Topo no era como una persona normal; de hecho no era para nada normal. Su cabellera larga lo identificaba; lo hacía siempre resaltar sobre el resto. Tenía una mirada fija, penetrante, a veces algo maniaca. Hablaba muy rápido y muchas veces, o casi todas, sin pensar en lo que estaba diciendo con esa grande boca y esos amarillos dientes que por veces sobresalen; era también muy propio de él, esa risa de hiena, que siempre dejaba encolerizado al resto y así reconfortándolo. Era medio sordo, literalmente, ya que cuando niño se le tapo un oído en la piscina el cual luego se infectó y perdió totalmente su fisiología. Hace mucho dejó de afeitarse y ahora muestra esos crecidos bigotes y esa larga barbilla por las cuales siempre le dicen cosas como “bagre” o “aféitate los pendejos”.
Siempre vistiendo con ropas negras. Su saco empolvado, sucio, gastado; el polo de algún grupo de uno de los tantos subgéneros del metal que a diario escuchaba. Su pantalón, también negro, adornado con huecos que el mismo había hecho y con cadenas que le colgaban, las cuales más de una vez le dieron un sinfín de problemas enganchándose en barandas, sillas y asientos de microbús. Tenía esas zapatillas con sus suelas ya gastadas de tanto caminar arrastrando los pies; de hecho pareciera que topo se arrastrara, siempre con el esbelto cuerpo suelto, moviendo el cuello de adelante hacia atrás y la cabeza de arriba hacia abajo.
Su “legítimo” nombre es Diego. Él vivió los primeros años en el Callao, con su madre su padre y su hermano. Vivió una infancia sana con muchos juegos de video amigos, paseos. Estudiaba en un colegio que le quedaba a dos horas de ahí. Muchas veces el cobrador lo hizo bajar del carro porque no quería cobrarle cincuenta céntimos por el recorrido directo. Ya a fines de primaria se mudaría a unos escasos quince minutos de su prestigioso colegio. Fue así donde se conoció más a fondo con sus amigos, los cuales poco a poco lo convertirían en lo que es, o al menos hace poco era, ahora. Según dicen, ya en la secundaria un amigo lo incito a cambiar y, cual cierto ebrio de serie de televisión que vuelve idiotas a los adultos, al probar las primera gota de alcohol nació de Diego, Topo. Empezó a escuchar metal con sus amigos, a tomar cada vez más y más. A esto se le sumó la mala suerte, ya que su padre perdió el trabajo, y su familia tuvo que hacer una serie de esfuerzos para pagar el colegio. El sueldo de maestra de su madre no alcanzó y su padre tuvo que trabajar de ilegal en otro país. Pese a todo Topo es, fuera de las apariencias, alguien sencillo, humilde e inteligente. Terminó el colegio con buenas notas; hasta ingresó a una prestigiosa universidad en buenos puestos, pero decidió no estudiar; porque él no quería ser parte del sistema. Bajo presión tuvo que conseguir un trabajo, porque su familia no mantenía vagos, estuvo hasta hace poco vendiendo juegos y programas piratas en una galería en Wilson.
A Topo poco o nada le interesaba lo que los demás pensaban. Él se consideraba un Dios, el hacía lo que quería cuando quería. Lo que para un ser común y corriente es considerado falta de respeto o conchudez desmedida, para Topo era la forma de demostrar su libertad; por ejemplo cosas como recoger comida en los restaurantes, gritar en plena vía pública, ir a la playa con pantalón y casaca, llevar una paloma muerta en su mochila, y en sus ratos libres hacer bizarros dibujos como un hombre con un árbol que salía de su espalda que le daba frutos podridos entre otros. Sin embargo, muchas veces su libertad era desmedida causándole graves problemas, como la vez que hace mas de un año se quemó la mano y por poco el rostro al caerse en una fogata; su madre preocupada le dijo que eso no era bueno para él, que debía cambiar, que recapacite, le pidió que por favor muestre algún cambio en él, Topo se cortó el pelo. Y fue una de estas imprudencias y estos desmedidos excesos los que llevaron a Topo a su muerte.
