Buenos días, señorita periodista, y buenos días a todo el publico televidente. Si me permite usted, señorita, quisiera aprovechar esta ocasión para enviar un saludo a mi prima Hermelinda que hoy cumple… ¿qué, no puedo enviar saludos? ¡Ah! Perdóneme usted, se me olvidaba que el tiempo en televisión es breve. Es que, usted sabe, son muy pocas las veces que a una vaca como yo se le permite salir en televisión, y menos aún a declarar. Comúnmente solo nos llaman para hacer comerciales de leche o cosas por el estilo, ¡nos tienen a todas esteriotipadas! Creo que hasta podría ser considerado discrimina… ¡Ay! Tiene usted razón señorita periodista, de nuevo me estoy desviando del tema. ¡Perdóneme, es la última vez! ahora si le prometo ir directo al grano! Bueno, usted desea saber acerca del incidente que sufrió esta mañana una de mis amigas, pero para que usted y todo el público televidente pueda entender bien que pasó, primero tengo que contarle que motivos la trajeron a mi amiga hasta aquí esta mañana. Créame señorita, es realmente necesario. ¿Esta bien, no? Por supuesto señorita, le prometo ser breve. Sucedió así:
Un grupo de amigas y yo, vinimos a Lima desde Cajamarca en el año noventa, gracias a una buena amiga mía, una vaca llamada Lulú. Fue ella la que nos avisó de este terreno que se encontraba abandonado; ya que el presidente anterior había hecho la promesa de terminar de construir aquí un tren, y como buen político, no cumplió. Nosotras, vacas realmente trabajadoras, hicimos de este lugar lo que es, ¡si usted, señorita, hubiera visto como estaba antes este lugar! Era todo un caos: El tren estaba abandonado y a medio construir, piezas y repuestos tirados por todos lados, abundante polvo por todas lados. Ahora ¿Cómo lo ve, señorita? Claro, una urbanización ordenada, bonita y tranquila. Así marchaba todo, perfectamente, hasta este año, en el que volvió a salir electo el mismo presidente que hace veinte años había prometido construir el tren. Yo no tenía ningún problema con este presidente, señorita periodista, hasta que él comunicó sus planes de reanudar la construcción del tren, que este pasaría por encima del lugar donde esta ubicada nuestra urbanización. Todas las vecinas nos encontrábamos muy preocupadas y por esto recurrimos a nuestra amiga Lulú, de la que le comenté hace un rato; y que, como todos saben, ahora es una figura respetable en nuestro medio político. Ella nos ofreció su ayuda desinteresadamente, realmente es una vaca muy noble y una gran líder. Nos organizó a todas las vecinas en comités y realizamos diversas manifestaciones y marchas frente al palacio de gobierno, en contra de la construcción del tren, pero lamentablemente no recibimos el apoyo que esperábamos. Como todos saben, el viaje inaugural del tren fue esta mañana, y se anunció que el presidente sería el pasajero de honor. Lulú, al amanecer, nos dio una charla muy motivadora acerca de nuestra responsabilidad social frente a la injusticia que el presidente estaba cometiendo con nosotras y que ya era hora de terminar con todo esto. Luego, Lulú nos congregó a todas las vecinas al frente de la urbanización, sobre los mismos rieles por donde pasaría el tren dentro de unos pocos minutos. Pienso que su idea era que el tren se detendría para evitar atropellar a las 120 vacas que se estaba cruzando en su camino; sin embargo todas veíamos con temor como el tren se iba acercando, al parecer sin la menor intención de detenerse. Una a una, temerosas y cabizbajas, fuimos alejándonos de los rieles para ponernos a salvo de una probable colisión, todas excepto Lulú, que estaba a la cabeza del grupo y que continuaba mirando fijamente al tren, como desafiándolo a que detenga su recorrido. Recuerdo claramente como Lulú, dando un paso al frente, levantó la pata delantera derecha en señal de alto, y como luego, un tren que marchaba a 200 km./h, la golpeó y la elevó varios metros por encima del suelo. Como ustedes saben, todo lo que sube tiene que bajar, y quiso la mala suerte que nuestra Lulú cayera en picada sobre el vagón donde se encontraba el presidente y toda su comitiva.
Bueno, señorita periodista, eso es todo lo que le puedo contar, ya que luego, para desesperación mía y de todas las demás vecinas, el tren continuó su marcha a toda velocidad, con nuestra querida Lulú dentro; y, hasta ahora, no tenemos ninguna noticia de ella.
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