“La apuesta” por Alfonso de la Torre

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Me levanté con esa sequedad en la garganta, que no es otra cosa que el aborto de una noche frustrada en compañía de un ron barato. Sí, la había cagado de nuevo con Carla. A este paso nunca voy a tirar carajo, y lo peor de todo que es por mi culpa, por ser tan inocente y respetuoso, por ser tan pavo.
Ay Roberto pero si era facilito nomás, te la agarrabas con lengua un rato y de ahí le metías la mano por debajo de la falda, en vez de estar dándole piquitos como un niñito de primaria-decía Marco cuando caminábamos por la avenida Pardo, mientras me miraba con su cara de pendejo y yo con toda la furia en la cabeza, con la sangre hirviendo, con esas punzadas que me empezaban en el ombligo, acababan una cuarta más abajo y la puta madre, debe ser por falta de uso. En esa época Marco vivía en mi barrio y era mi mejor amigo, todas las mañanas caminaba con él hacia el paradero a tomar el micro. Ya, ya no te hagas el muy cacherito conmigo Marco, acuérdate que tu también eres virgen; yo por lo menos conozco a una flaca que me va a hacer el favor tarde o temprano, es más hoy voy a ir a su casa en la tarde, en cambio tu si estás cagado. Calla huevón, ya te dije que yo puedo tirar cuando quiera-me contestó él. ¿Ah si, y con quién?-Le respondí. Con Paulita pues, la amiga de Martín que estudia en el Villa-decía él mientras yo me reía. El cagado acá eres tú, emborrachándote solo el domingo en la noche y todo porque eres lento con las flacas, yo hoy día voy a ver a Paulita y me ha dicho que me tiene una sorpresa-terminó de decir Marco mientras parábamos la S, en la esquina de Roma con Pardo. Que pobre iluso, ella nunca te hará caso porque esta muy rica para ti, pero por lo menos tu no te lamentas con trago y vas con resaca al colegio al día siguiente-pensaba yo mientras subíamos. Ya estás viendo mucho al huevón ese de Martín, seguro que más que te ayude con Paulita, quieres tirártelo a él, maricón-le dije y su respuesta se perdió entre el grito de “topardobenaviecaminoelinca” que hacía la cobradora a mi costado. En esa época yo tenía 16 años y estaba harto de que mis compañeros del Santa María me jodieran todo el día porque era el único que no había tenido sexo, estaba harto de que no hayan mujeres en mi colegio, harto de ir a mendigar sonrisas en faldas cortas a las chicas del San Silvestre. Estaba preocupado por haber apostado en el colegio que iba a tirar antes de las vacaciones de octubre, iba a perder 100 soles, pero que importa la plata, si perdía mi reputación se iba a ir a la mierda y eso me jodía, me jodía lo que opinaran de mi en la secundaria y no me había puesto a pensar que esa apuesta cagaría mi vida. Marco sin embargo, siempre parecía muy relajado respecto al tema y decía que en la Inmaculada era normal tirar el último año y recién estaba en cuarto de media, igual él me diría al día siguiente que se había tirado a Paulita. Ese día, después del colegio llegué a mi casa y me cambié, luego saqué mi mochila y le dije a mi abuela que tenía una tarea en grupo. Cuando llegué a la casa de Carla ella estaba sentada de piernas cruzadas sobre el sofá, con un libro en su regazo y esa falda de cuadritos que la hacía ver tan linda, tan colegiala, tan puta. Me quedé parado en la puerta de la sala viéndole las piernas, cuando se dio cuenta me dijo-¿Que tanto me miras ah? Mejor ven y salúdame como se debe. No te estaba mirando, estaba mirando el libro que estás leyendo, quería saber cual era- contesté yo, como si pensara que ella lo creería. Jajaja, te apuesto que me mirabas las piernas, seguro eres un pajero con memoria fotográfica y más tarde vas a pensar en mi cuando estés en tu cuarto-decía ella con esa actitud de engreída y creída ala vez, que tenía cuando se daba cuenta que la estaba mirando. Salté rápidamente a su lado y le quise dar un beso en la boca, pero ella solo me evitó y dijo que ahorita no tenía ganas, que tal vez más tarde. Pensé que seguro era porque no me había lavado los dientes, pero lo olvidé