-¿Por qué lo hiciste?
-De niño me gustaba nadar en el lago.
-No es lo que te pregunté.
-Mi padre era leñador.
-No es lo que te pregunté.
-La cabaña quedaba cerca de un arroyo.
-Quiero que me digas por qué lo hiciste.
-Con mi hermano lo seguíamos hasta llegar al lago.
-Estoy harto de tus rodeos.
-Mi padre hacía carbón.
-Quiero que me digas por qué lo hiciste.
-Nadábamos toda la mañana, cuando teníamos hambre regresábamos a casa, mi madre tenía lista la comida, en la tarde ayudábamos a papá, partíamos la leña.
-Al punto abuelo.
-Recuerdo muy bien aquella tarde, regresábamos y lo vimos, el gran incendio, mi padre y mi madre hechos carbón, la casa carbonizada.
-No me interesa eso, solo dime por qué lo hiciste, no me conmueven para nada tus lágrimas, anda, dime.
-Éramos unos pequeños, solos en la ciudad, robábamos para comer.
-Eran pequeños, como todos esos pobres.
-Los chiquillos de la escuela llevaban mucha comida, se escapaban a mataperrear, no nos daban nada.
-¿Fue por eso? ¿Por una estúpida venganza que a esos inocentes…?
-Teníamos mucha hambre, solo él nos daba comida, solo él nos guardaba de la lluvia, pero era malo.
-Nadie más que tú.
-Nos regalaba juguetes, él los hacía, tenía una tienda, pero a nosotros nos los regalaba, era muy malo.
-No creo que haya sido peor que tú.
-La primera vez nos hizo pasar al fondo, para ver cómo hacía los juguetes, quiso que jugáramos con él.
-Ya veo, ya veo, también te vengabas de él.
-Solo volvíamos por hambre, la calle es difícil, siempre regresábamos.
-Aún lo recuerdas. ¿Verdad desgraciado? Seguro todavía te visita en sueños.
-Cada vez era peor, también nos hacía jugar entre nosotros, utilizaba sus juguetes, solo teníamos hambre, solo teníamos frío, solo éramos unos pequeños.
-¿Y tú maldito demonio? ¿Y tú?
-Solo se dio cuenta de que estaba llegando muy lejos cuando mi hermano murió, se desangró frente a mí.
-Ya te dije que tus lágrimas no me enternecen, viejo desgraciado, solo quiero que me digas por qué lo hiciste.
-Desde entonces me adoptó, tenía que controlarse, aunque siempre jugábamos, siempre, ahora tenía que vivir con él siempre.
-Así heredaste el negocio. ¿Cierto?
-Me enseñó todo, me dio todo, pero lo odiaba.
-Supongo que no murió de viejo.
-Decidió jugar igual que mi hermano.
-Así que tú habías matado a tu hermano y luego al viejo.
-Yo… no quería, él me obligó, yo…
-Siempre fuiste igual maldito viejo, lo único que puedes esperar ahora es la horca.
-Me quedé solo, más solo que nunca.
-Así que querías atraer a esos pobres inocentes.
-Solo eran unos asnos, se escapaban de la escuela, como aquellos que no nos daban comida.
-Por eso desfogaste todo tu odio en ellos.
-No, solo les mostraba mis juguetes, les enseñaba mis marionetas, solo quería que jugaran con mi hijo.
-Tú no tienes hijos.
-Tengo uno, solo mío, mi única compañía, yo le daba todo el amor que podía.
-Estás delirando viejo demente.
-Pero siempre sufrió, y yo no podía hacer nada.
-No me engañarás, igual morirás en la horca.
-Intenté consolarlo haciendo que esos niños burros le hicieran compañía, pero sería peor, me di cuenta de que él también se convertiría en un burro.
-Así que por eso les clavaste orejas de burro… Un momento…
-Pero tuve la idea, esos niños me ayudarían a solucionar el problema de mi hijo.
-Así que tu hijo es… Maldito desgraciado, eres un demonio. ¡Mierda!
-Él solo quería ser un niño de verdad, y lo logró, ahora ya es feliz, no me importa nada, mi hijo es feliz.
-Estás desquiciado. ¡¿Solo porque pensaste que un estúpido muñeco era tu hijo le hiciste aquella barbaridad a esos pobres niños?!
-Todo sea porque mi hijo pueda ser feliz. Me llevó mucho tiempo, fue muy difícil.
-¡¿Desollaste a siete niños solo para ponerle piel de verdad a un maldito muñeco de pino?! Escribe aquí tu nombre, ya puedes considerarte muerto viejo desgraciado.
-Por fin es un niño de verdad.
-¡Escribe aquí tu nombre!
‘El titiritero’ por Bruno Doig
Deja una respuesta
[Visto: 2215 veces]