Ni bien escucho la noticia, Topo comenzó a ahorrar, venían a Lima dos grupos de trash metal de los cuales era fanático, Kreator y Exodus. Tenía hasta el quince de octubre para juntar todo el dinero necesario y quería juntar todo el dinero posible en el menor tiempo. Eran aproximadamente 140 soles y 110 si conseguía la preventa; trabajo duro hasta la quincena cuando se enteró que dos bandas más venían; Stratovarius en octubre y Obituary en noviembre, y lanzaron una promoción en la cual las 3 entradas costaban doscientos soles. Topo trabajo más que nunca, incluso daba clases de nivelación a alumnos de su ex colegio. Después de un gran esfuerzo que incluía abstinencia de alcohol, consiguió el dinero y compro las entradas. Solo le quedaba esperar un par de semanas hasta el día añorado.
Ya era quince de octubre, Topo se reunía con sus amigos Junior y Ñoñez. Era el primer concierto de Junior, un chico que a los 15 años ya estudiaba en la universidad.
– Unas previas.- dijo Ñoñez sacando de una bolsa la botella de ron.
– Pero de una vez, que ya es tarde- dijo Topo.- Si me pierdo Exodus te reviento. No quiero terminar ebrio otra vez y perderme de todo.
– Anda nomas, bien que quieres, salud.
– ¿Y tú no quieres, Junior?- Le pregunto Topo.
– No, no tomo. – dijo Junior, por temor a represalias de sus padres.
Se sentaron en la vereda frente a un lugar llamado “café piccolo”. Con la botella acabada y Ñoñez ebrio, entraron al concierto. Junior comenzó a poguear, saltando, empujando y golpeando a los demás en una especie de círculo violento acompañado por la música de los teloneros, cuando acabaron ya estaba cansado. Por fin empezó el concierto con Exodus. Se armó un pogo aún más grande que duro hasta el final, Topo estaba como siempre adelante moviendo su cabeza de atrás hacia adelante moviendo toda su nuevamente larga cabellera y gritando hasta quedar afónico. Ñoñez termino ebrio en el baño y desapareció quedando Topo y Junior. Termino Exodus; Topo consiguió que los integrantes le firmen los brazos y se propuso a no bañarse, cosa que raramente hacía. Comenzó Kreator y el caos aumentó, más pogo, más violencia, todo era misantropía y Topo estaba en su clímax. De repente ya por terminar, algo que lo llevaría a su final sucedió, tanta violencia no podía acabar de otra forma, tantos excesos desencadenaron en algo previsto. Un tipo gordo y alto sube al escenario, y se lanza sobre el público; después de bajar y alzar la cabeza Topo no tuvo tiempo para reaccionar, sintió un dolor insoportable en el rostro; se había roto la nariz. Rápidamente aguanto lo más que pudo y con sus manos la enderezó. Tuvo que irse inmediatamente a su casa.
En su casa su madre lo esperaba con una taza con leche, que le hacía tomar siempre que llegaba tarde para ver si había bebido. Al verlo la taza cayó al y la leche caliente les derramó los pies. Toda su ropa ahora guinda, el cabello más desordenado que lo habitual, Su rostro pálido con restos de sangre en el bigote y la barbilla que no pudo limpiar bien con su polo. Llegaron a emergencias pero no les atendieron, lo juzgaron por las apariencias, pensaron que había tomado en exceso, que estaba bajo los efectos de alguna droga y que era un pandillero; se negaron a atenderlo. Volvieron con una denuncia policial y al fin lo atendieron, lo operaron de urgencias, Topo ya estaba agonizando.
Volvieron a casa; fueron a la sala su madre con lágrimas en los ojos le dijo.
– Toda la vida es lo mismo contigo. ¡¿Hasta cuándo seguirás así?!
– Discúlpame mamá.
