‘Matarreyes’ por Sebastián León

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Tan accidentado, un terreno tan cansado patas enormes que pueden triturar la roca y cambiar todo el paisaje y tan accidentado, estoy agotado, pero debo mantenerme fuerte, debo recuperar las fuerzas, comer, descansar, aferrar con fuerza esta espada que no es como cualquiera, me lo dijo el brujo, aquél hombre viejo de manos febriles mirando en su caldero y leyéndome la palma, qué olor tan repugnante el de su choza, seguramente como el olor que ahora mismo viene de las entrañas de la montaña, unas cuevas tan oscuras, tan cavernosas, tengo que detenerme un momento, comer, descansar, debo recuperar las fuerzas un momento pero esta espada, esta espada que no es como cualquiera, que tiene nombre propio, Matarreyes, así se llama, qué nombre, tan cruento, y pensar en matar a la criatura, yo podría ahora mismo estar las cabras, los rebaños, qué paz, qué tranquilidad, me duele todo el cuerpo, dioses. ¿Y en qué estará pensando esa chica, la del cabello de fuego? Fuego, fuego y sangre a montones y escamas como enormes y duras como placas de armadura, ¿qué es todo esto? Me detengo, ya no doy más, un momento, un poco de aire, tengo que estirar las piernas, todos los demás músculos, la espada, la sopeso, hender el aire, si se encontrara con una hoja de otoño en su camino seguramente la cortaría mi carne con sus garras enormes, me masticará sin piedad, dioses, ¿en qué es lo que me he metido? Y todo culpa de ese mago apestoso, un viejo que comulga con deidades olvidadas y demonios supersticiones, la gente está llena de supersticiones, pero aquí está el monstruo, ¿verdad? Aquí en esta montaña a tan solo unos pocos minutos, el olor de la carne chamuscada llega me pica la nariz, me pica toda la cara, el cuerpo, pero no puedo rascarme, la cota de malla, como pesa, como pesa, y la espada, la espada prácticamente me arrastra, Matarreyes, ¿cuál será su historia? Dicen que su madre vino de las tribus de más allá del río, esa guerra, a penas un niño, ese cabello como ningún otro, sus ojos, ojos en los que no me importaría perderme, perderme y nunca volver, nadie lo sabrá nunca, pude haber muerto luchando, la criatura ha matado a tantos, tantos, Matarreyes, ¿si no la encuentran? ¿También se la comió la bestia? Clava la espada, dijo el viejo, y morirá el dragón. El dragón, tan alto y poderoso como estas rocas, bolas de fuego inclemente, el sol, la armadura, el cansancio, cómo es posible, cómo. Y la muchacha, ¡la muchacha! Imagina que lo logras. Imagina que lo logras, no podrá negarse, tendrán muchísimos hijos, serás el líder de la aldea, te aclamarán, clamarán ¿QUÉ ES ESO? Dioses, ¿qué ha sido eso? Un rugido, aferro la espada fuerte pero estoy tan cansado, me duelen los huesos el sudor sobre mi frente pero ¿si lo mato? Si lo mato cantarán mis hazañas pero qué rugido más espantoso, ¿sabe que estoy aquí? ¿Cómo me lo enfrento despierto? Estará dormido, dijiste, desgraciado, viejo bastardo, agárralo por sorpresa, Matarreyes atravesará su nuca, le robará la vida despierto es imposible, una bestia como aquella, un dragón, un avatar del fuego y de la roca si clavo la espada ahora mismo en las rocas de esta montaña y corro, corro lejos me alcanzará de todas formas, la tierra tiembla, por los dioses, todo se mueve todo se mueve y tengo que mantenerme de pie y qué pensaría esa chica si me viera, Astrid, ¿qué es todo esto? Yo no soy un cobarde, aferro la espada, el sudor sobre mi frente pero tantas ganas si le clavo la espada y ya le veo, batiendo las alas, tendría que haber estado dormido, tendría que haberme deslizado entre las sombras, nada de correr, sin correr, ser valiente y entre las sombras, sin ser escuchado, clavar la espada entre sus hombros, qué valiente matando al monstruo en su sueño, no, ¡no! Así debió ser desde el principio viejo brujo cobarde, si eres un hechicero tan poderoso ¿donde estás ahora? A ver pues monstruo, vuela, muévete, somos tú y yo, Matarreyes, ¿y si me viera mi padre? El jefe de la aldea, estaría tan orgulloso, ¡una muerte digna! Es lo que todo varón esforzado desea y si tan solo las cabras, los rebaños, sentado sobre las rocas, tanta paz, y ahora el sudor sobre mi frente y la espada que me jala, me impulsa y ya está tan cerca las alas baten y abre la boca enorme y qué calor dios mío, y el sol en lo alto no veo nada ¿por qué se llama Matarreyes? Nunca me lo dijo este anciano qué es lo que está pasando, no veo nada, el sol, el sol, tan arriba, arriba, todo tan rojo como Astrid y la guerra, los hombres del otro lado del río, corre, corre, corre, salta, salta tan lejos como puedas, entre las rocas, dragón, el dragónfuego, ¡te alcanza… !

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