instantáneamente y decidí contentarme con ese “tal vez mas tarde”. Efectivamente, una hora después por fin deslicé mi mano por debajo de esa falda de putita miraflorina y colegiala, de esas que ocupan el primer lugar de su promoción y están en el coro de los domingos en misa, de las que se masturbaban en el baño del colegio. Mientras ella se retorcía y me empezaba a enseñar ese sostén que le bailaba en el adolescente pecho, yo le decía que podía venir su mama en cualquier momento o de repente mandaba al serrano de su chofer a ver si ya estaba lista para ir a la clase de piano y la cagada. No hables así de Rómulo, él es bien lindo, además que chucha oye, no seas maricón y sigue nomás, con peligro es más emocionante, ¿bien lento eres no?-me contestó ella. Ese día no llegamos a tirar, y eso que nadie nos interrumpió. A la mañana siguiente Marco tocó el timbre puntual y lo primero que hizo fue preguntar que había pasado en la casa de Carlita. No se me paraba huevón, no sabía que me pasaba, ella calata al frente de mí y yo sin poder hacer nada, me sentí muy poco hombre, creo que ya perdí la apuesta-le contesté. Después de reírse un rato el me dijo que había escuchado que a veces eso pasaba cuando uno estaba muy nervioso. Mientras caminábamos hacia la avenida, le empecé a contar que no sabía que hacer, ¿ahora como iba a ir a su casa de nuevo, que pensará de mi? Seguro piensa lo mismo que yo, que estabas nervioso nomás, a todos los hombres nos puede pasar, no te preocupes que ella entenderá y seguro que te la tiras un día de éstos-me dijo Marco tratando de consolarme, como si yo necesitara su lástima, huevón. Él se había tirado a Paulita, a mi Paulita y ahora yo tenía que conformarme con Carlita la putita. Eso lo dices porque eres mi pata, en el mejor de los casos Carla pensará que soy un pavaso que no tiene nada de experiencia, dirá que soy un pajero y le pediré disculpas, pero no, pensará que soy un maricón, yo un nieto de Belaunde Terry que estudia en el Santa María y maricón. Ven a mi casa en la noche, van a venir unos amigos de la playa y vamos a ir a ver el partido de Perú a la calle de las pizzas, hasta temprano nomás porque mañana hay clases.-le dije. Pero el me respondió que ya había quedado con Martín en ver el partido en su casa porque había comprado un televisor nuevo para su cuarto y lo iban a probar. ¿Y Paulita, ella también va a estar?-le pregunté. Ah si, seguro que va, pero no sé, creo que ya no me gusta tanto desde que me la tiré-me respondió y tomamos el micro. Pero esa noche no vi el partido, Carla se apareció en mi casa con el cuento que necesitaba alguien que le ayudara a hacer su tarea de matemáticas, pero si ella estaba en el cuadro de mérito de su colegio, la muy puta solo venía a averiguar porque no se me había parado y a decirme que si no me parecía bonita, que si había sido por eso. Claro que era bonita, y ella lo sabía muy bien, lo cual era el motivo de su pedante narcisismo, solo quería que se lo repita y me sienta más maricón por no haber tirado con ella la noche anterior. No pasó nada, solo que no tenía ganas, estaba cansado y quería dormir, por eso me fui a mi casa. Ah ya-fue todo lo que me dijo, y claro, yo no esperaba que se crea esa miserable y descarada mentira, pero tampoco le podía decir que había estado pensando en la inocencia de Paulita, porque de ahí no tendría a nadie con quien tirar y se acababa toda la huevada de la apuesta. Pero si sólo Carla me hubiera dicho que me necesitaba y que no le importaba lo que pasó en su casa, que me perdonaría la estupidez porque me quería. Estaba muy claro que nunca me lo diría. Ella me empezaba a besar y a decir que le gustaban las cosas que yo le hacía, como movía mis manos por sus piernas, como la tomaba por el pelo y mis labios jugaban con su cuello, como no se me paraba cuando la veía calata, bueno eso no me lo decía pero seguro que lo pensaba la muy puta, seguro se reía de mi y decía que pajero eres Roberto. Esa noche tampoco pasó nada, seguro que ella no quería que en el momento decisivo mi hombría falle y se decepcione