menudo ignoramos descaradamente. Temperamentales y extremadamente suspicaces, tienden a evitar a sus congéneres menos peculiares, buscando refugio en la bruma que crea su exposición al típico medio ambiente húmedo. Suelen alojarse en espacios recluidos, oscuros y cerrados, lo cual parece haberles dado a algunos, con poco sentido común, la errada idea de que pueden entrenarse y hasta usarse en la estufa como sustituto menos perecible que el carbón o leña.
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“El mono de la tinta” de Jorge Luis Borges

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Mono

Este animal abunda en las regiones del norte y tiene cuatro o cinco pulgadas de largo: está dotado de un instinto curioso; los ojos son como cornalinas, y el pelo es negro azabache, sedoso y flexible, suave como una almohada. Es muy aficionado a la tinta china, y cuando las personas escriben, se sienta con una mano sobre la otra y las piernas cruzadas esperando que hayan concluido y se bebe el sobrante de la tinta. Después vuelve a sentarse en cuclillas, y se queda tranquilo.

WANG TA-HAI (1791)

Jorge Luis Borges (1899-1986) no necesita presentación en ninguna parte. Su figura convoca el primer ejercicio oficial del taller: la descripción. Su “Manual de zoología fantástica” sirve de inspiración a los más de veinte talleristas que inventan sus animales. Los que me han parecido más interesantes complementan esta catergoría del blog. Sigue leyendo

Wendy Chumpitaz

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¿Por qué escribo y cuál es mi relación con la literatura?
Es muy obvio decir que es mi forma de expresión y la verdad no lo es, el motivo por el que escribo es porque en realidad quiero e intento lograr decir lo que veo, más que comunicación es descripción de mis sueños, pensamientos experiencias y puntos de vista, porque pienso que en una sola persona hay miles de formas de ser, miles de posibilidades de realizar un mismo acontecimiento con distintas reacciones por parte de ella y es por ello que me interesa escribir, para dibujar a los distintos yo que hay en una sola persona, es por ello que trato de escribir, aunque, como habrá notado, soy bastante mala en ello. También es un intento por capturar el mundo, por dibujarlo con las palabras, por describir sin necesidad de que sea de forma literal, todo lo que nos rodea y todo lo que somos. Mi pensamiento es muy desordenado y esta me parece una buena forma de organizarlo, como una muestra de empeño, como un dibujante que día tras día trata de hacer mejor sus trazos y sin importar cuanto tiempo le tome va a lograr que su dibujo se parezca más a lo que ve en su mente.
Ahora, mi relación con la literatura, lo voy a poner en pocas palabras, sinceramente es muy pobre.
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