– Ya no quiero más disculpas, quiero acciones. Madura de una vez. ¿Crees que puedes andar por la calle haciendo lo que te dé la gana? ¿Crees que vas a seguir toda la vida con ese pseudo trabajo? – Dijo gritando su madre – Y si es que te propusieras a buscar trabajo, ¿Acaso alguien va a contratar a un tipo pelucón con una paloma muerta en la mochila?
– Tienes razón. – Dijo Topo consternado.
– El que va contracorriente termina siempre siendo atropellado por el sistema. Esto pudo costarte la vida. Piensa en tu futuro. Sabes que por la situación en la que estamos con las justas podemos pagar los medicamentos.- estalló en llanto- Diego, por favor olvídate de Topo. Yo solo quiero lo mejor para ti, hijo. – Y se fue a dormir.
Topo aquella noche no pudo dormir, estuvo pensando en cada palabra que le dijo su madre. Esto sería quizá lo más loco que haya hecho en su vida. Dejar de ser dios y convertirse en hombre, ser parte de una sociedad, la cual siempre lo había marginado y mirado sobre el hombro; la cual a él no le importaba, hasta ahora. Esta vez casi le cuesta la vida, y quizá no haya próxima vez para Topo. Prácticamente dejar de existir y renacer, dejar la rebeldía para adaptarse a las normas, dejar de desafiar a la sociedad para ahora unirse a esta y a todos sus estándares. Topo tuvo miedo, y Diego también. Para él las cosas eran muy sencillas y a la vez radicales.; no podía existir término medio. Batallaron las ideas toda la noche. Al salir la mañana desayunó, se lavó, y salió a la calle. Cuando volvió a casa, estaba con el pelo corto, totalmente afeitado. Su mamá quedó sorprendida. La verdad es que no esperaba un cambio tan repentino; pensó que seguiría siendo Topo.
Ya en la tarde fue a disculparse con el papá de su amigo Monky, quien era administrador de un casino, por haber prácticamente destruido su casa en la última reunión que tuvieron. Su padre al verlo le preguntó.
– ¿Y ese yeso?
– Fue un accidente.
– Ten cuidado. ¿Vienes a ver a mi hijo?
– No, de hecho quería hablar con usted.
– ¿Y de que se trata esta vez?
– Quería disculparme por lo ocurrido en su casa, lo que hice no tiene justificación. Nunca volverá a pasar.
– Parece que ese accidente te ha hacho entrar en razón. Al fin te veo arreglado, limpio y decente.
– Tenía razón cuando dijo que con mi facha no me contratarían en ningún lugar.- dijo con la cabeza baja Diego.
– Descuida no quise ser tan duro. Pero me sacaste de mis casillas. Te veo diferente; no solo la apariencia sino una nueva actitud.- dijo con una sonrisa algo sarcástica.
– Sí, quiero dejar todo atrás y cambiar por completo.
– Si es así, el mundo te abrirá todas las puertas y te dará la bienvenida.
– Gracias, bueno tengo que irme hasta luego.
– Que te vaya bien y sigue en el camino al éxito.
El domingo sus amigos lo vieron.
– ¿Topo que te pasó?- dijo uno de ellos.
– No me llames Topo, soy Diego.
– Me alegro que estés limpio pero no te lo tomes tan en serio.
– Es que debo cambiar, quiero que la gente me vea como alguien normal.
– Estas grave Topo, perdón, Diego.
Ya no era el mismo; Topo había muerto. Ya ni pensaba en los otros dos conciertos. Estaba tranquilo sentado en una silla, con la mirada perdida; se bañó y quitó de su cuerpo los autógrafos que se propuso no borrar; hablaba y despacio, pensando cada palabra. Se le notaba triste, extrañaba a Topo, extrañaba ser dios y no hombre. Parecía un animal de circo, solo que él se dejó atrapar. El Topo es una especie en extinción que el sistema está matando o peor aún, domesticando.
‘Bienvenido al mundo’ por Luis Málaga Alarco
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