nuevamente, por eso me aguantaba y me desaceleraba, seguro que no quería verme desnudo e impotente, me tenía lástima y no quería eso. No, no me tenía lástima porque era una puta y se reía de mí, mientras me decía pajero y seguro pensaba en su chofercito de mierda cuando se masturbaba en el baño de su colegio, pero de repente no, porque era solo un chofer cholo y ella estudiaba en el San Silvestre. Igual Paulita nunca haría eso, tampoco me haría caso por supuesto. Ya me cagué, ahora si estoy mal, huevón-le decía a Marco un par de semanas después, mientras tomábamos una cerveza en la bodega del chino. Pero ya de una vez déjate de mieditos y trata de tirártela de nuevo Roberto, yo se que vas a ganar esa apuesta, no es tan difícil-me contestaba él. Es que no es por la apuesta, la plata no me interesa, el problema es que ya no sólo quiero tirármela, ahora pienso en ella un montón, bueno a quien voy a engañar, también es porque no quiero quedar como el maricón frente a los cojudos de mi promoción. Marco me dijo que no me preocupara tanto que todo iba a salir bien y que se tenía que ir a la casa de Martín. Si claro huevón, que no me preocupe. Es fácil para ti decirlo porque te tiras a Paulita la mamacita y te puedes dar el lujo de decir que no te gusta pero igual tirártela, en cambio yo te digo que pienso en Carlita la putita y no me la puedo tirar porque no se me para-pensaba yo mientras caminaba de regreso a mi casa a almorzar con mi abuela. Y es por eso que quiero a veces amarrarte, anudarte. Es contigo que quiero hasta el fin masturbarme. Esa estúpida canción sonaba de nuevo en mi cabeza y era lo único que faltaba, un pajero cantando canciones de otro pajero. Esa noche, mientras le daba la tercera vuelta al Invol2ver de Sasha en el estéreo, llegó Marco llorando a mi casa, a Paulita la había atropellado un carro mientras paseaba a su perro, su muerte había sido instantánea. No lo podía creer, Paulita, la chica de los cabellos tan rubios casi albinos y los ojos verdes, la chica del bikini rosa en Naplo había muerto, mi amor platónico de la infancia. Y este pelotudo que se la tiraba sin darle la menor importancia, ahora venía a llorar a mi casa. Le pegué tan duro a Marco que se le rompió la ceja, en cambio él (que era más grande y avezado) no me respondió y sólo atinó a irse. No lo volví a ver hasta 10 años después que lo encontré de casualidad en el Café Z, viejo punto de reunión en las épocas escolares y que ahora estaba sumido en la más penosa decadencia. En realidad él me encontró a mí y me saludó, le conté que me había graduado de Derecho en la Católica y que trabajaba en el estudio de mi suegro, que me había casado con Carla ¿Carlita la putita?-Me preguntó él y le respondí que sí con un carcajada. Le pregunté si alguna vez había superado la muerte de Paulita, me dijo que sí, que nunca se la tiró realmente porque Paulita estaba enamorada de mí, que me mintió todo el tiempo. Ahora él tenía una pareja estable y pensaba irse a casar a Europa ese verano. Me preguntó si había perdido o ganado esa estúpida apuesta en la secundaria, le dije que la gané y embaracé a Carla al mismo tiempo, que por eso me había casado con ella, que no la amaba y que necesitaba de mi suegro y su prestigioso estudio de abogados. Me contestó que eso era lo que se le había ocurrido al principio, además me dijo que era gay. ¿En serio eres maricón?-le pregunté. Me gustan los hombres huevón, cual es el problema-fue lo que me contestó., solo atiné a preguntarle con quien se iba a casar entonces. Me respondió-¿Con quién más crees pues Roberto?, con Martín por supuesto. Hablamos un rato más y me despedí de Marco. Ya no importaba lo que yo hiciera en ese momento, nada retrocedería el tiempo y me haría evitar esa estúpida apuesta que acabó con mi Paulita, que me cagó la vida con Carlita, que volvió maricón a Marco. Nunca más lo volvería a ver; crucé la calle, saqué las llaves y encendí mi BMW. Mientras tanto en mi casa, el serrano de mierda del Rómulo se tiraba a mi mujer.

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